Mientras continúa la pandemia y el despliegue de la vacuna sigue revelando profundas desigualdades entre países y al interior de ellos, los últimos dieciocho meses han sido una oportunidad para hacer un inventario personal y como una comunidad basada en derechos. A continuación podrá encontrar las respuestas de varios profesionales de los derechos de todo el mundo. El objetivo de esta serie era breve y sencillo: compartir una idea que hubieran adquirido acerca de la vida, el mundo o los derechos humanos en el último año. Pero como se puede leer y escuchar, las respuestas, aunque breves, son todo menos simples. Reflejan la variedad de experiencias y enfoques que se puede tener cuando se enfrenta a un momento de transformación a gran escala. Esperamos que estas reflexiones acerca de la pandemia brinden ideas e inspiración para el futuro de los derechos humanos más allá de la pandemia.
Felogene Anumo, Kenia
"¡Despertar y reimaginar!" Esta frase ha adquirido un significado totalmente nuevo en mi vida, y creo que en nuestras vidas colectivas. El año 2020 ha puesto a prueba a nuestra sociedad de formas que nadie podría haber previsto. Como madre de un niño de siete años, he redescubierto fuentes de creatividad cuando las escuelas de Kenia cerraron durante casi un año.
La crisis asistencial que hemos presenciado ha sido de proporciones épicas. En el último año, he tenido que replantearme lo que significan las conexiones y qué es lo que acerca a las personas. Algunas de mis relaciones más estrechas hoy en día son con las personas que están físicamente más alejadas de mí. Me he refinado con el fuego del aislamiento, la frustración y la incertidumbre del momento. Vivo menos en movimiento y me he visto obligada a salir del ciclo de “ida y vuelta” al que me había acostumbrado. Esto me ha permitido experimentar cierta profundidad y amplitud en las relaciones y los rituales.
Es también en este momento que he recordado constantemente el lema feminista: lo personal es político. Estamos viviendo un momento en el que los movimientos por la justicia social han reforzado sus demandas para reconocer que lo que antes se consideraba imposible es realmente posible. Desde el indulto fiscal por el coronavirus para amortiguar los efectos de la pandemia aquí en Kenia, hasta los llamados del Movimiento por las Vidas Negras para reimaginar la seguridad pública y desfinanciar la policía en Estados Unidos. La protección social de los trabajadores, devolviendo al público servicios como el suministro de agua y saneamiento para las comunidades de bajos ingresos y la gestión pública de los hospitales privados.
Aunque la promesa de desplegar la vacuna significa que podemos volver lentamente a la “normalidad” y que las medidas políticas pueden ser provisionales y de corta duración, espero que quede arraigado en nuestras mentes lo que realmente importa. El poder de la comunidad, la necesidad del cuidado para sostener nuestras economías y la verdad de que todo es posible. La mayoría de las veces —¡y ciertamente en el futuro!— dependerá de nosotros, pero esta vez hizo falta toda una pandemia para verlo.
Felogene es una activista feminista keniana radicada en Nairobi.
Koldo Casla, Reino Unido
El año 2020 fue en el que supimos que existía una cosa llamada “el número R”, el año en el que debatimos la contundencia de las pruebas sobre la capacidad protectora de las mascarillas, el año en el que esperamos con ansia un comunicado de prensa de una agencia reguladora de sanidad a la que nunca habíamos prestado mucha atención. Las políticas fiscales y socioeconómicas que eran inimaginables hace quince meses se convirtieron en la nueva corriente temporal, puesta en marcha tanto por gobiernos de derechas como de izquierdas. En 2020, las reglas cambiaban de manera rápida, a veces de la noche a la mañana. Los gobiernos recurrieron a orientaciones, a menudo inaplicables, cuando las leyes no pudieron aprobarse siguiendo el procedimiento general en el que normalmente se aprueban las leyes. La crisis de 2020 es también la crisis de 2021. Esta crisis nos está recordando la importancia de la bondad y el apoyo colectivo, el valor de tener instituciones públicas fuertes a las que podamos recurrir cuando las necesitemos. Uno podría sentirse tentado a pronosticar, o a pensar de forma ilusoria, que esta pandemia nos dará una lección sobre la necesidad de revertir el compromiso ideológico ciego con el neoliberalismo de las últimas cuatro décadas.
