Creando un espacio de sanación para defensoras de los derechos humanos

En México el 91% de las defensoras de derechos humanos viven con estrés de manera cotidiana.


Luego de varios años de reflexión en torno al autocuidado y cuidado colectivo, en agosto de 2016, la Iniciativa Mesoamericana de Defensoras (IM-Defensoras) y Consorcio Oaxaca creamos Casa La Serena: un espacio para el autocuidado, cuidado y bienestar que atiende a defensoras y activistas integrantes de las redes y articulaciones nacionales que integran la IM-Defensoras en El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y México. Algunos datos que confirman la importancia del autocuidado señalan que en México el 91% de las defensoras de derechos humanos viven con estrés de manera cotidiana. Dicho estrés no solo se genera por los riesgos que enfrentamos al interior del movimiento social o por ataques o amenazas del Estado, empresas, narcotraficantes u otros actores, sino también porque las defensoras realizan su labor en condiciones precarias, sin prestaciones sociales; el 80% de estas mujeres no reciben un salario formal por este trabajo al que dedican más de ocho horas diarias.

¿Qué principios sustentan Casa La Serena?

Los principios que transversalizan la reflexión-acción dentro de Casa La Serena, han sido discutidos dentro de la IM-Defensoras y Consorcio Oaxaca y, pretenden romper con una serie de imaginarios, mitos y tabús respecto a qué es el autocuidado y qué se necesita para practicarlo:

  1. Los espacios de defensa de derechos humanos y de activismo no son idílicos. Nuestros espacios de trabajo, en muchas ocasiones, también están permeados por una cultura machista, patriarcal, de explotación o de autoexplotación. Es vital no idealizar ni rigidizar nuestras organizaciones o movimientos sino mantenernos en constante reflexión sobre éstos, buscando la congruencia entre los ideales que defendemos y la práctica colectiva.
     
  2. La defensa de los derechos humanos o el activismo no es un sacrificio. Debido a los contextos caracterizados por la violencia en que vivimos, es común que tengamos un fuerte compromiso social e intentemos “dar todo”. Sin embargo, a través de este principio invitamos a reflexionar sobre el desgaste que genera no atender nuestras necesidades básicas para el bienestar y si de verdad lo que tenemos que hacer no puede esperar a comer, dormir, descansar y divertirse un tiempo. En muchas ocasiones, en el afán de hacer más cosas, terminamos física y mentalmente agotadas, lo que inhibe nuestra capacidad de respuesta y de atención.
     
  3. El bienestar no es un privilegio, sino un derecho. Para muchas activistas y defensoras, tener un momento de descanso es un privilegio, e incluso, se considera que trabajar en exceso es dar muestra de nuestro compromiso, pero en muchas ocasiones, con ello, solo reproducimos el mandato patriarcal de ser para otr@s. Desde Casa La Serena cuestionamos también estos roles y estereotipos de género que no son sencillos de identificar pero que al hacerlo nos permiten pensar nuestro activismo de una manera diferente.
     
  4. Ni el dinero ni el tiempo son una limitante. En muchas ocasiones las defensoras y activistas a las que les planteamos la idea del autocuidado creen que este puede significar un gasto considerable de dinero. Sin embargo, nosotras apostamos por una revalorización de los saberes locales, el contacto con la naturaleza, momentos de reflexión, ejercicios de respiración,, re-apropiación del cuerpo y el disfrute, etc.,—elementos que en ocasiones tienen que ver más con disposición que con recursos económicos.
     
  5. Cada persona sabe lo que necesita. Cada quien debe definir qué es lo que requiere a partir de una escucha honesta de sus necesidades. Lograr esto no es sencillo. Como defensoras de derechos humanos estamos muy acostumbradas al análisis y la reflexión, dejando el cuerpo de lado, lo que nos genera una desconexión con nosotras y con otras personas.
     
