Cómo pueden las campañas basadas en valores unir a los movimientos diversos


La mayoría de las organizaciones no gubernamentales (ONG) se definen a sí mismas a partir de las cuestiones específicas en las que trabajan (el cambio climático, los derechos humanos, la pobreza internacional), mientras que permanecen indiferentes con respecto a los valores que invocan para obtener el apoyo del público.

Si expresaran de forma más explícita la función de los valores en sus comunicaciones y estrategias globales, los diferentes grupos de interés se darían cuenta de que tienen mucho más en común de lo que piensan, y finalmente superarían las divisiones temáticas que han frustrado las respuestas sistémicas a los problemas sociales y ambientales durante décadas.

Imaginemos un mundo en el que, como ahora, hay una inquietud pública generalizada y creciente por la gran magnitud de los desafíos que enfrentamos, y una frustración cada vez mayor ante el rotundo fracaso de las cúpulas empresariales y gubernamentales para responder a estos desafíos. Pero también imaginemos que, a pesar de este malestar público, la sociedad civil aún no se ha organizado para hacer frente a los problemas sociales y ambientales. A falta de una red extensa de ONG, nadie sabe con certeza cuál es la mejor manera de canalizar el apetito público por el cambio.

En este mundo imaginado, ¿por dónde debe comenzar la comunidad de derechos humanos?

Podríamos comenzar por preguntarnos qué es lo que más nos importa en la vida. Si lo hiciéramos, encontraríamos que la mayoría de nosotros, en diversas culturas, priorizamos los valores “compasivos”: nuestras comunidades, la igualdad, la justicia social y la protección del medio ambiente.

Al parecer, este hallazgo ofrece razones enormes para tener esperanza: los valores “compasivos” predicen de manera consistente el apoyo a las medidas para enfrentar los problemas sociales y ambientales, una mayor participación cívica, una conexión más profunda con la comunidad y niveles de bienestar más altos.

Pero también nos gustaría saber cómo es que estos valores “compasivos” se reflejan tan mal en la manera en que organizamos nuestras sociedades.

Una investigación más profunda demostraría que muchas veces nuestras instituciones, sobre todo los gobiernos y empresas, socavan esos valores “compasivos”. Por desgracia, veríamos que estas instituciones nos han convencido de vernos unos a otros como personas más egoístas de lo que somos. Y la percepción de que los demás son egoístas nos lleva a tener esto en mente cuando nos comunicamos, algo que refuerza sutilmente este concepto erróneo.

Comenzaríamos a organizarnos para defender estos valores cuando se ven debilitados, y los celebraríamos e impulsaríamos cuando salen a la luz. Esto representaría un marcado contraste con respecto a las relaciones competitivas que tienen las ONG en nuestros días, las cuales compiten entre sí por la influencia política, la publicidad y los donantes. En este mundo imaginado, nadie se pregunta si el cambio climático merece más atención que los abusos contra los derechos humanos. Nadie define su aportación a la construcción de un mundo mejor delimitando su “cuestión” y considerando a los demás como “competidores en un mercado”. Esa clase de enfoque no compaginaría con los valores que unen a las comunidades de personas interesadas.

A medida que se fueran formando nuevas redes de ciudadanos interesados, su atención se desplazaría libremente entre distintas causas y se concentraría ahí donde su trabajo se considerara más importante. Aunque estas redes aprovecharían la experiencia de especialistas en distintas cuestiones, las redes no se definirían a partir del enfoque en una cuestión específica. Se definirían a partir de los valores compartidos que defienden.

Pero volviendo al mundo real, es claro que las ONG no han evolucionado de esa manera. Muchas han desarrollado marcas en torno a cuestiones específicas, y han llegado a ver a otras ONG, incluso las que trabajan en pro de los mismos fines, como competidoras. En el “dominio” que mejor conozco, la “conservación de la biodiversidad”, he trabajado para ONG que se preocupan por saber si una cuestión en particular entra dentro de su ámbito de competencia, a la vez que tratan de obtener el apoyo del público invocando una amplia gama de valores distintos y, a veces, opuestos.

