El Modelo de Minnesota para los derechos humanos: cómo mejorar el saber y la práctica

Photo credit: Hunter Johnson


El historial de derechos humanos de Minnesota ha estado en la mira del público en los últimos meses, reflejado en la dolorosa muerte de George Floyd y las protestas que siguieron. Estos acontecimientos sacudieron a nuestra comunidad universitaria de derechos humanos, pero creemos que, gracias a nuestros años de trabajo creando asociaciones eficaces de investigación y práctica con grupos de la sociedad civil, estamos en una mejor posición para responder. Rechazando la idea de la producción de conocimientos desde una torre de marfil, la Universidad de Minnesota ha estado a la vanguardia de la promoción de debates honestos sobre los derechos humanos en todo el mundo y en nuestra propia comunidad.

El “Modelo de Minnesota para la investigación en materia de derechos humanos” promueve asociaciones de largo plazo entre académicos y profesionales, encaminadas a la producción de conocimientos que protejan y promuevan los derechos humanos al mismo tiempo. Nos esforzamos por generar proyectos que ejemplifiquen el cuadrante de Pasteur, donde el compromiso con la investigación básica se entrecruza con los beneficios de la investigación aplicada. Adoptamos este enfoque al afirmar que no existe una contradicción intrínseca entre el objetivo de promover los derechos humanos y el rigor académico.

En los últimos cuatro años, a través del Modelo de Minnesota, nuestro trabajo con las organizaciones asociadas en esta intersección del saber y la práctica ha apoyado dos docenas de proyectos interdisciplinarios para tratar temas tan diversos como:

  • el acceso a la justicia en Chile;

  • la atención médica para personas LGBTQ+ en los campamentos de refugiados de Kenia;

  • el papel de los excombatientes en las transiciones a la paz en Irlanda del Norte; 

  • la educación de kínder a 12.° grado sobre historias indígenas en Minnesota y Manitoba; 

  • la discriminación contra las mujeres en Etiopía, y

  • los derechos de las comunidades rurales en Colombia. 

Los docentes que participan en el modelo de Minnesota abarcan por lo menos 15 campos disciplinarios, entre ellos, salud pública, política pública, derecho, teatro y artes literarias, medicina, enfermería, educación, estudios lingüísticos, antropología, economía, sociología y ciencia política. Cada equipo de proyecto incluye un investigador del cuerpo docente y estudiantes de posgrado, que trabajan en estrecha colaboración con una organización asociada en el campo. 

Las colaboraciones de investigación con aliados de derechos humanos son menos comunes y, por lo tanto, no se comprenden tan bien como otras asociaciones entre investigadores y profesionales. A partir de nuestra experiencia colectiva, identificamos seis grandes lecciones aprendidas, que proponemos como orientación para los proyectos colaborativos de investigación y práctica en materia de derechos humanos: 

En primer lugar, los investigadores deben colaborar estrechamente con las organizaciones asociadas para crear proyectos que respondan a las necesidades más apremiantes de las comunidades en las que estas operan. 

En la esfera de los derechos humanos, las cuestiones en juego suelen ser muy polémicas y de carácter político delicado. Las investigaciones pueden revelar deficiencias gubernamentales profundas con respecto a problemas sociales o culturales de larga data —como el racismo estructural, la supresión de la memoria o la colusión con el crimen organizado— que podrían poner en riesgo tanto a los activistas como a las comunidades en las que operan. Además, es posible que los objetivos de la investigación académica no siempre se ajusten a la perspectiva de la organización asociada o a su enfoque preferido para responder a un problema de derechos humanos específico. Es esencial que los académicos elaboren los proyectos en estrecha colaboración con las organizaciones asociadas para garantizar que la investigación sea independiente y relevante a la vez.

En segundo lugar, los investigadores deben trabajar con las organizaciones asociadas desde las primeras etapas de los proyectos, incluidas las fases de diseño e implementación. 

