La esperanza contrarresta el odio en las narrativas polarizadas y populistas


Con el auge del populismo a nivel mundial, y la creciente generalización de las narrativas de extrema derecha, la manera más poderosa de desafiar el odio no es acallar a la gente a gritos, sino empoderarla. 

Cuando las personas se sienten en control de sus propias vidas, es más probable que muestren resistencia a las narrativas hostiles, y es más probable que compartan una visión positiva de la diversidad y el multiculturalismo. Las personas necesitan sentirse escuchadas y comprendidas, sentir empatía y saber que existe una alternativa positiva.

Hope not Hate se fundó con base en el principio de que, si queremos contrarrestar las narrativas de odio, debemos ofrecer esperanza. En muchas ocasiones, el odio es una respuesta a la pérdida y una expresión de la desesperación. Pero si se les presenta una alternativa que entiende y responde a su ira, la mayoría de las personas elegirán la esperanza.

La esperanza comienza con la comprensión

En el polarizado debate sobre la inmigración, donde los defensores de los derechos de los migrantes y las fronteras abiertas se enfrentan a una oposición agresiva y a veces violenta, es fácil pasar por alto a la mayoría de las personas que tienen una posición intermedia, con opiniones más moderadas y equilibradas sobre la migración. La opinión pública no es estática, pero puede moverse en cualquier dirección. Si los activistas no se dirigen a estas personas ubicadas en el medio, quienes no necesariamente piensan de la misma manera y tienen ansiedades con respecto a la migración, las únicas personas que hablarán con ellas serán quienes explotan y amplifican sus temores.

Estas conversaciones no se tratan de tolerar los prejuicios, y pueden significar algo muy distinto para las personas de color que para los aliados blancos. También hay un sector de la población que tiene actitudes hostiles arraigadas hacia los demás; simplemente no es posible cambiar la opinión de todos. Pero a muchos de nosotros en la comunidad de derechos humanos nos frena el miedo a tener “conversaciones difíciles”.

Hace poco, nuestra organización y British Future organizaron la mayor campaña de participación pública hasta la fecha en materia de inmigración, en la que se escucharon las voces de casi 20,000 personas y viajamos a 60 pueblos y ciudades de todo el Reino Unido, desde Shetland hasta Penzance, para hablar sobre la inmigración con la gente común.

Descubrimos que era posible lograr un consenso sobre la inmigración; y aunque las conversaciones que tuvimos fueron principalmente para fines de investigación, esas conversaciones en sí mismas contribuyeron a cambiar actitudes. A través de la discusión deliberativa, y eliminando el temor de ser acallados a gritos, muchos de los participantes se fueron con opiniones más positivas y matizadas sobre los temas de migración.

También descubrimos que cuando las personas hablan sobre la inmigración, proyectan narrativas nacionales a través de lo que ven en la vida cotidiana. Estas conversaciones a menudo se trataban de mucho más que la inmigración: se trataban de los hijos de las personas, sus amigos, sus problemas y frustraciones. Se trataban de oportunidades, identidad y esperanza, y de dónde se habían perdido todas esas cosas.

Cambiar las actitudes implica cambiar la atmósfera en la que se desarrollan

Las diferencias que encontramos en la forma en que las personas desarrollaban sus opiniones sobre la inmigración muchas veces reflejaban una historia más amplia de insatisfacción con la propia vida de los participantes.

En Kidderminster, una ciudad comercial en West Midlands, nos dijeron que “ya se acabaron los buenos tiempos”. La pérdida de industria y los cambios en el empleo, el declive local, junto con la transformación de los barrios y el aumento de la diversidad, hicieron que las cuestiones de identidad y el nivel de vida de las personas quedaran entrelazados.

Para compartir narrativas positivas, hay que hacer que la gente se sienta bien

Después de hablar con personas de todo el Reino Unido, descubrí que cuando las personas se sienten en control de sus propias vidas, es más probable que muestren resistencia a las narrativas hostiles, y es más probable que compartan una visión positiva de la diversidad y el multiculturalismo.

Nuestro informe reciente, Fear, Hope and Loss (Miedo, esperanza y pérdida), reúne la información de seis años de encuestas aplicadas a 43,000 personas y traza un mapa de las actitudes políticas y culturales en Inglaterra y Gales dividido en vecindarios de 1,000 hogares. Como era de esperar, encontramos que las áreas que más han perdido a lo largo del declive industrial, los lugares con poca diversidad u oportunidades son en donde más se concentra la hostilidad hacia la inmigración. Se trata de lugares en los que hasta el 61 % de las personas mayores de 16 años no cuentan con educación formal alguna, donde los empleos son escasos y cuando hay trabajo, es precario y está mal pagado.

En contraste, encontramos que las personas con una visión más positiva sobre la inmigración y el multiculturalismo se encuentran principalmente en ciudades principales o ciudades universitarias de élite, áreas prósperas donde hay muchas oportunidades.

La resistencia al cambio no depende únicamente de la disminución del bienestar y las oportunidades, pero estas ansiedades despiertan el instinto defensivo de proteger y reafirmar una posición social. En nuestras conversaciones, nos dimos cuenta de que había una sensación de injusticia que sustentaba mucha de la hostilidad hacia los inmigrantes y las minorías. La sensación de que la identidad británica o inglesa está en decadencia se acentúa en el caso de quienes sienten que algo les fue arrebatado injustamente. La idea de que las cosas están funcionando mejor en otros lugares, para otras personas, para los migrantes, orientaba un resentimiento más amplio.

Entender por qué la gente siente lo que siente acerca de la inmigración no significa tolerar los prejuicios, sino entender genuinamente lo que subyace a estas opiniones, y trabajar para reconstruir las comunidades que más han perdido.

La conmoción y la desesperación que muchos sintieron cuando Gran Bretaña votó por abandonar la UE ofrecen lecciones sobre cómo comunicar la esperanza. La eficacia de la campaña a favor de la salida consistió en ofrecer algo más, en hablar de recuperar el control. El daño económico previsto por la salida de la UE es impresionante, pero quienes quieren permanecer en la UE no triunfarán presentando panoramas apocalípticos. El pesimismo que sienten los partidarios de la permanencia simplemente no tiene eco entre las personas que desean un cambio con desesperación. En una Conversación Nacional en Grimsby, una mujer me dijo que, por supuesto, las cosas mejorarán después de que Gran Bretaña abandone la UE, porque “difícilmente podrían empeorar”.  Si los partidarios de la permanencia realmente quieren que Gran Bretaña se quede en la UE, tienen que mostrar que la situación será mejor, más justa y más esperanzadora de lo que es ahora.

Campañas con esperanza

La esperanza, un optimismo basado en la expectativa de resultados favorables en nuestras propias circunstancias, es la mejor resistencia al odio. Los motivos para tener esperanza son muy diferentes para cada persona, pero para muchos, la esperanza tiene un elemento económico. Como me dijo alguien en Grimsby, un pueblo de pescadores con enormes privaciones, la esperanza es saber que “hay una barrera que te separa de la pobreza extrema”. Puede que esto no parezca pedir mucho, pero es una esperanza que no existe en todas partes.

Para hacer campaña con esperanza, es necesario entender qué significa la esperanza para las personas, y dónde hace falta. Tenemos que crear las condiciones en las que la esperanza sea posible para todos.

El aumento de la polarización que estamos observando se debe a las crecientes divisiones en nuestra sociedad. Pero el optimismo es la mejor resistencia al odio. Si queremos cambiar el debate, debemos comenzar por entender de dónde provienen estas perspectivas, al comunicarnos de manera significativa y ofrecer esperanza.