Sin embargo, la gente apoya a estas ONG de acuerdo con sus valores, más que con cuestiones específicas. Al personal de una ONG de conservación le puede parecer un error que una persona llame para pedir consejo sobre cómo cuidar a un animal herido (y, según mi experiencia, esto puede ser objeto de burla). Pero es probable que el interés por la conservación y el interés por el bienestar de los animales provengan de valores estrechamente relacionados: separarlos es un simple artefacto de la forma en que se organizan las ONG.

Por el contrario, en lo que respecta a la cuestión específica en la que se centra una ONG, se despliega una gran variedad de valores (a veces contradictorios) para tratar de establecer un apoyo público más amplio. Pero invocar distintos valores no funciona de manera aditiva. Por ejemplo, las investigaciones han encontrado que los textos sobre el valor inherente del mundo natural son más eficaces para obtener apoyo para las medidas de conservación, incluso entre personas orientadas hacia los valores de la riqueza y el éxito. Agregar mensajes sobre el valor financiero del mundo natural en realidad reduce la motivación de las personas para apoyar la conservación.

Los mensajes basados en valores pueden crear sinergias de campaña a través de amplias coaliciones progresistas

Si los movimientos sociales y ambientales pudieran explicar con mayor claridad los valores que defienden y quieren promover entre otras personas, les resultaría más fácil cambiar de enfoque a través de diversas campañas, y establecer sinergias nuevas e inspiradoras. Por ejemplo, la Australian Conservation Foundation (ACF) se dirigió a sus seguidores durante un periodo de debate público sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo en Australia (véase la imagen a continuación). Lo hicieron porque se dieron cuenta de que sus objetivos y los de los defensores del matrimonio entre personas del mismo sexo estaban unidos por los valores que defendían.

 

 

Se trata de una estrategia que puede ser muy poderosa, ya que es posible que las personas estén mucho más motivadas por sus valores primordiales que por causas específicas. En otras palabras, el poder de los valores “compasivos” atraviesa cuestiones aparentemente diversas como la conservación y los derechos de las personas con discapacidad. Ninguna causa es una isla.

Al limitar nuestras actividades según las cuestiones particulares, las ONG dejamos de lado el panorama general. Los valores que resultan más eficaces para motivar la expresión de la preocupación por la biodiversidad están en consonancia, desde el punto de vista psicológico, con los valores que serán más eficaces para promover la participación pública en la defensa de los derechos humanos.

Las ONG deben trabajar juntas para fortalecer los valores sobre los que se debe construir cualquier movimiento de cambio transformador, sobre todo cuando esto las lleve más allá de su enfoque temático específico. Esto no significa que tengan que abandonar sus causas específicas, sino más bien que deben colaborar para fortalecer los valores fundamentales sobre los que se construye el apoyo a sus causas, y a otras.

Las ONG que trabajan en el ámbito de los derechos humanos deberían celebrar esa audacia y alentarla entre los colegas que trabajan en ONG centradas en otras cuestiones. Desde luego, también deberían empezar a trabajar de manera recíproca: aprovechando los valores compartidos para vincular las campañas de derechos humanos con campañas sobre cuestiones que no parecen estar relacionadas.

¿Cuáles podrían ser las implicaciones de este enfoque para, digamos, el trabajo de Amnistía Internacional sobre el cambio climático? En lugar de desarrollar este trabajo a partir de la comprensión de las amenazas materiales inmediatas que el cambio climático representa para los derechos humanos, Amnistía Internacional podría optar por reconocer públicamente la marcada concordancia entre los valores que inspiran a las personas a actuar en apoyo de los derechos humanos (es decir, el amor a los demás) y los que inspiran a las personas a actuar en apoyo del cambio climático (es decir, el amor a las personas y a todas las formas de vida). Es probable que los mensajes de este tipo sean más llamativos y, por lo tanto, más eficaces para aumentar la conciencia de las personas sobre los valores compartidos que constituyen el fundamento de cualquier compromiso sistémico y duradero para hacer del mundo un lugar mejor.