Mito y realidad: la Iglesia Católica y los derechos humanos en América Latina

En América Latina, una región conocida tanto por  su sistemática violación a los derechos humanos como por tener una predominante población católica, la influencia del catolicismo en los derechos humanos es un tema constante de debate. Realmente existe una fuerte influencia religiosa en los derechos humanos en América Latina pero ésta no proviene del pensamiento escolástico sino de la praxis de la iglesia Católica progresista.

Con frecuencia los activistas se refieren al trabajo teológico de Fray Bartolomé de las Casas, Francisco de Vitoria y hasta Fray Matías de Córdova, pero en realidad fueron los teólogos de la liberación como Ignacio Ellacuría  quienes han sido la verdadera inspiración para el movimiento de derechos humanos regional. Hoy en día, la teología de la liberación continúa siendo una influencia importante para los defensores  de derechos humanos de base. Esto  ocurre en un momento en que las ONG nacionales se han convertido en pequeñas burocracias dedicadas a  ejercer presión en elites políticas, y en el que ciertos sectores  del movimiento de derechos humanos se oponen a los derechos reproductivos de las mujeres  con base en  una interpretación católica conservadora del  derecho a la vida.


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There is a strong religious influence in Latin American human rights, but this does not really come from scholastic thought so much as from progressive the Catholic Church

 


 

ONG Católicas y Laicas en México

En las etapas tempranas del movimiento mexicano de derechos humanos, la teología de la liberación  fue muy influyente a pesar de de que su marco conceptual no estaba naturalmente vinculado  al  pensamiento democrático de la época. Sin embargo, como resultado de la represión y la violencia generalizadas que se extendieron a través de América Central y Sudamérica, los partidarios de la teología de la liberación usaron el discurso de  derechos humanos para buscar a los desaparecidos y defender a aquellos que eran torturados y arbitrariamente detenidos bajo los regímenes de la doctrina de seguridad nacional de Chile, Paraguay, Brasil, Uruguay, Argentina y Bolivia. Como consecuencia de esta realidad, los académicos  se volvieron más receptivos de las ideas democráticas y de derechos humanos: Ellacuría en particular desarrolló la idea de los derechos humanos como los “derechos de los pobres” siguiendo el argumento de la teología de la liberación de la “opción preferencial de Dios por los pobres”.

En México, una visión híbrida de derechos humanos—la mezcla de ideas de justicia social propias del pensamiento de la liberación, y de pluralidad política relacionadas conm  la transición a la democracia—estableció que las violaciones a los derechos civiles y políticos (tortura, asesinatos, detenciones arbitrarias y desapariciones forzadas) eran expresiones obvias de violaciones generalizadas  a los derechos económicos, sociales y culturales. No obstante, la primacía de la “transición a la democracia” en los años noventa pronto convirtió a los derechos económicos y sociales en nada más que un objetivo secundario. En la década siguiente, según indica Barbara Frey, todo el movimiento mexicano de derechos humanos se obsesionó con reproducirse  a sí  mismo  y su aparato burocrático, y abandonó su objetivo original de justicia social.

Actualmente, la diferencia entre las organizaciones laicas y las católicas, especialmente las locales y de base, es que  estas últimas  se encuentran en contacto con el sufrimiento del pueblo y las primeras no. En las ONG mexicanas de derechos humanos, el uso de datos y tecnicismos legales ha reemplazado a la política. Las torturas y las masacres son generalziadas en todo México, y las mujeres, los migrantes, los niños y los periodistas son el blanco tanto del crimen organizado como de fuerzas del orden corruptos.  No obstante este panorama, muchas ONG de derechos humanos se enfocan demasiado en la construcción de indicadores y  el lobby político al tiempo que compiten entre ellas para conseguir el financiamiento internacional . 

En otras palabras, las ONGs laicas nacionales ya no trabajan con las víctimas de la misma manera en que lo hacían antes de los noventa, y el trabajo que hacen ya no contribuye a aliviar el sufrimiento sino a que el gobierno lo administre. La idea de justicia de las ONG se ha hecho adminsitrativa : ¿cuántas víctimas? ¿Cómo medimos la violencia contra las mujeres? ¿Cuáles son los indicadores para el derecho a no ser torturado?