Puede que estemos en el interregno de Gramsci, cuando lo viejo está muriendo y lo nuevo no puede nacer, pero yo no apostaría por ello todavía. La llamada “nueva normalidad” puede acabar significando lo de siempre. Por mi parte, seguiré defendiendo que necesitamos más igualdad y más solidaridad. Pero sólo el tiempo dirá si la crisis sanitaria actual no conlleva consecuencias similares o peores que las de anteriores crisis financieras, con crecientes desigualdades entre ricos y pobres, entre poderosos y desposeídos. En oftalmología, 20/20 significa una visión perfecta, pero no creo que la tengamos en 2020. Seguir trabajando en ello es un buen plan para 2021.
Koldo es profesor y director de la Clínica del Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Essex.
Kerem Ciftcioglu, Turquía
Hola, soy Kerem, desde Estambul, Turquía. Creo que hay algo que es a la vez esperanzador y aterrador en la forma en que me he adaptado a la vida con la pandemia. La parte esperanzadora tiene que ver con la resiliencia. He visto que puedo adaptarme a las duras condiciones y encontrar la manera de seguir adelante. Cuando la vida tal y como la conocemos se interrumpió de una forma que sólo podíamos imaginar en el contexto de una película distópica, todos encontramos nuevas formas de conectarnos, celebrar y amar. Conseguimos crear nuevas posibilidades para tratar de sacar lo mejor de una mala situación. Sin embargo, hay un aspecto negativo en la forma en que podemos adaptarnos. Creo que se trata de que no podemos parar, detenernos y reconocer lo que acaba de suceder. Sé que yo no lo he hecho suficientemente. Esto se sabe por el hecho de que la cantidad de trabajo que hice no ha cambiado, sino que ha aumentado durante este tiempo. ¿Esto es normal? La última vez que lo comprobé, se trataba de una interrupción de nuestras vidas de una escala histórica. ¿No deberíamos haber dejado lo que hacíamos antes de adaptarnos? Creo que nos da más miedo parar incluso cuando se compara con la propia pandemia. Y desde esta perspectiva, creo que nuestra capacidad de resistencia para seguir adelante a cualquier precio puede convertirse en nuestro punto débil. Y en cierto modo, creo que esta falta de reconocimiento puede pensarse como sinónimo de la forma en que respondemos a las calamidades en torno a los derechos humanos como personas en este campo. Y por lo tanto, lo que saco de esta pandemia es que la reflexión es importante. La reflexión es más fácil en tiempos normales y es más difícil en tiempos extraordinarios; sin embargo, es el momento en que más la necesitamos.
Kerem es responsable de comunicación en el Centro de la Memoria de la Verdad y la Justicia de Estambul (Turquía).
Tenzin Dolker, Tibet/E.E.U.U.
Mi feminismo me ha ayudado a prosperar como mujer tibetana de color con una historia familiar de clase trabajadora y refugiada. Mientras el mundo que nos rodea se desmorona, lo cual afectó de manera desproporcionada a los más vulnerables, incluidos mis propios seres queridos cercanos y lejanos, reflexiono sobre este regalo de la práctica feminista de mis ancestras, mentoras y amigas. Y junto con una fuerte comunidad de cuidado, mi feminismo me ha mantenido con los pies en la tierra, apoyada y persistiendo durante una época de gran agitación humana.
Mientras nuestro planeta hacía su última vuelta alrededor del sol en 2019, yo también di una vuelta propia : Di a luz a una hermosa vida humana en este tumultuoso mundo de sufrimiento.
Mi feminismo siempre me enseñó a abogar, sin pedir disculpas, tanto dentro como fuera del hogar. Luché con las escrupulosas compañías de seguros para conseguir la mejor atención materna que merecíamos. Con mi marido, que también es feminista, aprendimos y practicamos la “paternidad compartida”. Después de nuestra licencia de paternidad, formamos burbujas con nuestros padres que ayudaron a cuidar a nuestro pequeño bebé mientras yo hacía malabares con el trabajo de tiempo completo, la investigación y el servicio comunitario. En AWID, defendí y escribí sobre los recursos de la organización feminista. Con amigos y familiares, nombré y hablé sobre las dificultades y el dolor de pasar por un parto con un desgarro de tercer grado, el costo para la mente y el cuerpo, y los largos meses de recuperación. Hablé abiertamente porque con demasiada frecuencia el dolor y el cuerpo de las mujeres, especialmente de las mujeres de color, se socaban de formas violentas, tanto por el Estado como por la sociedad, una y otra vez.
