Cuando los defensores y activistas de los derechos humanos hablamos de los efectos de la crisis climática, solemos hacer hincapié en los aspectos biológicos, químicos y físicos de este fenómeno. Así, el debate ha girado en torno a las herramientas científicas y técnicas para la adaptación, mitigación o bien, un enfoque basado en el mercado. Cada vez más, los activistas climáticos entendemos y alzamos la voz sobre los efectos devastadores de la crisis climática en relación con el pleno ejercicio y garantía de los derechos humanos -incluidos el derecho a la alimentación, al agua y al saneamiento, a un medio ambiente sano, a la salud, a la autodeterminación y al libre desarrollo- de los 8.000 millones de personas que habitan el planeta.
Sin embargo, este análisis basado en los derechos ha tendido a adoptar una postura de neutralidad de género. Si el objetivo es garantizar la justicia social, los defensores deben contextualizar los efectos de esta crisis climática para reconocer una realidad social en la que todos mantenemos las relaciones respecto al género. Más concretamente, estas relaciones se caracterizan por la desigualdad y una asimetría de poder que sitúa a diversos grupos en diferentes estados de riesgo y vulnerabilidad dentro de la actual crisis climática.
Históricamente, las mujeres y las niñas sufren una discriminación sistémica derivada de los estereotipos y los roles sociales, económicos y políticos diferenciados que se les asignan en culturas y sociedades de todo el mundo. Su vulnerabilidad social y política las sitúa en una situación de mayor riesgo climático. Además, muchos de los efectos adversos que pueden sufrir las mujeres y las niñas tienen su origen en los efectos de la crisis climática relacionados con el acceso y la garantía y el pleno ejercicio de sus derechos de salud sexual y reproductiva.
A nivel práctico, la crisis climática tiene implicaciones directas en la violación de los derechos de salud sexual y reproductiva de mujeres y niñas: el aumento de la contaminación atmosférica y de las temperaturas puede provocar partos prematuros y bajas tasas de natalidad; el aumento de la pobreza y la inseguridad alimentaria repercuten en la salud materna y neonatal; y los impactos de fenómenos meteorológicos extremos que ponen en peligro el acceso al agua potable afectan al acceso de las mujeres a la misma para su higiene personal -incluida la menstrual- o para garantizar unas condiciones saludables en torno al parto. Los efectos climáticos también dañan las instalaciones e infraestructuras sanitarias, impidiendo el acceso a los servicios de salud y provocando interrupciones en la cadena de suministro de la anticoncepción moderna voluntaria, como demostró la pandemia COVID-19.
Además de estos efectos directos, la crisis climática también tiene implicaciones indirectas para los derechos de género. La creciente gravedad y frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos -como la subida del nivel del mar, las lluvias y los huracanes- crean perturbaciones en la economía familiar. Efectos como la pérdida de empleos y recursos, las crisis humanitarias y los desplazamientos forzosos pueden provocar un aumento de los índices de violencia sexual y de género, incluido el tráfico sexual y prácticas nocivas como el matrimonio precoz y las uniones forzosas.
Aunque las niñas y las mujeres sufren violaciones desproporcionadas en su pleno acceso a sus derechos de salud sexual y reproductiva, la crisis climática también pone en peligro los derechos de salud de las personas con orientaciones sexuales marginadas y diversas identidades y expresiones de género, que también se encuentran en un estado de vulnerabilidad derivado de la desigualdad estructural. Por ejemplo, las enfermedades emergentes han provocado interrupciones en la cadena de suministro de medicamentos en los sistemas sanitarios. Estos desabastecimientos de medicamentos suponen un riesgo especial para las personas trans que necesitan acceder a la terapia hormonal sustitutiva.
Hoy es necesario reconocer lo siguiente:
- Las soluciones climáticas eficaces deben integrar la perspectiva de género e interseccionalidad en las políticas y programas relativos a la adaptación al cambio climático y su mitigación. Un paso fundamental, por ejemplo, es realizar un análisis de género a la hora de proponer soluciones basadas en pruebas. Algunos países están tomando medidas para integrar el vínculo entre género y cambio climático en sus políticas medioambientales: por ejemplo, el programa piloto de "hipotecas verdes" de Uzbekistán ayudó al 67% de los hogares rurales encabezados por mujeres a acceder a tecnologías energéticas. Chile ha creado una tabla de género y cambio climático con una lista de comprobación que incorpora las cuestiones de género a los instrumentos nacionales dedicados a la mitigación del cambio climático. Su gobierno también está desarrollando una nueva metodología -con perspectiva de género- que evalúa los presupuestos públicos a través de la lente del cambio climático.
- Las soluciones climáticas deben reconocer la importancia de los derechos a la salud sexual y reproductiva (SDSR) como eje crucial para la resiliencia y la adaptación al cambio climático. Estas acciones deben centrarse en eliminar las formas estructurales de desigualdad y garantizar que las personas puedan participar en la toma de decisiones sobre el futuro del mundo. Entre los pasos críticos se incluye la mejora de los sistemas de datos para tener en cuenta y prever los impactos diferenciados del cambio climático sobre la SDSR, la violencia de género y las prácticas nocivas, así como intensificar los esfuerzos para recopilar y utilizar datos desglosados que permitan identificar a los grupos vulnerables al cambio climático y preparar presupuestos climáticos con una perspectiva de género y componentes relacionados con los derechos de salud sexual y reproductiva.
Si los defensores y activistas pretenden abordar los efectos de la crisis climática y construir un mundo sostenible, debemos reconocer que la lucha por la justicia social exigirá hacer visible nuestra realidad de género. La comunidad de derechos debe seguir analizando cómo se diferencian los impactos climáticos y cómo afectan a nuestra salud. Hoy, debemos instar a nuestros legisladores a garantizar que las soluciones y respuestas propuestas a la crisis climática incluyan una perspectiva de género e interseccionalidad, garantizando la resiliencia climática de las políticas y programas de salud en todo el mundo.