Poner fin a la corrupción empresarial implica examinar el nexo Norte-Sur

EFE/Str

Muchas de las violaciones más graves de derechos humanos y medioambientales en el mundo están motivadas por la explotación de los recursos naturales y la corrupción en el sistema político y económico global.


Cuando las personas hablan de corrupción, muchas veces piensan en dinero entregado en bolsas de papel por debajo de la mesa y conversaciones en las sombras. Pero el verdadero problema es la corrupción de todo un sistema político y económico, un escenario en el que, con demasiada frecuencia, a los gobiernos se les paga por generar bienes privados en lugar de ganancias públicas. Esta es una explicación clave de por qué el mundo está experimentando un auge de falso populismo, con candidatos nuevos que pretenden ser ajenos al sistema y prometen algo distinto de los partidos que han sido incapaces de cumplir una y otra vez. Hay muchas personas descontentas con el gobierno y las instituciones públicas debido a la fuerza y el peso de los intereses creados y privados, los cuales pervierten los procesos de formulación de políticas públicas. Esta es una tendencia preocupante, que se inclina hacia algunas respuestas muy peligrosas y antidemocráticas que impulsan aún más la desigualdad extrema alrededor del mundo.

De hecho, muchas de las violaciones más graves de derechos humanos y medioambientales en el mundo están motivadas por la explotación de los recursos naturales y la corrupción en el sistema político y económico global. Por su propia naturaleza, enfrentarse al poder de las empresas a nivel mundial implica contemplar el vínculo entre los actores del Sur y el Norte globales. Por ejemplo, en 2011, Shell y Eni pagaron $1,100 millones de dólares por uno de los yacimientos de petróleo más grandes de África occidental, ubicado en la costa de Nigeria. El país lleva más de 50 años de auge petrolero; sin embargo, el 68 % de los nigerianos viven con menos de $1.25 dólares al día, y se calcula que han desaparecido unos $400,000 millones de dólares de los ingresos petroleros del país. El pago equivalía al 80 % del presupuesto de salud propuesto en Nigeria para 2015. Pero el dinero fue a parar en su lugar a una empresa llamada Malabu Oil and Gas, que pertenecía en secreto al antiguo ministro de petróleo, quien había concedido los derechos sobre el yacimiento de petróleo a su empresa en 1998. Global Witness ha luchado sin descanso en este caso y, en diciembre de 2017, por fin se envió a juicio a los ejecutivos de Shell y Eni en Italia.

Este caso demuestra por qué son tan críticas las nuevas leyes en la Unión Europea que entraron en vigor en 2016 y obligan a las compañías extractivas como Shell y Eni a informar de los pagos que hacen a los gobiernos por los acuerdos sobre recursos naturales. El sistema actual permite mover dinero corrupto con relativa facilidad. La transparencia permite que los ciudadanos de países ricos en recursos identifiquen los tratos que se están acordando en su nombre a cambio de sus bienes naturales. En un contexto en el que se acusa a las organizaciones de defensa de los derechos humanos del Norte global de estar alejadas de las comunidades que representan, asegurar que las agrupaciones locales lideren los reclamos de rendición de cuentas es un delicado acto de equilibrio.

Nuestro enfoque en Global Witness no se centra exclusiva ni principalmente en las violaciones de derechos humanos o medioambientales cometidas por personas que operan en el Sur. Por el contrario, analizamos las maneras en que los bancos, las instituciones financieras, los políticos y las corporaciones multinacionales contribuyen decisivamente a impulsar el tipo de explotación de recursos naturales y las infracciones relacionadas que nos preocupan. Intentamos prestar atención al lugar que ocupa Global Witness en el problema, lo que constituye un elemento distintivo clave en términos de cómo entendemos nuestro papel como un actor del Norte global. También examinamos específicamente el nexo de colusión y colaboración entre los actores del Norte global y los operadores del Sur global en el contexto de la explotación de recursos naturales. Por ejemplo, en 2014-2015, Global Witness realizó una intensa labor con Michelin y Perelli (dos de los principales productores mundiales de neumáticos) para apoyar a estas empresas en la revisión de sus políticas medioambientales y de abastecimiento social de caucho con el fin de incorporar un compromiso de cero deforestaciones y cero acaparamientos de tierras. Desempeñamos un papel de defensa y promoción al impulsar que Michelin asumiera un compromiso con nuestras ONG aliadas durante un periodo de dos años. Nuestras investigaciones se basan en la coordinación mutua con nuestras organizaciones aliadas, en este caso en Camboya y Laos, que tienen vínculos estrechos con las comunidades locales afectadas por el acaparamiento de tierras, y que a menudo confían en Global Witness y otros aliados para que hablen en su nombre por temor a las amenazas, la intimidación y los asesinatos.

