La (mala) apropiación de los derechos humanos

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Los derechos humanos siempre han sido susceptibles de interpretaciones múltiples y a veces contradictorias. Sin embargo, ahora se está produciendo algo distinto: en diferentes partes del mundo ha aparecido una serie de esfuerzos por lograr un cambio jurídico concertado en el ámbito de los derechos humanos, sobre la base de una caracterización supuestamente "reformada" de los derechos humanos, como en la Rusia de Putin, la Turquía de Erdoǧan, la India de Modi, el Brasil de Bolsonaro y los Estados Unidos de la anterior administración Trump, junto con avances en Uganda, Nigeria, Ghana y otros lugares.

Esta caracterización "reformada" incluye un énfasis novedoso en determinados derechos, como los derechos de la familia y los derechos de los no nacidos, y una exclusión de otros, como la igualdad de género y los derechos LGBTQI+, así como un uso muy selectivo de determinadas fuentes del derecho internacional de los derechos humanos mientras se ignoran otras.

En un simposio que se publicará próximamente en la Revista Internacional de Derecho Constitucional, estos argumentos y medidas se describen como apropiaciones —y, de hecho, como apropiaciones indebidas–– cuando utilizan el lenguaje de los derechos humanos al servicio de fines de carácter excluyente, represivo o antipluralista; altamente regresivos o de inversión de compromisos anteriores; y evasivos de la supervisión externa o la rendición de cuentas.

Al invocar el discurso de los derechos humanos para excluir o reprimir a determinados grupos e individuos, al tiempo que consolidan la autoridad y evitan la rendición de cuentas, las coaliciones de actores religiosos y políticos examinadas en los estudios de caso del simposio se están apropiando de manera indebida de un sistema de derechos humanos que —a pesar de las numerosas impugnaciones y críticas— se ha desarrollado durante mucho tiempo en torno a ciertos valores fundamentales, como la igualdad en dignidad humana, la inclusión y la rendición de cuentas.

Estos movimientos —como los observados recientemente en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU— pretenden revertir una serie de logros progresistas del sistema de derechos humanos en torno al género, la religión, la propiedad, la cultura y la igualdad. Los actores que se apropian de los derechos humanos de este modo han impulsado un programa antiliberal en foros internacionales como el Consejo de Derechos Humanos, han defendido interpretaciones nuevas y regresivas de fuentes históricas de derechos humanos (la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), por ejemplo) y han intentado ejercer su influencia a través de cortes de derechos humanos e instituciones nacionales de derechos humanos, así como en las leyes nacionales de derechos humanos.

 

Identificar las (malas) apropiaciones

El sistema de derechos humanos es complejo y dinámico, e implica una interacción constante entre las culturas, instituciones, actores, prácticas y valores nacionales y locales, por un lado, y el marco global y filosófico de normas y valores, por otro, a la hora de conformar el corpus de los derechos humanos.

Dado el carácter abierto de tantas disposiciones de derechos, podría pensarse que hay pocos movimientos interpretativos, si es que hay alguno, ya sean conservadores o progresistas, que puedan caracterizarse como transgresores de los límites plausibles del campo. Sin embargo, tras examinar algunos ejemplos contemporáneos destacados, se puede proponer una serie de indicadores no exhaustivos que ayudan a identificar la (mala) apropiación de los derechos humanos por parte de la nueva derecha mundial.

Los indicadores propuestos se centran en el siguiente conjunto de preguntas, que pueden plantearse a cualquier interpretación o reivindicación concreta de derechos humanos. Por ejemplo, si la reivindicación

1. tiene un objetivo o efecto excluyente, represivo o antipluralista, en lugar de ampliar la inclusión o el reconocimiento;

2. representa una desviación del cuerpo y las fuentes existentes del derecho internacional de los derechos humanos, y en particular de los desarrollos posteriores a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que siguen el propio plan de ese instrumento para que los tratados multilaterales apliquen la declaración;

3. intenta crear o afirmar una jerarquía de derechos, en la que algunos derechos son supuestamente más fundamentales, mientras que otros son tratados como subordinados o de importancia secundaria;

4. intenta convertir en chivos expiatorios a determinados grupos o de identificar a grupos o categorías de personas de los que se dice que no tienen derecho a reclamar derechos;

5. impone restricciones a la sociedad civil, ya sea en materia de financiación, organización u otras actividades, o utilizar demandas estratégicas contra la participación pública;

6. se basa en (o va acompañada de) pruebas de clara falsedad, subterfugio, "camuflaje", distorsión intencionada o polarización deliberada;

7. implica una inversión de las estrategias retóricas o jurídicas anteriores del mismo actor (lo que puede sugerir mala fe o un propósito poco sincero); y/o

8. trata de eludir o rechazar la supervisión externa o los mecanismos independientes de rendición de cuentas.

Aunque es probable que ninguno de estos indicadores por sí solo identifique de forma definitiva una apropiación de los derechos humanos como antiliberal, pretextual o transgresora de los compromisos básicos en materia de derechos humanos, algunos de ellos representan claramente señales de alarma para advertir de esa posibilidad, y varios de ellos combinados refuerzan la probabilidad de que así sea.

 

Tendencias populistas y apropiación de derechos

Los estudios de caso del simposio incluyen ejemplos de Rusia, Turquía, India, África subsahariana y las administraciones anteriores de Brasil y Estados Unidos. Demuestran con claridad tendencias paralelas dentro de una serie de acontecimientos populistas y antiliberales en todo el mundo, y añaden un contexto muy necesario al conjunto de retrocesos en materia de derechos humanos que se están produciendo.

Los estudios de caso revelan coaliciones de gobiernos populistas y conservadores –a menudo de derechas y a veces de tendencia autoritaria–, partidos políticos, abogados y asociaciones de abogados, y también actores religiosos e intereses empresariales, que a menudo comparten influencias intelectuales comunes, financiación y conexiones transnacionales.

Los estudios describen la propagación y la intensificación de las reivindicaciones de los derechos humanos a la libertad religiosa, a la conciencia y a la objeción de conciencia, a la familia y a los derechos y el control parentales, a la cultura y a la propiedad, y al derecho a la vida del feto, así como las afirmaciones de que tales derechos se sitúan en la cima de una jerarquía de derechos humanos. También demuestran una degradación o rechazo concertados de los derechos basados en la igualdad frente a la discriminación, los derechos de la mujer, los derechos de las minorías religiosas (frente a las mayorías), los derechos LGBTQI+ y los de los migrantes y refugiados, así como los derechos de los perjudicados por el cambio climático.

 

Criticar las maniobras interpretativas sin menoscabar los derechos humanos

El sistema de derechos humanos siempre ha sido objeto de numerosas críticas e impugnaciones, incluso por parte de quienes señalan sus orígenes imperialistas y su uso instrumental con fines geopolíticos y de otro tipo. Sin embargo, a pesar de estas críticas y este compromiso constantes, y también gracias a ellos, a lo largo de las décadas se ha llegado a un consenso amplio, aunque desigual, en torno a una serie de valores, normas e instituciones básicos.

Sin embargo, hoy en día, en condiciones de marcada polarización política y radicalización de los discursos, está surgiendo un conjunto bastante diferente de reivindicaciones en torno a los derechos humanos: un conjunto que excluye, subordina y margina en lugar de incluir y proteger, y que crea jerarquías al tiempo que evita cualquier mecanismo de rendición de cuentas.

Se debe animar a los académicos y defensores de los derechos humanos a que examinen, iluminen y cuestionen estos movimientos, no sea que el resultado sea un nuevo cuerpo "reformado" de derechos humanos ultraconservadores y antiliberales.