La integración de una perspectiva psicosocial en el trabajo de derechos humanos

A través de mi trabajo con Peace Brigades International (PBI) (Brigadas Internacionales de Paz), he estado en contacto con varios miembros de ONG locales e internacionales que trabajan en temas de derechos humanos, pero pocas (si es que alguna) de estas organizaciones han integrado un enfoque claro para contrarrestar los efectos psicosociales negativos del trabajo de derechos humanos en contextos represivos.

Como consultor independiente, colaboré hace poco tiempo con PBI para documentar y sistematizar el trabajo que ha realizado PBI México durante los últimos 10 años. Nuestro estudio de caso indica que la inclusión de una perspectiva psicosocial puede ser un mecanismo importante para fortalecer las organizaciones de derechos humanos y a sus integrantes. En nuestras encuestas y entrevistas, antiguos miembros y miembros actuales de la organización dieron una variedad de ejemplos de cómo la integración de una perspectiva psicosocial, además del uso de protocolos y herramientas específicos, llevó a un aumento de la resiliencia, una reducción de los conflictos internos y mejoras en el trabajo de seguridad y protección.

Las personas que están conscientes de los efectos psicosociales de la represión están más dispuestas a priorizar un autocuidado adecuado.

Las entrevistas y encuestas también revelaron que la sensibilización y la concienciación acerca de los efectos psicosociales de la violencia política (y del trabajo de derechos humanos en esos contextos) son elementos clave: las personas que están conscientes de los efectos psicosociales de la represión están más dispuestas a priorizar un autocuidado adecuado.

Para aumentar esta conciencia, PBI ofreció talleres periódicos sobre salud mental facilitados por una experta externa, los cuales abordaron los efectos de la violencia y los problemas que enfrentan los miembros de la organización en su trabajo cotidiano. PBI también facilitó la realización de talleres autogestionados; estos son talleres que los mismos equipos organizan y gestionan para trabajar sobre temas relacionados con la salud mental. Estos talleres —que aprovechan las herramientas existentes y los conocimientos, las capacidades y las experiencias previas de cada integrante del equipo— ayudaron al personal y a los y las voluntarias a reconocer los efectos negativos y a desarrollar estrategias para evitar, afrontar o contrarrestar estos efectos.

Otra herramienta importante que incorporó la organización fueron las “rondas de ondas”: espacios al comienzo de las reuniones (en persona o virtuales) en los que cada persona puede comentar sobre cómo está y sobre los aspectos que influyen en su bienestar (laboral o personal) y en los que los integrantes del equipo pueden escuchar como están los demás y expresar sus necesidades e inquietudes. La excesiva carga laboral y la dinámica del trabajo de derechos humanos en el terreno pueden generar situaciones en las que los integrantes del equipo no sepan cómo están sus compañeros; esta falta de comunicación puede llevar a malentendidos, roces y conflictos. Si se utilizan de manera adecuada, las rondas de ondas pueden ser una herramienta útil para evitar conflictos y fomentar el apoyo mutuo. La herramienta ayudó a acostumbrar al personal y los y las voluntarias a incluir la expresión de emociones y el “bienestar” (o la falta del mismo) en ciertos espacios, y en muchas ocasiones los miembros del equipo notaron que aumentó la empatía entre ellos.  


Flickr/Jonathan McIntosh (Some rights reserved)

"Paseo de Humanidad" (Parade of Humanity), a painted metal mural, is attached to the Mexican side of the US border wall in the city of Heroica Nogales.


Además, PBI México creó “mínimos de salud mental”, que son compromisos individuales de parte de los miembros del equipo de practicar el autocuidado y mantener un buen estado de salud mental durante el año de trabajo en el terreno. Estos compromisos mínimos son diferentes para cada miembro del equipo e implican cosas sencillas como practicar algún deporte al menos una vez a la semana, escribir todos los días e ir a clases de baile.

Surgen a partir de un proceso individual de reflexión (a veces impulsado u orientado por un taller) y se comparten con los otros miembros del equipo para que todos estén enterados de las necesidades de los demás. La implementación de estos mínimos se realiza de manera individual, pero si surge una dinámica de estrés relacionada con una falta de implementación, el equipo utiliza los talleres o las “rondas de ondas” para realizar un seguimiento colectivo. Como tal, los mínimos ayudan a reducir los conflictos con respecto a la diversidad de perspectivas sobre la gestión del trabajo y el autocuidado.

