Hacer investigación colaborativa en medio de la crisis. Observatorio sobre desaparición e impunidad en México.

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Padres y madres de estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa se manifiestan en Ciudad de México en 2020. El Gobierno mexicano prometió avances de justicia en una reunión en Palacio Nacional con padres de los 43 estudiantes desaparecidos hace seis años en Ayotzinapa, en el sur del país. EFE/José Pazos


En el Observatorio sobre Desaparición e Impunidad en México —integrado por la Universidad de Minnesota, FLACSO-México, el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y la Universidad de Oxford— hacemos investigación colaborativa en un contexto de crisis de derechos humanos. 

El tema de la desaparición es grave en México: entre 2007 y febrero de 2021, más de 80 000 personas han desaparecido o permanecen desaparecidas. Desde que iniciamos el proyecto en noviembre de 2015, más de 36 000 desaparecieron y no han sido localizadas. En pocas palabras, investigamos las desapariciones mientras van ocurriendo en un escenario cambiante, en el que además tenemos vínculos estrechos con quienes responden en las primeras filas: las organizaciones de derechos humanos y los grupos de familiares de personas desaparecidas. 

El tema de las desapariciones está en constante cambio y nuestro trabajo en el Observatorio ha ido de la mano con organizaciones que tienen que vivir esas fluctuaciones. Todos los días desaparecen personas, cambian las zonas geográficas más críticas, surgen nuevos grupos de familiares para buscar a sus seres queridos, se modifican los marcos legales y las herramientas para hacerlos efectivos, se ponen en marcha nuevas instituciones y se alteran las posiciones del movimiento de derechos humanos y sus coaliciones. 

Hacer investigación en un entorno como este tiene muchos desafíos; sin embargo, me quiero referir al que considero más importante: el de nuestra identidad.

La pregunta que surgió una y otra vez fue cuál era nuestro rol en este contexto. El equipo del Observatorio tuvo largas, y muchas veces acaloradas, discusiones acerca de esto. Entre nosotras había personas que considerábamos que deberíamos estar en las primeras filas, acompañar las demandas de las víctimas y contribuir a amplificarlas; pero también había otras que creíamos que deberíamos ser selectivas, porque el estar en la primera fila no era el lugar desde el que más podíamos aportar y era necesario construir una voz propia que complementara de manera dinámica (y no sólo replicara) la de las víctimas. Optamos por esta segunda aproximación. Discutimos, difundimos y dimos nuestro punto de vista siempre guiado por el principio de no hacer daño a las víctimas y a su causa.

El desafío de nuestra identidad estuvo presente desde el punto de partida del Observatorio: un seminario y un taller que tuvieron lugar en la Universidad de Minnesota en octubre de 2015. Participamos académicxs de diferentes instituciones de México y EE.UU., y defensorxs de derechos humanos mexicanxs de organizaciones locales y nacionales. Este encuentro, por momentos terso y por momentos tenso, generó un diálogo entre las necesidades de quienes estaban enfrentando a diario la crisis de derechos humanos en el país, y quienes podíamos colaborar con ellxs. Las perspectivas y prioridades sobre el problema no fueron totalmente coincidentes y esto requirió movimientos y adaptaciones mutuas.

Desde ese momento, en línea con el modelo de Minnesota, hemos caminado juntxs con organizaciones de derechos humanos, familiares de personas desaparecidas y tomadores de decisión. Mapeamos las dinámicas de las desapariciones en el noreste del país, analizamos su relación con contextos locales específicos, problematizamos los regímenes de violencia en que se insertan y las respuestas estatales frente a esta tragedia.

Definitivamente nuestro trabajo se enriqueció gracias a ese modelo, las preguntas que orientaron la investigación se construyeron con nuestras aliadas, las diferentes organizaciones de la sociedad civil nacionales y sobre todo locales (Ciudadano en Apoyo a los Derechos Humanos-CADHAC de Nuevo León, y el Centro Diocesano para los derechos Humanos Fray Juan de Larios-CDDHFJL) y los resultados se discutieron en común. Esta cercanía con quienes estaban en las primeras filas buscando a sus seres queridos, acompañando víctimas en los estados, o haciendo incidencia, lo cual es nuestra principal fortaleza, otra vez nos enfrentó al dilema de nuestra identidad.

Las tensiones a lo largo del trabajo, en definitiva, nos hicieron reflexionar sobre nuestra posición en este campo. La respuesta a la que llegamos fue que somos investigadoras y el Observatorio es un proyecto que lo mejor que podía hacer era lo que nuestras aliadas que estaban en las primeras filas no podían: mirar el panorama general, discutirlo con ellas para ver si tenía sentido el análisis y volver a pensar, si era necesario, para enriquecerlo con sus experiencias para poder continuar, conjuntamente, imaginando respuestas y estrategias. Por otra parte, a título individual, algunos miembros del Observatorio se integraron a las primeras filas como colaboradores de colectivos de familiares, miembros de consejos ciudadanos, asesores jurídicos, y eso, de manera indirecta, fortaleció el enfoque del proyecto.

Por último, quiero destacar que, para esta investigación en medio de la crisis, la colaboración internacional en el Observatorio fue uno de los mecanismos claves para construir nuestra identidad. Las colegas de Minnesota y Oxford, que vivían la trama desde otra posición, abrieron nuevas puertas de reflexión y de incidencia para todas nosotras y para nuestras aliadas. Su compromiso y su distancia de los eventos cotidianos son elementos que fortalecen este tipo de investigación colaborativa.

Hacer investigación colaborativa en contextos de crisis de derechos humanos, sea de desapariciones o de otro tipo, es fundamental para generar análisis y acciones que permitan transformar la situación. Pero también es importante la generación de espacios permanentes  de reflexión acerca de la identidad del proyecto y el rol que se asume ante las dinámicas del entorno.

 


Este artículo es parte de una asociación con el Laboratorio de Derechos Humanos de la Universidad de Minnesota. La serie explora las posibilidades y barreras para construir colaboraciones de investigación y práctica efectivas entre académicos y profesionales de los derechos humanos.