 

This video is a product of the independent Learning Review of the Strengthening Human Rights Worldwide global initiative of the Ford Foundation.

Nuestra metodología es: investigar, exponer y defender. Cuando investigamos un problema, por lo general se trata de una variedad de transacciones financieras, o una serie de tratos corruptos. Por ejemplo, en el caso de Nigeria descrito anteriormente, el dinero que habría constituido la mayor parte del presupuesto de salud y educación del país, en cambio, terminó forrando los bolsillos de las personas que participaron en la transacción. Para ser claros, no pretendemos representar las voces de la población nigeriana. Lo que estamos haciendo es afirmar que ese dinero le pertenece a Nigeria, no a los pocos individuos que se están adueñando del mismo en la actualidad, y que dicho dinero debe ser devuelto a Nigeria. En este caso, hemos estado colaborando estrechamente con el fiscal nigeriano que está tratando de repatriar esos fondos, y con las organizaciones sobre el terreno que están preocupadas por la corrupción en la industria del petróleo y el gas.

Pero confrontar a los más poderosos del mundo puede ser un proyecto arriesgado. Global Witness ha documentado 583 asesinatos de defensores de los derechos medioambientales y de la tierra desde que comenzó 2015, la mayoría de ellos dedicados a combatir los abusos empresariales. Los datos más recientes indican que se cometieron 197 asesinatos el año pasado. Dado que el trabajo que hacemos suele ser muy peligroso, debemos asegurarnos de poner en práctica una variedad de protocolos de seguridad digital y física. En consecuencia, hay muchos aliados con los que nos comunicamos exclusivamente a través de cuentas personales de correo electrónico o de comunicaciones cifradas, o es posible que ni siquiera usemos formas electrónicas de comunicación.

Si bien los efectos de los abusos cometidos por el sector empresarial suelen sentirse más duramente en las zonas más pobres o marginadas del mundo, los fondos para luchar contra ellos siguen estando en gran medida en manos de las organizaciones que operan en el Norte global. Por lo tanto, es fundamental crear alianzas sólidas, sostenidas y equitativas. Existe un desequilibrio de poder intrínseco siempre que el dinero cambia de manos, así que lo que comienza como una alianza genuina basada en valores compartidos y un entendimiento estratégico en común puede pervertirse por el carácter de la relación financiera. Cuando tenemos relaciones financieras con aliados, que no están generalizadas en nuestros programas, tomamos medidas para garantizar que ellos no estén obligados a cumplir metas o planes de trabajo inflexibles que no se ajusten a la realidad de las campañas, como puede ser el caso con algunos gobiernos donantes, y que tengan la libertad de orientarnos en cuanto a las decisiones sobre los mejores enfoques estratégicos a adoptar. En algunos de los casos en los que financiamos a nuestros aliados, hemos desempeñado una función esencial para evitar que dichos aliados estén expuestos directamente a los financiadores gubernamentales internacionales, muchos de los cuales imponen estructuras abrumadoras y difíciles de gestionar.

Con demasiada frecuencia, surgen problemas porque las personas involucradas en esas alianzas realmente no escuchan. O el desequilibrio de poder es tal que las ONG del Norte o de Occidente imponen demasiado su propia perspectiva sobre el problema, y los actores del Sur global son incapaces de hacer oír su voz, o estos actores ni siquiera expresan perspectivas distintas. Sin embargo, una perspectiva desde el Sur global conlleva, en muchas ocasiones, una experiencia real de los problemas y de cómo diversas soluciones han funcionado o fracasado a través del tiempo. Para combatir la corrupción y el poder empresarial explotador, las organizaciones necesitan tener un verdadero respeto mutuo y reconocer lo que pueden aprender unas de otras, y los aliados tienen que trazar un camino compartido para seguir adelante con base en ese respeto.