En las ONG mexicanas de derechos humanos, el uso de datos y tecnicismos legales ha reemplazado a la política

Nuevamente son las organizaciones fundamentales, muchas de ellas vinculadas a la iglesia Católica progresista, las que están en primera línea defendiendo los “derechos de los pobres”. Por ejemplo, ONG locales como CADHAC, dirigida por la hermana Consuelo Morales, son de las pocas que ayudan a los parientes de los desaparecidos en el nivel de base. El Centro de Derechos Humanos “Miguel Agustín Pro Juárez”—vinculado con los Jesuitas—es una de las pocas ONG nacionales que proporcionan aún ayuda legal y alianzas políticas para casos tales como la oposición a la minería, los proyectos hidroeléctricos y otros proyectos de “desarrollo” similares en tierras de  pueblos indígenas. 

Otro ejemplo son las organizaciones que ayudan a los inmigrantes centroamericanos  que atraviesan México en su camino a Estados Unidos. Según Mariana Celorio, aunque más de la mitad de las organizaciones que se especializan en los derechos de los migrantes no son religiosas, la mayoría de las organizaciones que proporcionan albergue, asistencia legal y ayuda humanitaria—es decir, aquellas que se mueven más allá de comunicados de prensa e informes o talleres para funcionarios de migración—están vinculadas a la pastoral social de la iglesia católica.

El giro conservador del movimiento de los derechos humanos católicos en América Latina 

Si bien es cierto que la praxis de la iglesia Católica progresista ha estado siempre en el centro del activismo de los derechos humanos en México y América Latina, su sector conservador ha ejercido también una influencia negativa. Para ser más específicos, un ala muy conservadora de la iglesia Católica se opone a los derechos reproductivos de las mujeres,  un hecho que se puede apreciar claramente en ciertos segmentos del sector de derechos humanos de América Latina, especialmente el gobierno. 

Lynn M. Morgan sostiene que con la ayuda de académicos conservadores de derechos humanos, la iglesia conservadora en Argentina ha adoptado un lenguaje de derechos humanos para introducir un programa pro-vida. Ejemplo de esto es la entrega del premio Rosa Parks a Liliana Negre de Alonso, una senadora conservadora que se opone de manera sistemática a los derechos reproductivos de las mujeres y ha evitado incluso que la Argentina participe en los encuentros de la CEDAW (Convención sobre la  Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres). La senadora Negre ha dicho que “la lucha contra el aborto es un asunto de derechos humanos” y frecuentemente se refiere a  pactos internacionales de derechos humanos para sostener sus argumentos conservadores.

En México, el programa pro-vida de derechos humanos también está ganando terreno: en 2007 la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), que se supone deberíaasegurar que las políticas gubernamentales fueran consistentes con los estándares internacionales de derechos humanos, desafió la constitucionalidad de una ley para despenalizar el aborto en la ciudad de México. La posición de la CNDH sobre el aborto se ha convertido en un problema para las ONG de derechos de las mujeres -- tanto católicas como civiles-  que se oponen a la tendencia conservadora de ciertos estados de  penalizar a las mujeres que deciden terminar sus embarazos  o abortan espontáneamente. En 2010, diversos grupos feministas hicieron campañas contra la encarcelación de seis mujeres indígenas acusadas de asesinato por haber tenido abortos espontáneos o inducidos.  Aunque la opinión del ombudsman usualmente legitimiza tales demandas, la CNDH no dio su opinión al respecto. 

Nada de esto debería sorprendernos ya que el conflicto está en la naturaleza misma del discurso de los derechos humanos. Después de todo, los derechos humanos constituyen un sitio para la lucha, para disputas de poder y la imposición de significados. Dada la fuerte influencia de la religión en América Latina, es inevitable que los discursos católicos choquen con el discurso de derechos humanos. Pero como activistas es nuestro trabajo atender estas disputas y abogar por los más desfavorecidos, a pesar de lo que la teología pudiera decir.