  6. El autocuidado es personal y colectivo. Es importante que nuestras organizaciones o colectivos—cuando las hay—sienten las bases para la reflexión en torno al autocuidado y cuidado colectivo y generen políticas  o acuerdos dirigidos a fortalecer una cultura de prevención y atención temprana del desgaste o burnout: por ejemplo, respetar días y horarios de trabajo, sistemas de compensación horaria, establecer periodos de descanso, crear mecanismos de resolución de conflictos, ampliar los derechos laborales del equipo, flexibilidad para cuidados de hijas/os, etc. En ese marco, nuestro enfoque de atención en Casa La Serena se basa en la protección integral feminista (es decir, donde la protección es holística y significa mucho más que la mera seguridad física), hemos reflexionado sobre experiencias en las que las compañeras, por el nivel de cansancio y desgaste, no han podido percibir diversos incidentes que afectan su seguridad o se han expuesto más de lo necesario.        

 

El autocuidado personal y cuidado colectivo no eliminan definitivamente el estrés ni las tensiones de la vida cotidiana  pero su práctica constante sí mejora nuestros espacios y convivencia de trabajo de manera sostenida.

¿Quiénes vienen a Casa La Serena?

En Casa La Serena se atiende en grupos de cinco personas, una defensora de cada país integrante de la IM-Defensoras, que es elegida por los grupos de autocuidado de las redes o articulaciones de defensoras en El Salvador, Honduras, Guatemala, Nicaragua y México y permanecen en la casa durante 10 días donde participarán en terapias de cuidado y sanación. También formarán parte de actividades de convivencia y reflexión. Por último, podrán participar en talleres de creatividad. Estos tres ejes se articulan en un programa de atención que se construye a partir de una entrevista diagnóstica con las defensoras que realizan la estancia en Casa La Serena.

Dentro del programa de atención es importante que las defensoras se vayan de Casa La Serena con un plan de autocuidado en el que se puntualiza concretamente qué necesitan realizar para sentirse en bienestar. Dar seguimiento a este plan implica un reto para el equipo de trabajo en Casa La Serena, para ello nos apoyamos en la comunicación a distancia y en los grupos de autocuidado de cada una de las redes nacionales que en cada país platican con las compañeras de su experiencia y de cómo hacer posible dar pasos relacionados con su plan de autocuidado.

El acompañamiento durante las estancias está a cargo del equipo de Consorcio Oaxaca y de una red de aproximadamente 15 terapeutas expertas en sus disciplinas con quienes hemos compartido nuestro enfoque de atención y hemos reflexionado también de lo que el trabajo de acompañamiento a defensoras de derechos humanos conlleva, es decir, junto con las y los terapeutas realizamos reuniones periódicas para analizar riesgos, brindamos herramientas de seguridad y hablamos de lo que nos significa acompañar casos de mujeres defensoras durante las estancias, además de que actualizamos nuestros conocimientos en las distintas disciplinas que cada terapeuta tiene.

Aprendizajes y retos

Casa La Serena nos ha enseñado la valentía y la capacidad de resiliencia de las defensoras de nuestra región, pero también los impactos en la salud, la vida personal y social de esta labor. Muchas veces, absortas en el trabajo, dejamos de mirar todo el afecto que nos circunda y empezamos a sentirnos vacías y no reconocidas.

Las estancias colectivas en Casa La Serena permiten compartir las vivencias personales y comprender que no estamos solas, que otras como nosotras, luchan no solo contra el Estado o las transnacionales sino también contra la tristeza, la culpa, el enojo, la enfermedad. Ello, fortalece nuestras luchas pues nos hace también valorarnos desde la fuerza que nos habita. La experiencia nos ha enseñado lo importante que es actuar desde lo colectivo, de allí el lema de la IM-Defensoras “las redes salvan”.

Creemos que el autocuidado, el cuidado colectivo y la sanación son estrategias de la protección integral feminista que potencializa la sostenibilidad, la creatividad y el bienestar de nuestros movimientos sociales.

Por supuesto, no es fácil, e implica reconocer nuestras propias vulnerabilidades y no solo las de las personas que acompañamos, y esto es un reto considerando el valor que se da a la fortaleza e incluso al heroísmo dentro de nuestros movimientos sociales. En ese contexto, creemos que es necesario cuestionar esas características no porque estén mal a priori sino porque nos llevan a niveles de autoexigencia muy elevados que en muchas ocasiones nos ponen en riesgos mayores. Estamos convencidas de que nuevas formas de hacer activismo y defensa de derechos humanos se están generando en todas partes del mundo y que serán más potentes en la medida en que recobremos la confianza en nuestras colegas, generemos redes y seamos conscientes de que hay muchas mujeres creando nue