El viejo mundo de la participación cívica está siendo reemplazado

Hace más de 20 años, tuve una discusión animada con un destacado político alemán que se quejaba de que Terre Des Hommes, la organización a favor de los derechos infantiles que dirigía en ese entonces, interfería con la política nacional. Aborrecía nuestras actividades de promoción y campañas y exigía que “dejáramos la política para los políticos”. La perspectiva de este político estaba profundamente arraigada en una comprensión tradicional de la democracia que tomó forma durante el siglo XIX y principios del siglo XX: una vez cada cuatro o cinco años, las personas emprenderían un viaje, a menudo arduo, hasta una casilla electoral, emitirían su voto y volverían a casa; la mayoría de ellas dejarían la política en manos de los políticos hasta las siguientes elecciones.

Desde esa conversación, el crecimiento de los medios de comunicación digital significa que los políticos han perdido el monopolio de la política. La democracia representativa como la conocemos enfrenta una presión enorme en todas partes. A nivel mundial, se está desarrollando una lucha de poder entre los gobiernos y “sus” ciudadanos o, desde mi perspectiva, entre los ciudadanos y sus gobiernos. Internet ha proporcionado a cada individuo más y mejores medios para informarse, para controlar a los políticos, para expresar su opinión, para buscar el apoyo de otras personas y para formar poderosas alianzas políticas. El espacio para la participación cívica ha crecido enormemente y el poder se ha alejado de las estructuras y los actores políticos tradicionales.

Pero los políticos no solamente perdieron poder frente a los individuos: debido a la globalización acelerada, también perdieron poder ante las instituciones supranacionales, como la Unión Europea, y las globales, especialmente las empresas multinacionales. Lo que observamos hoy en día, y lo que padecemos muchos de nosotros, son las respuestas de las élites políticas tradicionales a su pérdida de poder en ambas direcciones, la local y la global: intentan reducir nuestro espacio de participación política y fomentan el nacionalismo agresivo. Por todo el mundo, se utilizan argumentos como “Tenemos que detener el terrorismo”, “Necesitamos preservar nuestra cultura o religión” o “Tenemos que asegurar nuestro nivel de vida” para justificar la discriminación contra los extranjeros o las minorías, y para restringir los derechos de los ciudadanos.

Las organizaciones de la sociedad civil están experimentando un debilitamiento de su papel tradicional de intermediarias. 

La crisis del intermediario

A medida que el mundo pasa de la democracia representativa, que depende de los políticos empoderados, a la democracia directa basada en los ciudadanos empoderados, los políticos ven cómo se reduce drásticamente su función de intermediarios entre las personas y la política. Pero los políticos no son los únicos que sufren esta pérdida de funciones de intermediación: las organizaciones de la sociedad civil están experimentando un debilitamiento similar de su papel tradicional de intermediarias. Las organizaciones de la sociedad civil (OSC) que prestan servicios, como CARE o Save the Children, enfrentan una situación en la que los donantes pueden apoyar a las organizaciones del Sur Global directamente sin tener que pasar por una OSC del Norte, y las OSC de campaña, como Greenpeace o Amnistía, tienen que reaccionar ante el hecho de que los activistas pueden encontrarse en las redes sociales y ya no necesitan un intermediario bien establecido.

Visto desde este ángulo, tanto los políticos como las OSC tradicionales son parte de un viejo mundo que está a punto de ser reemplazado por formas muy diferentes de participación cívica. Esto contrasta fuertemente con la perspectiva de la mayoría de las OSC, que perciben a la política tradicional como el problema y a las actividades tradicionales de las OSC como (parte de) la solución. La próxima generación de activistas cívicos, los que crean plataformas como Avaaz y Change.org, ven a las OSC tradicionales como dinosaurios que caerán junto con la política tradicional.


Wikimedia Commons/OsvaldoGago (Some rights reserved)

An Avaaz-sponsored climate march in Madrid, Spain. Groups like Avaaz and change.org have the ability to connect donors directly with activists throughout the world.


