Los refugiados merecen más que atención de emergencia: la salud bucodental es un derecho humano

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En la arquitectura global de la atención a los refugiados, la salud bucodental es casi siempre una cuestión secundaria. Cuando se ofrece atención dental, suele limitarse a extracciones dentales de urgencia, para aliviar un dolor que ya no se puede soportar. Los estudios demuestran que las poblaciones desplazadas sufren altas tasas de caries no tratadas, enfermedades de las encías y pérdida de dientes, a menudo debido al acceso limitado a los servicios preventivos y restauradores.

Una revisión de 2021 en BMC Oral Health confirmó que las necesidades de salud bucodental de los refugiados están constantemente desatendidas. Millones de personas padecen enfermedades bucodentales prevenibles y tratables. Rara vez se da prioridad a su dolor y, a menudo, se pasa por alto su dignidad.

No se trata solo de una brecha en la salud pública, sino de un fracaso en materia de derechos humanos.

Por qué la salud bucodental es una cuestión de derechos humanos

Como dentista e investigador en salud pública, he sido testigo directo de esta negligencia, desde los campos de refugiados hasta los refugios urbanos. El patrón es constante: la salud bucodental queda excluida de los paquetes de atención rutinaria, rara vez se le da prioridad en las propuestas de financiación y casi nunca se integra en las estrategias de salud a largo plazo para los refugiados. A menudo, la atención dental no está clasificada como «vital» por organismos internacionales como el ACNUR y, por lo tanto, se omite de los paquetes mínimos de salud de emergencia, a pesar de que las normas Esfera, que definen las normas humanitarias y los estándares mínimos en la respuesta a desastres, destacan la atención sanitaria integral como esencial.

Esta situación crea una jerarquía del sufrimiento y da a entender que el dolor bucodental y la dignidad son menos dignos de atención urgente. También choca con marcos como la Resolución sobre salud bucodental de 2021 de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH), que afirman la indivisibilidad del bienestar físico, mental y bucodental.

La salud bucodental no es algo cosmético. Es fundamental para comer, hablar, dormir, trabajar y participar en la sociedad. Los niños con caries no tratadas tienen dificultades en la escuela. Las personas mayores con pérdida de dientes se enfrentan a retos nutricionales y sociales. Las mujeres y las niñas con enfermedades bucodentales visibles pueden alejarse de la vida comunitaria debido al estigma. Estos efectos individuales profundizan las desigualdades estructurales y refuerzan la marginación.

Descuidar la salud bucodental viola el principio de no discriminación consagrado en la legislación sobre derechos humanos. La DUDH afirma el derecho a un nivel adecuado de salud, que incluye la atención dental. La OMS reconoce la salud bucodental como parte de la cobertura sanitaria universal, pero la mayoría de los refugiados viven durante años sin acceso ni siquiera a los servicios dentales básicos. Una revisión de la OIM y la OMS de 2021 señaló la ausencia casi total de servicios de salud bucodental en los paquetes de atención esencial para las poblaciones desplazadas, y los estudios de campo realizados en Jordania, Bangladesh y Uganda mostraron retrasos de varios años o una falta total de atención.

Lagunas en la política sanitaria humanitaria

Esta exclusión rara vez es intencionada, sino más bien profundamente sistémica. Las intervenciones sanitarias en contextos humanitarios dan prioridad a la supervivencia inmediata, descuidando problemas crónicos como las enfermedades bucodentales. Sin embargo, las emergencias a menudo se convierten en crisis a largo plazo. En contextos tan prolongados, el modelo a corto plazo fracasa.

A pesar de la necesidad, la atención dental sigue estando clasificada como «no esencial». El Manual Esfera, una norma mundial para la acción humanitaria, excluye la atención dental de sus normas mínimas, excepto en casos de traumatismos o infecciones agudas. El Manual de campo interinstitucional sobre salud reproductiva no hace mención alguna a la salud bucodental. Estas omisiones reflejan limitaciones de recursos, no prioridades clínicas.