Si no, ¿cómo podemos explicar las desigualdades estructurales que conducen a una tasa de mortalidad tan alta de las madres de color en Estados Unidos y en todo el mundo? ¿Y los continuos ataques a nuestros derechos sexuales y reproductivos básicos? ¿Y la falta de licencias de maternidad, las desigualdades salariales y la falta de un salario digno? Todos estos son derechos humanos básicos, y son la base de una sociedad humana. Sin embargo, muchos de estos derechos fundamentales no se garantizan, en especial para los pobres, la clase trabajadora, las mujeres LGBTIQ y BIPOC.
Así que el 2020 desenmascaró esto de una vez por todas: nuestras políticas, sistemas e instituciones no están diseñados para gente como nosotros. Sin embargo, resistimos, luchamos y persistimos, tanto dentro como fuera de casa. Porque la larga lucha por los derechos humanos básicos y las transformaciones sociales feministas continúa. Sin embargo, como pronosticó hace años uno de los paradigmas de la verdad de nuestro tiempo, Arundhati Roy, “Otro mundo no sólo es posible, sino que está en camino. En un día tranquilo, puedo oír su respiración”.
Tenzin es coordinadora de movimientos feministas en la Asociación para los Derechos de las Mujeres y el Desarrollo (AWID).
Mary Louise Dumas, Filipinas
Aunque no me corresponde relatar la experiencia de nuestras comunidades asociadas, observé que la pandemia se utilizó para aislar políticamente a las comunidades remotas. Lo que había sido una reivindicación unificada de derechos se vio en riesgo de convertirse en luchas separadas. Incluso dentro de un mismo Dominio Ancestral, si contenía distintas divisiones geopolíticas, sus líderes no podían moverse libremente para consultar y hablar con la gente.
Al estar radicada en una ciudad, la institución con la que trabajo intentó servir de puente entre las comunidades, así como con los organismos gubernamentales. También intentamos introducir plataformas en línea en comunidades que antes no tenían acceso a internet. Aunque era difícil y había comunidades remotas a las que realmente no podíamos llegar, había una apariencia de conexión.
En los centros urbanos, el trabajo de promoción tuvo que evolucionar. Al obligar a la gente a depender sobre todo de las campañas en línea, la pandemia puso de manifiesto las burbujas en las que se han envuelto muchos movimientos sociales y ambientales. ¿Quién asiste a las charlas en Zoom? ¿A quién le gustan las publicaciones de los eventos? Suelen ser las personas que ya están comprometidas con un trabajo similar. Y a diferencia de las movilizaciones masivas in situ, no hay transeúntes ni personas que puedan ver las pancartas, ni oír los mensajes que se gritan. En internet, la gente sólo ve lo que quiere ver, lo que ha estado viendo. Estas plataformas comerciales son, de hecho, eficaces anteojeras sociales. Además, está la avalancha de noticias falsas que no se controla.
¿Cómo podría llegar un mensaje sobre el ambiente o los pueblos indígenas a las personas que buscan internet para divertirse y reírse? Creo que el método más eficaz que he visto ha sido ir a lo personal. Si las cadenas de correo electrónico podían llegar a un público más amplio, también podían hacerlo los mensajes relevantes. Esta sencilla cadena de información se basa en el círculo inmediato de amigos de una persona y en la capacidad de elaborar mensajes eficaces. Empieza por algo pequeño, pero podría tomar impulso para abarcar diferentes grupos sociales, para llegar más allá de las burbujas en las que trabajamos.
Mary Louise Dumas es una activista de derechos humanos de Filipinas. Lleva más de una década trabajando con pueblos indígenas y grupos de agricultores como profesional de la comunicación para el desarrollo. Tiene un máster en medios de comunicación y estudios sobre la paz y los conflictos.
Youssef Farhat, E.E.U.U.
La covid-19 ha removido la dolorosa realidad de estar en el armario. La vulnerabilidad, la soledad, la dependencia del otro y la necesidad de protegerme a mí mismo y al otro. Entonces aprendí que no tengo nada que ocultar. En cambio, tengo algo que dar y que dentro de mí hierve una suave revolución.
Youssef es profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Dayton.
