¿Qué significaría para los derechos humanos una nueva Guerra Fría entre China y EE. UU.?

Un manifestante en Hong Kong sostiene un cartel en el que se lee "No a la extradición a China. Condenar la brutalidad policial", junio, 2019. Crédito: Wirestock / iStock

En Estados Unidos, la polarización partidista ha alcanzado un nivel sin precedentes desde mediados del siglo XIX. Los demócratas y los republicanos se oponen en la mayoría de las cuestiones básicas, incluida la creencia fundamental en la democracia. Sin embargo, hay una cuestión que parece unir a los partidos: la amenaza que supone China para la hegemonía estadounidense.

Recientemente, el Comité Selecto del Congreso de Estados Unidos sobre la Competencia Estratégica entre Estados Unidos y el Partido Comunista Chino (PCC) celebró su primera audiencia, titulada "¿La amenaza del Partido Comunista Chino para Estados Unidos?". A uno se le perdonaría no ser capaz de distinguir a los republicanos de los demócratas, ya que todos los miembros del comité tenían una fuerte retórica sobre la amenaza que el PCC representa para Estados Unidos.

De forma simultánea, los dirigentes chinos intensificaron su propia retórica belicosa sobre Estados Unidos. Sin lugar a dudas, la relación entre Estados Unidos y China se ha agriado hasta tal punto que se puede estar seguro de que la era del compromiso entre ambos países ha llegado a su fin.

No sólo eso, sino que los dos países se deslizan cada vez más hacia lo que algunos denominan una "nueva Guerra Fría", en la que el compromiso ha sido sustituido por un antagonismo que roza el conflicto potencial. Una Guerra Fría entre Estados Unidos y China tendría graves consecuencias para muchas cuestiones mundiales, entre ellas los derechos humanos.

        

La amenaza del gobierno chino a los derechos humanos

La amenaza que supone el gobierno chino para los derechos humanos dentro de China es bien conocida y está bien documentada. El silenciamiento de la disidencia, la vigilancia abrumadora y constante, un sistema político autocrático, la represión de minorías étnicas como los uigures y la reciente toma de Hong Kong y el cierre de su democracia son algunas de las graves violaciones de los derechos humanos que ha perpetrado el gobierno chino.

Lo que quizá sea menos conocido o esté menos documentado es el impacto del gobierno chino en el régimen internacional de derechos humanos. Un reciente informe de Human Rights Watch destaca el papel que el gobierno chino ha adoptado para socavar el sistema internacional de derechos humanos. El informe señala que, bajo Xi Jinping, "el gobierno chino no sólo pretende neutralizar el escrutinio de China por parte de los mecanismos de derechos humanos de la ONU, sino que también aspira a neutralizar la capacidad de ese sistema para exigir responsabilidades a cualquier gobierno por violaciones graves de los derechos humanos".

El ascenso de China como posible rival hegemónico de Estados Unidos supone una amenaza grave y a largo plazo para el régimen internacional de derechos humanos. El gobierno chino lleva mucho tiempo insistiendo en la importancia de la soberanía estatal y la aplicación de los derechos humanos "en su contexto" o según el estado de desarrollo de cada país. En abstracto, esto no es objetable, pero en la práctica sólo se utiliza como excusa para no aplicar los derechos civiles y políticos. Además, como señala Rhoda Howard-Hassmann, la soberanía estatal es "el mayor impedimento jurídico y práctico para los derechos humanos universales".

Una Guerra Fría entre Estados Unidos y China podría fracturar el orden internacional liberal, incluido el sistema de derechos humanos. Aunque Estados Unidos se considera a menudo exento del derecho internacional y de los tratados internacionales de derechos humanos, también intenta, a menudo de manera hipócrita, que otros países rindan cuentas ante el derecho internacional.

El énfasis exagerado del gobierno chino en la soberanía estatal sólo puede tratar de socavar el desarrollo ulterior de los derechos humanos a escala internacional. Además, la política exterior china podría atraer a más países a su esfera de influencia con promesas, cumplidas o no, de no injerencia en sus asuntos internos. Uno ve que esto ocurre hasta cierto punto con algunos de los esfuerzos económicos internacionales chinos, como la Iniciativa Belt and Road y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, que minimizan el enfoque en el desarrollo basado en los derechos en contraste con otros prestamistas económicos internacionales.

Unos primeros indicadores también sugieren cierto descontento con estas iniciativas lideradas por China, ya que han atrapado a algunos países en una dependencia de China cargada de deuda. Tal vez los dirigentes de los países consideren beneficioso acercarse a la esfera de influencia china, pero es dudoso que estas poblaciones lo deseen.

 

¿Un renovado interés de Estados Unidos por los derechos humanos?

La Guerra Fría entre Estados Unidos y sus aliados occidentales y la Unión Soviética y su esfera de influencia es conocida por carecer de un enfrentamiento militar directo entre sus beligerantes. Por supuesto, el hecho de calificar ese conflicto de "frío" oculta las numerosas guerras indirectas alimentadas por ambos bandos y la enorme carnicería humana que las acompañó. Una Guerra Fría entre Estados Unidos y China que se recrudeciera por Taiwán o el Mar de China Meridional sería un desastre catastrófico y una tragedia para los derechos humanos de todos los implicados.

Sin embargo, existe un camino ciertamente precario en el que el aumento de las tensiones entre EE. UU. y China conduce a un régimen de derechos humanos más fuerte porque EE. UU. tiene un interés renovado en promoverlo para contrarrestar la influencia de China a nivel mundial. Desde el "gran avance" de los derechos humanos en la década de 1970, los derechos humanos, al menos retóricamente, han sido una característica de la política exterior estadounidense. Su énfasis fluctúa con la composición partidista de la presidencia y el Congreso, pero la promoción de la democracia y los derechos humanos, de nuevo al menos retóricamente, ha sido una característica estable de la política exterior estadounidense.

Un nuevo compromiso por parte de Estados Unidos para promover los derechos humanos y apoyar a las instituciones internacionales de derechos humanos (o al menos abstenerse de socavarlas), incluso si se despliega cínicamente para contrarrestar a China, podría conducir a un régimen de derechos humanos más fuerte y eficaz. En las cumbres sobre democracia del Presidente Biden se vislumbra un atisbo de este movimiento.

Sin embargo, utilizar los derechos humanos como arma contra China también puede tener consecuencias negativas, sobre todo en Estados Unidos. Los políticos estadounidenses que critican agresivamente al PCC, aunque estén justificados, deben ser conscientes de que ello puede provocar represalias contra los ciudadanos chinos en Estados Unidos, los chino-estadounidenses y los asiático-estadounidenses en general. Los delitos motivados por el odio contra los estadounidenses de origen asiático han aumentado peligrosamente en los últimos años, y el aumento de la retórica beligerante de los políticos podría dar lugar a más y socavar los mismos derechos humanos que pretenden defender.