Estas omisiones pasan por alto las crecientes pruebas que relacionan la mala salud bucodental con enfermedades sistémicas: la periodontitis empeora la diabetes y las afecciones cardiovasculares, y está relacionada con resultados adversos en el embarazo. No reconocer estas conexiones socava aún más la equidad en la salud.

Aunque mi investigación se centra actualmente en el VIH y la tuberculosis en Tayikistán, el patrón es claro: los niños sufren caries sin tratar, los ancianos viven con enfermedades de las encías y pérdida de dientes, y a las personas con enfermedades crónicas se les niega la atención bucodental esencial. La carga psicológica —vergüenza, retraimiento, renuencia a hablar o sonreír— es profunda.

Una carga prevenible y desatendida

Muchos de estos retos son prevenibles. Los refugiados suelen proceder de regiones con acceso limitado a la educación en higiene dental o al agua fluorada. El desplazamiento agrava estas vulnerabilidades, pero la salud bucodental rara vez se incluye en las evaluaciones de necesidades o en los materiales de educación sanitaria de los refugios o campamentos. Esto crea un ciclo de dolor, silencio e invisibilidad.

Debemos replantearnos la salud bucodental como algo esencial. Para ello, hay que empezar por reconocer las desigualdades estructurales que impiden el acceso a la atención dental y, a continuación, actuar. Los gobiernos de acogida, las ONG y los actores sanitarios mundiales deben incluir los servicios dentales en los planes de salud para refugiados, desde revisiones hasta cuidados restauradores básicos.

Los críticos pueden argumentar que los presupuestos son limitados. Pero descuidar la salud bucodental conduce a complicaciones más costosas: intervenciones de urgencia, mala nutrición y empeoramiento de las enfermedades crónicas. Soluciones como las clínicas dentales móviles, el reparto de tareas con los trabajadores sanitarios de la comunidad y la educación en higiene adaptada a la cultura son viables y rentables.

Las prioridades de financiación también deben evolucionar. La atención dental a menudo se excluye de los presupuestos humanitarios o se relega a un segundo plano. Pero el dolor bucodental, la mala nutrición y la reducción del funcionamiento social son cuestiones de salud pública, no lujos. Las caries dentales no tratadas afectan a 2500 millones de personas en todo el mundo, y casi 1000 millones viven con enfermedades periodontales graves. Entre los refugiados, las tasas de enfermedades bucales superan el 70 %. Estas afecciones a menudo no se tratan debido a la falta de acceso.

Los donantes internacionales deben asignar fondos específicos para la salud bucal, al igual que lo hacen para la atención materna, las vacunas o la salud mental, ya que ello mejora los resultados y reduce los costos a largo plazo.

Escuchar a los refugiados: la dignidad requiere más que extracciones

Por encima de todo, debemos escuchar a los refugiados. Las comunidades desplazadas conocen sus necesidades. Entienden lo que significa vivir con un dolor invisible. Involucrarlos en el diseño de los servicios de salud bucodental, desde los materiales educativos hasta los horarios de las clínicas, garantiza que la atención sea aceptada y se mantenga. Los estudios demuestran que cuando se incluye a los refugiados en la investigación participativa, las intervenciones resultantes son más fiables, se adaptan mejor a las creencias y prácticas locales y tienen una mayor aceptación y retención.

Esta transformación puede comenzar durante la fase inicial de evaluación de las necesidades, utilizando investigaciones basadas en la comunidad, grupos focales o enlaces de salud. Los programas deben adoptar mecanismos de retroalimentación para que los servicios evolucionen en respuesta a las necesidades de la comunidad. Con una modesta inversión, estos modelos participativos pueden integrarse en la prestación de servicios de salud en un plazo de 6 a 12 meses.

La salud bucodental nunca debe considerarse un lujo. Es un espejo de la justicia sistémica, un reflejo de a quién valoramos y cuyo dolor ignoramos. Los refugiados merecen más que extracciones de emergencia; merecen la dignidad de comer, hablar y sonreír sin dolor.

El cambio no solo es posible, sino que es urgentemente necesario. Con intervenciones probadas y pruebas claras del impacto de la salud bucodental en el bienestar, el continuo abandono es indefendible. Integrar la salud bucodental en la política de refugiados no es caridad, es equidad.