Maimouna Jallow, Kenia
Hola, me llamo Maimouna Jallow. Soy dramaturga, directora de cine y también especialista en comunicación. Durante la pandemia de la covid-19, cuando todo el exterior se detuvo, empecé a escucharme a mí misma de una manera que no había podido hacer en mucho tiempo. Fue como si hubiera encontrado una caja de tesoros que llevaba años en el fondo del océano. Y de repente, tuve el tiempo y, quizás más importante, el silencio que necesitaba para abrirla. Y ahí dentro, lo personal se entrelazaba con lo político y lo social, así que cuando quise gritar sobre la injusticia social en mi ciudad, Nairobi, pero me sentía silenciada e impotente para llegar a los oídos de los gobernantes, empecé a escribir de nuevo y escribí una obra que pone a los ciudadanos de a pie en el centro y expone las penurias a las que se enfrentan. Uno de los personajes lo expresa perfectamente cuando dice “intentamos vivir bien, pero la ciudad nos escupe todos los días como cucarachas”. Así que después de haber escrito la obra, cuando no pude ponerla en escena porque, por supuesto, los teatros de todo el mundo, como todo lo demás excepto el comercio mundial, al parecer, habían cerrado, la convertí en una película experimental y cada vez que mis planes se ponían patas arriba, me daba cuenta de nuestro poder de adaptación como humanos. Y este periodo me ha enseñado que, si estamos dispuestos a ser flexibles, podemos encontrar nuevas formas de hacer las cosas. Y si podemos transformarnos a nosotros mismos, nada nos impide aprender nuevas formas de transformar el mundo que nos rodea.
Maïmouna es una consultora de comunicación y narradora radicada en Kenia.
Shivani Jacelon, Trinidad/E.E.U.U.
Este año me ha enseñado la importancia de la introspección. Como mujer, inmigrante recién llegada a Estados Unidos, persona de color y abogada, la pausa creada por la pandemia me hizo detenerme y reflexionar no sólo sobre lo que significa ser humano, sino sobre cómo nuestras diferentes experiencias de humanidad, como la raza, el género, el estatus migratorio y la situación económica, influyeron de manera profunda en la forma en que la pandemia moldeó nuestras vidas. Este año me ha enseñado, a través de esta introspección, y también escuchando y tratando de entender mejor las narrativas de los demás, que la interseccionalidad es muy importante cuando se examinan los derechos humanos. Y cómo los derechos humanos pueden y deben responder a crisis como la de la covid-19. Este año me ha impulsado a recordar, aceptar y utilizar mis propias narrativas de interseccionalidad para reconocer y utilizar mejor mi privilegio como abogada que está en posición de luchar por otros que no son tan privilegiados como yo. Este año, por encima de todo, me ha hecho querer ser más que yo misma y afrontar y superar mis propias inseguridades y mis propias dudas para ayudar a otros que necesitan que todos luchen de su lado.
Shivani es una abogada radicada en Nueva York.
Tarini Manchanda, India
Este año ha sido una montaña rusa, pero nuestras vidas personales finalmente se entrelazaron con las públicas. Cuando todos empezamos a tener más tiempo en casa y a reflexionar sobre el equilibrio entre la vida laboral y la personal, me di cuenta de que ninguna cantidad de inacción, expresión o intención puede abordar realmente los grandes problemas de nuestro tiempo. Vivimos en sistemas diseñados para funcionar de forma irrelevante para los problemas inmediatos. La especulación conduce a una hipótesis tras otra, pero se hace poco para proteger y gestionar lo que ya está sufriendo o se está perdiendo. Si queremos resolver algo, tenemos que permanecer despiertos y conscientes de nuestro entorno inmediato, el local, aquel cuyas vidas afectan a las nuestras, incluso cuando escribimos sobre cuestiones globales que conciernen a un público más amplio. Es importante mantener el acceso a nuestros mundos personales y reimaginar el trabajo, y seguir siendo compasivos.
Tarini es escritora y cineasta.