La organización también decidió implementar la rotación de ciertas tareas, tomando en cuenta la salud mental de los miembros del equipo. Un ejemplo es la persona que está de guardia. Esta persona es responsable de estar al pendiente del teléfono y el buzón de correo electrónico para responder a las situaciones de emergencia. PBI ha hecho un esfuerzo por evitar que las mismas personas estén expuestas a los testimonios más difíciles, como los de las víctimas de tortura o desapariciones forzadas. “Durante mi año, los momentos más duros emocionalmente a los que me enfrenté fueron testimonios de madres de desaparecidos”, afirmó un voluntario. En los talleres, la experta externa proporcionó herramientas para lidiar mejor con esta clase de situaciones y, al mismo tiempo, el sistema de rotación evitó una exposición constante a estos testimonios.

Finalmente, PBI ofreció programas de apoyo individual con terapeutas a través de Skype. Este es un servicio externo de apoyo a los miembros de PBI (personal pagado y voluntariado) para que puedan evitar o afrontar las situaciones o periodos de estrés o carga emocional. PBI tiene un acuerdo de trabajo con la Asociación Europea de Terapia Gestalt, en virtud del cual sus miembros pueden solicitar asesoramiento individual sin costo en cualquier momento durante su servicio (antes, durante y después del año de voluntariado, y también para el personal remunerado) a fin de evitar el desgaste y el trauma secundario. Cuando comenzó la colaboración, el personal no utilizaban mucho este servicio específico. PBI México comenzó a promover esta oportunidad de apoyo e incorporó más información sobre el servicio en la capacitación y orientación tanto del personal como de los y las voluntarias. Ahora, este servicio se utiliza de manera regular y varias personas destacaron su importancia en los cuestionarios y entrevistas.

PBI México utilizó ampliamente los servicios de una experta profesional externa para ayudar a los equipos que trabajan en el terreno a enfrentar los efectos psicosociales negativos de la dinámica inherente al trabajo de derechos humanos en el terreno. Antes de esta colaboración (hace diez años), se trabajaba poco el tema de la salud mental y el trabajo de acompañamiento de PBI México no consideraba adecuadamente (si es que lo hacía) los aspectos psicosociales del trabajo de seguridad y protección para los defensores de derechos humanos. Aunque al principio hubo resistencia de parte de algunos miembros, las personas cambiaron de opinión rápidamente una vez que experimentaron el apoyo. Con el tiempo, la colaboración con la experta externa llevó a la integración de un enfoque psicosocial en el trabajo interno y externo de la organización. Un ejemplo público de esta integración es la guía de facilitación de PBI México para los talleres de seguridad y protección, la cual incorpora expresamente una perspectiva psicosocial en cada módulo de capacitación.

Si bien observamos que los talleres con la experta externa fueron de especial importancia, la combinación de los diferentes protocolos y herramientas fue lo que llevó a una integración adecuada de la perspectiva psicosocial. El apoyo continuo a través de los talleres periódicos contribuyó a desarrollar o ajustar estos protocolos y herramientas para hacerlos más efectivos. Encontramos que los procesos participativos eran importantes, ya que el compromiso y la implementación dependen de la aceptación de todos los integrantes del equipo; para evitar la resistencia o la dependencia de la intervención, los mecanismos de afrontamiento no deben ser impuestos desde afuera. Nuestro estudio también ilustra la necesidad de crear una cultura organizacional que no solo permita y promueva el uso de tiempo y recursos para el bienestar y la salud mental, sino que realmente lo integre como una parte importante del trabajo de derechos humanos que sea obligatoria y se refleje en los planes de trabajo y las descripciones de los puestos. Si no ocurre esta incorporación, observamos que el autocuidado se va quedando de lado o pierde prioridad en las agendas, a menudo sobrecargadas, de los y las defensoras de derechos humanos y sus organizaciones.

Ciertamente, el enfoque de trabajo horizontal y participativo de PBI ha facilitado los avances, pero la mayoría de las herramientas y los protocolos descritas en el estudio de caso se pueden integrar y adaptar en otras ONG locales e internacionales. Además, un estudio de caso similar al que realizamos también podría ayudar a las organizaciones a identificar sus necesidades específicas.

Por supuesto, siguen siendo necesarios un cambio cultural y un esfuerzo de sensibilización considerable para fomentar el bienestar y contrarrestar los efectos negativos de la represión en el sector. Sin embargo, es posible generar cambios profundos en el personal y la organización mediante la inversión en el apoyo psicosocial y una implementación adecuada del mismo.