¿Cómo podemos solucionar la desigualdad estructural en las redes globales?

Es un hecho: la sociedad civil no es una red plana y homogénea de organizaciones unidas, mutuamente altruistas y que comparten información de forma recíproca. Por el contrario, las investigaciones recientes demuestran que es sumamente jerárquica. Las organizaciones no son todas iguales. Muchas tienen agendas contradictorias. Todas compiten por los contratos a corto plazo. Algunas tienen más fondos, mayor visibilidad y mejor acceso a los centros internacionales de poder. Y como era de esperar, las organizaciones con más probabilidades de tener estas ventajas suelen tener sus raíces geográficas en el norte global.

La dispareja estructura de la red de la sociedad civil global afecta grandemente la agenda global de seguridad humana. Estas discrepancias de poder no sólo determinan quién tiene la autoridad, quién recibe la atención de los medios o quién obtiene subsidios o un lugar en la mesa. También determinan cuáles son las ideas que se incluyen en la agenda global y cuáles los derechos humanos que cuentan como derechos. Consecuentemente, la dispareja estructura de la red de la sociedad civil global afecta grandemente la agenda global de seguridad humana. Las jerarquías entre organizaciones determinan de quién será la agenda que prolifere a través de las redes, y los “núcleos” de las áreas temáticas difunden o cierran el paso a los temas. Pero los juicios sobre la dinámica de la red también determinan cómo toman decisiones estas “élites activistas” sobre la legitimidad de los temas.

Estas discrepancias explican por qué las investigaciones con base en encuestas realizadas a los activistas de derechos humanos del sur global, en comparación con los activistas ubicados principalmente en el norte, muestran una percepción uniforme sobre el dominio organizacional en la red de derechos humanos, pero con enormes diferencias respecto a los temas considerados como más importantes. Por ejemplo, los individuos con sede en el norte tienden a enfocarse más en las violaciones de derechos relacionados con la integridad corporal, mientras que los individuos del sur global mencionan los derechos económicos, sociales y territoriales como los más importantes.

¿Cómo podría cambiar esto? Muchos integrantes de las élites del activismo a los que entrevisté expresaron su malestar con su propio poder en relación con actores más marginalizados. Si valoramos la idea de un movimiento de derechos humanos más inclusivo, ¿cómo podrían los actores influyentes utilizar su poder para afectar el flujo de ideas, de recursos y de influencia dentro del sistema? ¿Cómo se podría aprovechar la estructura de la red de la política global para transmitir ideas de una manera más inclusiva?

Aplanar completamente las redes globales es un enfoque incorrecto. Incluso si eso pudiera suceder, probablemente generaría resultados poco óptimos para las políticas de derechos humanos. Por algo las campañas más exitosas centralizan la autoridad para definir agendas y tomar decisiones en torno a una o dos organizaciones poderosas: un enfoque unificado y centralizado permite un activismo más eficaz. Las campañas sobre armas cortas y minas terrestres mostraron que las diferencias en las estructuras de red centralizadas son una razón fundamental por la que algunas campañas tienen éxito y otras se estancan. El mismo principio se aplica a las organizaciones: una estructura interna centralizada contribuyó a que Amnistía internacional alcanzara una posición prominente en la red. La capacidad de definir la agenda le correspondía al secretariado, mientras que la capacidad de implementar la agenda se difundía a los capítulos. Una estructura organizacional diferente podría haber disminuido la efectividad de Amnistía, y de las campañas que dirigió o a las que se unió.  

El truco consiste en asegurarse de que los “núcleos” en torno a ciertas cuestiones temáticas específicas reconozcan su influencia y la expandan para incluir voces de una variedad de contextos: del sur global y de las comunidades marginalizadas del norte global. ¿Y quién tiene el poder para garantizar eso? Los donantes. Las siguientes son cinco maneras en las que se puede pensar sobre cómo la asignación de recursos puede aumentar el acceso internacional a los centros de poder.

  1. Apoyar el desarrollo de los núcleos basados en el sur global. Las organizaciones de varios temas y varios países, como Derechos/Equipo Nizkor, que centra su atención en América Latina, o la Euro-Mediterranean Human Rights Network (Red Euro-mediterránea de Derechos Humanos) en el Medio Oriente, ofrecen ejemplos de centros de información en línea que tienen la capacidad de crecer para convertirse en potencias regionales de activismo. Ocupar un lugar entre las prioridades de los donantes podría fortalecer su portafolio y habilidades de activismo en comparación con sus contrapartes del norte, lo que les permitiría ser más eficaces al ejercer presión a favor de los intereses del sur en los contextos norteños. A su vez, esto podría aumentar la voz de innumerables ONGs menos conectadas en estas regiones. También se podrían desarrollar nuevos núcleos sureños al hacer énfasis en un enfoque transnacional y multitemático que vincule las corrientes regionales con las arquitecturas globales.