Pooven Moodley, Sudáfrica
Como humanidad, o no sabemos cómo unir los puntos o de forma deliberada no queremos unirlos en términos de dónde estamos en el planeta en este momento. Incluso con la covid-19, quiero decir, lo que hemos visto es una trayectoria que nos va a llevar a la sexta extinción masiva, dada la aceleración de una serie de proyectos, extractivos, de combustibles fósiles, que siguen diezmando el planeta. Así que, a medida que nos acercamos a este momento tan crucial, las comunidades indígenas han estado diciendo que tenemos unos cuatro años para cambiar fundamentalmente la situación en la que nos encontramos. Y lo que vemos en este momento es un aumento de las violaciones de los derechos humanos que se producen en todo el mundo, así como la destrucción del ambiente. Así que supongo que la gran pregunta es, ya sabes, al reflexionar sobre este tiempo, este es el momento en términos de humanidad, este es el momento para nosotros de cambiar las cosas fundamental y radicalmente. Y creo que tenemos que encontrar formas nuevas o viejas y diferentes de hacerlo, algunas de las estrategias que hemos estado probando durante décadas, ya sabes, han ayudado hasta cierto punto, pero creo que, ya sabes, va a ser una lucha continua y algo que no podemos permitirnos el lujo de perder el vapor o perder el impulso. Así que ya es hora de que nos unamos de manera colectiva y resolvamos esto para proteger los derechos de las personas y el ambiente.
Pooven es un abogado sudafricano especializado en derechos humanos y ambiente. Es el Director Ejecutivo de Natural Justice y también es el copresidente del Consejo del Consorcio ICCA sobre la Defensa de los Territorios de la Vida.
Dimitrina Petrova, Bulgaria
Este año de pandemia ha traído consigo una serie de lecciones y, aunque quizá sea demasiado pronto para darle sentido a todo ello, me gustaría destacar dos observaciones. En primer lugar, lo terriblemente fácil que es, en circunstancias extraordinarias como las emergencias sanitarias, que los gobiernos se extralimiten y que nuestras libertades sean suprimidas. Y también lo fácil que es deshacer las igualdades, la igualdad de derechos, con impunidad. Por ejemplo, en Bulgaria, donde trabajo, las personas más vulnerables fueron defraudadas de manera masiva. Los ancianos y las personas con problemas de salud que corren un alto riesgo de morir a causa de la covid-19, son precisamente estas personas las que fueron puestas al final de la fila en el plan de vacunación. Así que esta es mi primera lección: lo frágiles que son nuestros derechos y nuestras igualdades. Mi segunda observación es sobre la tecnología y los derechos humanos. Este año de pandemia ha dejado claro que la inteligencia artificial es un riesgo para nuestras libertades. Que todos somos rehenes del algoritmo. Las empresas y los gobiernos pronto van a saberlo todo sobre nosotros. Hemos entrado en la era de la vigilancia total. Ya es posible manipular nuestras decisiones y controlar nuestras acciones. Por ello, debemos hacer frente urgentemente a las amenazas que la tecnología supone para nuestros derechos. Debemos oponernos al control y rechazar la manipulación.
Dimitrina es una defensora de los derechos humanos y la democracia con sede en Bulgaria.
Gulika Reddy, E.E.U.U.
Los abogados especializados en derechos humanos tenemos que adaptarnos de manera constante a los cambios. Puede ser el resultado de una situación geopolítica cambiante o de cambios en las necesidades y prioridades de las personas en las comunidades afectadas. También hay que sortear constantemente la incertidumbre. A menudo se trabaja en cuestiones cuyo horizonte es turbio. O cuando no hay respuestas claras o fáciles. O hay incertidumbre sobre si los problemas en los que se trabaja se resolverán alguna vez en su vida. Y, sin embargo, son esas cuestiones, las turbias, las que suponen un reto, las que hay que abordar. Y a menudo hay que ejercer el liderazgo y llevar a los demás a navegar por esa incertidumbre y guiarlos a través de ese proceso mientras tú lo haces. Y este último año con la covid-19 ha sido una forma de practicar eso, una forma de practicar la navegación por la incertidumbre, una forma de practicar la adaptabilidad al cambio. Y ha sido un recordatorio de las lecciones que aprendemos constantemente como defensores de los derechos humanos y ha servido como momento de enseñanza en las organizaciones o los estudiantes con los que trabajamos, así como un momento de aprendizaje para nosotros mismos como defensores de los derechos humanos.
Gulika es una defensora de los derechos humanos con sede en Nueva York y directora en funciones de la Clínica de Derechos Humanos.