En lugar de acercarse a las organizaciones asociadas con un conjunto predeterminado de preguntas u objetivos de investigación, los investigadores académicos deben colaborar con ellas para diseñar el proyecto y formular un plan de trabajo; obtener aprobación para la investigación tanto de las juntas de investigación de las universidades como de las comunidades locales; e incluso dar apoyo financiero a las organizaciones asociadas. A fin de identificar posibles fuentes de conflicto, los académicos y las organizaciones asociadas deben expresar claramente sus plazos y limitaciones —que obedecen al ritmo del año académico, las exigencias de los donantes o los organismos de financiamiento, los imperativos de los procesos de litigio, las políticas pendientes de ser aplicadas y las diferentes formas de trabajar. 

En tercer lugar, la investigación debe basarse en fuentes multidisciplinarias de conocimientos e ideas.

El “Laboratorio de Derechos Humanos”, un taller colegial en el que cada equipo de investigación presenta sus ideas de proyectos a un grupo diverso de profesores y estudiantes con experiencia en una variedad de disciplinas académicas y metodologías de investigación, es un aspecto central del Modelo de Minnesota. Este taller ofrece un espacio para la participación multidisciplinaria en el diseño, los métodos, la implementación y los resultados de los proyectos.

Es esencial que los académicos elaboren los proyectos en estrecha colaboración con las organizaciones asociadas para garantizar que la investigación sea independiente y relevante a la vez. 

En cuarto lugar, los investigadores deben dedicar tiempo a trabajar estrechamente en persona con sus organizaciones asociadas para formar relaciones personales sólidas. 

La presencia física genera confianza, aunque puede que las interacciones a distancia sean nuestra mejor opción en estos tiempos. En la era pos-COVID, los colaboradores deberán reunirse en sus lugares de trabajo respectivos para interactuar en las comunidades de los otros. Los proyectos del Modelo de Minnesota hacen que los estudiantes investigadores participen en estas relaciones como socios integrales, impulsándolos a hacerse preguntas difíciles a sí mismos y a la academia sobre la pertinencia, la empatía y el conocimiento. 

En quinto lugar, tanto los investigadores como las organizaciones asociadas deben ser flexibles y estar dispuestos a ajustar las prioridades de investigación y la implementación en respuesta a cambios en las circunstancias. 

Siempre habrá obstáculos en el camino. Los acontecimientos locales, nacionales e internacionales pueden modificar las prioridades de investigación o exigir un cambio en las estrategias de los activistas, lo que requiere ajustes de diseño e implementación en los proyectos en marcha. Incluso puede ser necesario cancelar el trabajo de campo previsto, debido a cambios en las circunstancias, como la intensificación de la violencia o el surgimiento de crisis de salud pública. En la era de la COVID-19, la recopilación de datos se detuvo por completo en algunos lugares, y se han postergado talleres y proyectos piloto de “investigación de acción”. Los académicos también batallan para equilibrar las exigencias de la enseñanza, la investigación y la administración, sobre todo con los retos laborales y de cuidados que supone la pandemia.

En sexto lugar, los investigadores deben compartir ampliamente las conclusiones de sus investigaciones con públicos académicos y profesionales. 

Fomentamos tanto los resultados en materia de políticas como las publicaciones académicas. Algunos ejemplos de resultados aplicados incluyen la presentación de informes amicus curiae ante tribunales nacionales o internacionales; la organización de audiencias en el Congreso; el diseño de modelos de reparación; la redacción de discursos, resoluciones e informes para los órganos de la ONU; la revisión de planes de estudio, y la capacitación de funcionarios gubernamentales y de seguridad. 

Vivimos en tiempos difíciles para los derechos humanos. Creemos que no basta con utilizar nuestro privilegio como investigadores para responder preguntas que solo son pertinentes para otros académicos. Queremos generar conocimientos aplicables al mundo real en colaboraciones recíprocas. También intentamos demostrar que es posible realizar investigaciones transformadoras sin aislarnos de nuestras comunidades y de las personas en las que basamos nuestras experiencias. Estamos decididos a mejorar el saber académico y aumentar a la vez la capacidad de los actores locales para defender los derechos humanos en nuestros barrios y poblados, en nuestro país y en todo el mundo.