Recursos nuevos y diferentes para actores nuevos y diferentes

La búsqueda de nuevos modelos de negocio en nuestro sector suele estar impulsada por OSC que buscan nuevas fuentes de ingresos para financiar actividades tradicionales. Al hacerlo, pasan por alto el hecho de que frecuentemente el financiamiento para las actividades tradicionales se acaba porque se deja de considerar que dichas actividades son pertinentes y eficaces. Así, la búsqueda de nuevos modelos de negocio debería empezar con la búsqueda de nuevos enfoques para una oportunidad o un desafío específicos.

En lo que respecta a la lucha por los derechos cívicos, la primera pregunta debería ser: ¿Cuál es la forma más eficaz de dirigir la lucha por los derechos cívicos?

El movimiento de ocupación, la primavera árabe, la resistencia ciudadana en Turquía y otros acontecimientos recientes han demostrado que la gente usa las redes sociales y otros medios de comunicación digital para organizar la lucha por sus derechos. Para disgusto de muchas OSC, a estas organizaciones no se les pidió que contribuyeran y, en algunos casos, los acontecimientos las sorprendieron tanto como a otros actores del orden dominante. Por otra parte, casi ninguno de estos movimientos populares fue capaz de convertir sus avances tempranos y con frecuencia impresionantes en logros estables. Por lo general, las élites dominantes recuperaron el control, redujeron aún más el espacio para la participación ciudadana y aumentaron la opresión.

¿Cómo se pueden proteger los logros de los movimientos populares y convertirlos en un progreso estable para la creación de sociedades justas y equitativas? Una posibilidad es traer a primer plano a los sectores progresistas y bien organizados del viejo orden y ofrecer su apoyo a las comunidades de base, para ayudarles a estabilizar sus logros y convertirlos en un mejor futuro. Sin embargo, dicha coalición a favor de los derechos y la justicia requerirá cambios masivos por parte de las OSC tradicionales: tendrán que transformarse de entidades cerradas, resguardadas y con una marca establecida a plataformas abiertas que sirven a los activistas de primera línea.

 La segunda pregunta, entonces, es: ¿Qué recursos necesitamos para implementar nuestra estrategia?

De manera deliberada, no preguntamos sobre el financiamiento, sino sobre los recursos: es posible que el dinero no sea el problema principal. Muchas de las OSC bien establecidas tienen presupuestos impresionantes, pero sus estrategias no lo son tanto. Respaldar una gran cantidad de proyectos individuales puede hacer que el statu quo les resulte más tolerable a los pobres y los oprimidos, pero rara vez ayuda a superar la explotación y la opresión.

Para ser más eficaces en estos momentos de pérdida de funciones de intermediación, las OSC necesitan recursos como el acceso a los activistas de primera línea y la credibilidad ante ellos, la legitimidad y la importancia estratégica a los ojos de los movimientos populares, la capacidad de movilizar y apoyar a las personas en la lucha por sus derechos y muchos otros recursos no financieros. Es posible que las OSC ya no necesiten los grandes presupuestos que gestionan actualmente y también es posible que no sean capaces de recaudar estos grandes presupuestos en el futuro: volverse mucho más eficaces en la batalla contra la pobreza y la explotación quizás no resulte muy popular con muchos de los donantes tradicionales de las OSC, en particular aquellos que pretenden mantener el orden actual.

En su reciente artículo, Ed Rekosh presentó una lista de varios posibles modelos de negocio para obtener estos recursos; pero al final, la credibilidad y la legitimidad ante las persona que luchan por sus derechos es nuestro recurso más esencial, y lo generamos al proporcionar un apoyo eficaz. Si somos realmente eficaces en nuestro trabajo, sabremos con exactitud quiénes son nuestros amigos y nuestros enemigos. Esto puede reducir la gama de posibles donantes en comparación con las opciones que tienen las OSC hoy en día, pero sigue siendo algo positivo para los activistas: el dinero no tiene que ser el factor decisivo en la lucha por el derecho de las personas a participar en la conformación de sus sociedades.