Carlos Rosero, Colombia
Este último año es un río de ideas e imágenes que hacen preguntas y a veces certezas. Con un colega activista nos preguntamos ¿qué pasó con los neardentales?. Y nos respondimos que los Homo Sapiens Sapiens, es decir nosotros, también desapareceremos de la tierra. No somos dueños de la naturaleza y el colapso de muchos ecosistemas como resultado de nuestra intervención, prepara aceleradamente el camino de nuestra extinción. La comprensión de sabernos animales terminó por quitarnos el último atisbo de miedo frente a la muerte. Todos vamos a morir individual y como especie. Por ahora no hay excepciones a esta regla. Somos una especie en riesgo de extinción.
El 27 de agosto se conmemoró un año más de la expedición de la Ley 70 de 1993. Desde el comienzo de la cuarentena defendimos la idea de medidas especiales, entre ellas un plan y presupuestos específicos para atender a los pueblos indígenas y comunidades negras por estar más expuestos, tener menos infraestructura de salud y condiciones para atender la emergencia. En un país que consagra la diversidad étnica y cultural, el derecho a la igualdad y acciones afirmativas para enfrentar las desigualdades, ese día, la ministra del interior dijo que el virus nos afectaba a todos por igual y que no habría plan especial para nadie. La pandemia se encargó de develar el racismo en muchas de sus dimensiones. Colombia no fue la excepción.
La pandemia significó más control de actores armados en nuestros territorios. En estos, la reactivación económica ya es una mayor expansión de cultivos con fines ilícitos, minería ilegal e inconstitucional. Más guerra, militarización, desplazados, asesinados, confinados, destrucción del tejido cultural y organizativo de las comunidades y destrucción ambiental - incluyendo las fumigaciones-.
Nuestras élites no han aprendido la lección.
Carlos es el fundador del Proceso de Comunidades Negras en Colombia (PCN).
Rafael Uzcátegui, Venezuela
Luego de un año de medidas de distanciamiento social, se ha debilitado la sensación de seguridad que habíamos desarrollado como especie, sobrevivir sin amenazas, contando con la expectativa de una larga esperanza de vida. El conocimiento científico y técnico así como el desarrollo urbano nos hizo creer que estamos ajenos a las amenazas que habían diezmado la población en siglos anteriores. La pandemia del coronavirus ha destruido esta certeza. La respuesta a la pandemia en la mayoría de los países ha sido errática e ineficiente. En el caso venezolano, el régimen de Nicolás Maduro ha enfrentado la pandemia, no como una emergencia sanitaria sino como un amenaza a su gobernabilidad. Las cifras reales sobre la evolución de la enfermedad se han ocultado, siendo sustituidas por la propaganda que asegura que todo está controlado y que tenemos las cifras menores de contagios y fallecidos del continente. Los ciudadanos hemos tenido que valernos por nosotros mismos por lo que la preservación de la salud se ha privatizado por la vía de los hechos. Pero esa situación tiene un lado positivo. Durante mucho tiempo, los venezolanos nos describíamos como solidarios y generosos. Una cultura de cooperación que floreció durante los años de riqueza petrolera. Esto pareció desaparecer debido la reciente e intensa intervención gubernamental, pero, sin políticas públicas que nos protejan, los venezolanos hemos tenido que cuidarnos a nosotros mismos y nos hemos visto obligados a compartir platos de sopa con nuestros vecinos enfermos o colaborar con el crowdfunding de otros venezolanos que no conocíamos. Dentro de la pesadilla entonces han aparecido cocuyos de esperanza sobre la posibilidades de reconstruirnos y reimaginarnos como país.
Rafael es sociólogo y coordinador general del Programa Venezolano de Educación Acción en Derechos Humanos (PROVEA).
Patricia Tobón Yagarí, Colombia
Durante esta pandemia, aprendí a valorar la vida, y la importancia de compartir más con los seres queridos, así como la importancia de seguir manteniendo lazos de solidaridad y exigir derechos y apoyo a comunidades que han sido históricamente vulneradas. Al ver en esa pandemia la situación en la que se encuentran esas comunidades, me hice más consciente de la importancia del trabajo de apoyo por parte de las defensoras y defensores de derechos humanos a estas comunidades; acciones que son necesarias para generar un cambio y ayudar a mejorar las vidas de estas comunidades a pesar de las circunstancias de inequidad y adversidad en las que se encuentran.
Patricia es una de los once comisionados de la Comisión de la Verdad de Colombia, miembro del pueblo indígena embera chamí y abogada constitucional.
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