  2. Apoyar el papel de mediación de las ONGs con niveles de influencia moderados. Las organizaciones menos poderosas que tienen vínculos sociales con los núcleos de activismo son un potente recurso para las organizaciones periféricas que pueden acceder a ellas para obtener asesoramiento, contactos o legitimidad. Es posible que una ONG pequeña en Bangladesh no sea capaz de establecer una conexión social significativa con Human Rights Watch, pero puede vincularse a una ONG intermedia cuyo personal conozca a alguien que trabaje en Amnistía, o pueda darle asesoramiento sobre cómo acercarse a las grandes organizaciones internacionales. De hecho, algunas ONGs de influencia moderada se especializan en estas actividades de “emparejamiento”: identifican las causas ignoradas y ayudan a los emprendedores políticos a promocionarlas ante los centros de poder. Otras ocupan estratégicamente vacíos conceptuales en las redes y ponen en contacto a comunidades dispares para crear nuevas sinergias y ampliar la agenda. Por ejemplo, Global Witness desempeñó este papel en el área de los minerales de conflicto y Article36 lo ha hecho en la red de desarme humanitario. Este tipo de “espíritu emprendedor de la red” no se trata siempre de promover una agenda específica y con frecuencia ocurre fuera del ámbito de las declaraciones de misión de las ONGs. Pero es esencial para lubricar las vías de información entre el núcleo y la periferia, y los financiadores deben proporcionar recursos para fomentarlo.  

  3. Apoyar los esfuerzos de la periferia para conseguir la participación del centro; y viceversa. Si los financiadores dan prioridad a los gastos de viaje y oportunidades de crear contactos de los activistas del sur global en los eventos importantes en el norte, durante un periodo prolongado, esto podría conducir a una ampliación y profundización de los lazos sociales dentro de la red. A pesar del florecimiento de la sociedad civil en el sur global, la mayoría de las decisiones políticas globales aún se toman en el norte. La agenda de derechos humanos de la ONU se define en Nueva York y Ginebra. Las ONGs poderosas tienen su sede en estas ciudades, en Londres o en Washington. A menudo, los activistas de bases populares alrededor del mundo carecen de las habilidades de procedimiento necesarias para participar eficazmente. Incluso cuando cuentan con habilidades para manejar las redes sociales y dominio del idioma inglés, los activistas provenientes del sur global enfrentan condiciones desiguales simplemente en términos de participación en reuniones y conferencias: necesitan hacer viajes más largos y, frecuentemente, con menos recursos. Gran parte de la lubricación social en la sociedad civil global se origina en interacciones informales en persona que se cultivan fuera de las sesiones plenarias, a través de amistades desarrolladas a lo largo de varios encuentros. Esto coloca en situación de desventaja a los activistas que viajan desde lejos, a menos que puedan regresar varias veces, conocer a las personas y aprender a manejar con fluidez los procedimientos.


    Flickr/UN Geneva (Some rights reserved)

    A Human Rights Council meeting in Geneva.


     

  4. Apoyar a las “campañas” en vez de a las ONGs. Las campañas en torno a temas específicos como el matrimonio forzado o las armas autónomas implican la construcción de coaliciones. Esto implica a su vez el tipo de creación de vínculos entre actores separados por divisiones geográficas y conceptuales que mejorará las sinergias y proporcionará vías para el intercambio de información a través de diferentes aspectos de las redes globales. Los financiadores podrían promover normas de diversidad en su apoyo a las campañas, al fijarse no solamente en la lista de organizaciones integrantes, sino también en qué comités dirigentes incluyen e involucran activamente a organizaciones del sur global. Los donantes podrían proporcionar los recursos necesarios para viajar a las reuniones de campaña y los eventos de activismo que hacen de este tipo de participación una realidad y no sólo simples palabras.

  5. Pensar más allá de la “internacionalización”. Una clase alta global que incluye individuos de muchos países sigue siendo un movimiento que excluye a los que están en los márgenes. En mis grupos focalizados con las élites de la seguridad humana se puso atención especial en incluir representantes del sur global. Eran diversos tanto en cuestión de nacionalidad como del lugar en el que estaban basados los activistas. Sin embargo, los participantes de estos grupos observaron que seguían siendo un conjunto bastante homogéneo: principalmente de origen urbano, clase media alta y con educación occidental. Uno de ellos señaló que una persona joven que ha crecido en las zonas rurales de Idaho o al interior de la ciudad de Chicago probablemente no estará más familiarizada con los mecanismos internacionales de derechos humanos ni tendrá mejor acceso a los centros globales de poder que sus contrapartes en el sudeste asiático o Latinoamérica. Para incluir realmente a las voces marginalizadas, se requiere algo más que incluir representantes de países y regiones específicos; es necesario realizar un esfuerzo global para empoderar a los individuos de las bases populares con información sobre los derechos, habilidades de procedimiento para luchar por ellos y la sensación de que existe un espacio para que se escuchen sus inquietudes en los consejos de naciones.