Hacia una sociedad civil multipolar

Se publicó una versión más extensa de este artículo originalmente en el número 20 de la Revista Sur, producida por Conectas, que puede encontrarse aquí.

En casi cualquier lugar al que miremos, desde la economía hasta la demografía, el transporte aéreo y la innovación, el cambio hacia los llamados mercados “emergentes” es palpable. Pero cuando se trata del panorama de la sociedad civil, la transformación es mucho menos visible. Si bien algunas organizaciones de derechos humanos de alto perfil se están descentralizando(p. ej., Amnistía Internacional) o se trasladaron al Sur (p. ej., Action Aid International), el ritmo general de transformación en la sociedad civil parece ser mucho más lento que en otras áreas. Con base en nuestra experiencia en CIVICUS, sostenemos que la agenda global de derechos humanos se vería considerablemente fortalecida si los mismos actores de la sociedad civil del Sur hicieran un mayor esfuerzo por ver más allá de las fronteras nacionales y convertirse en ciudadanos globales en el mundo interconectado y multipolar de nuestros días.

Es muy difícil que las OSC del Sur logren destacarse en el escenario internacional cuando su posición en casa sigue siendo frágil.

El primer gran obstáculo a este cambio es el espacio cada vez más estrecho en el que trabajan muchas organizaciones de la sociedad civil (OSC) del Sur. El Informe sobre el estado de la sociedad civil de CIVICUS de 2013 subraya una tendencia a aumentar las restricciones sobre la sociedad civil, y es muy difícil que las OSC del Sur logren destacarse en el escenario internacional cuando su posición en casa sigue siendo frágil. Por ejemplo, las OSC egipcias son sometidas a una supervisión estrecha por parte de varios departamentos gubernamentales y agencias de seguridad, lo que a menudo las lleva a la autocensura. Las ONG y fundaciones bolivianas están obligadas a contribuir al desarrollo económico y social del país, tomando en cuenta las directrices nacionales y sectoriales. La ley que regula las asociaciones de Argelia limita el alcance de las actividades de las agrupaciones de la sociedad civil, y así les impide, indirectamente, emprender actividades relacionadas con los derechos humanos, la promoción de la democracia y la igualdad de género. La ley indonesia sobre organizaciones masivas impide que las OSC difundan ideología que contradiga la “Pancasila”, la filosofía del Estado. La ley contra la homosexualidad de Nigeria tiene el potencial de criminalizar a toda la comunidad de agrupaciones progresistas de la sociedad civil y defensores de derechos humanos al hacer que sea ilegal apoyar clubes y organizaciones gay. Arabia Saudita es un caso extremo, donde las agrupaciones de la sociedad civil ni siquiera tienen una protección jurídica para sus actividades programáticas y de recaudación de fondos a través de una ley de asociaciones.

Un segundo desafío está relacionado con la incapacidad de los activistas y las OSC del Sur de recibir apoyo económico de fuentes locales, por lo que a menudo se ven obligados a buscar financiamiento en el exterior. Esto, a su vez, frecuentemente reduce su credibilidad a nivel local o los deja atrapados en relaciones jerárquicas. En particular, la dependencia del financiamiento extranjero también les da a los gobiernos una poderosa influencia sobre las organizaciones que exponen la corrupción y la complicidad del Estado en las violaciones de derechos humanos.

La ley que regula las contribuciones financieras provenientes del exterior en la India, por ejemplo, exige que las OSC obtengan una aprobación oficial para poder recibir fondos internacionales, lo que sienta las bases para un control arbitrario de las actividades de las organizaciones que critican las políticas oficiales. En Etiopía, las organizaciones defensoras de derechos humanos se han visto gravemente diezmadas debido a la restrictiva ley sobre sociedades y organizaciones de beneficencia. El gobierno de Rusia ha llegado al extremo de exigir que las OSC que reciban financiamiento del exterior se identifiquen a sí mismas como “agentes extranjeros”, un término despectivo que debilita su credibilidad ante el público.

A pesar de estos desafíos, hay dos posibles razones para tener esperanzas. La primera es la expectativa de que las bases filantrópicas locales del Sur global experimenten un crecimiento considerable, gracias a que los niveles de vida están mejorando. Un informe reciente de la Charities Aid Foundation sostiene que las donaciones filantrópicas de la cada vez mayor clase media del Sur global tienen un gran potencial para transformar las sociedades, particularmente porque la participación de los países en vías de desarrollo en el PIB global excederá la de los países industrializados y ricos tradicionales de la OCDE para 2030 (después de hacer los ajustes de paridad del poder adquisitivo). Otra razón para ser optimistas es que algunos financiadores, incluidas las agencias oficiales y las fundaciones privadas, están empezando a reconocer la necesidad de financiar las OSC del Sur directamente, en vez de a través de intermediarios con sede en el Norte. 

Un tercer factor clave que inhibe a las OSC del Sur es su falta de acceso a las principales instituciones intergubernamentales. Cuestiones prácticas como las políticas discriminatorias de visas y los altos costos de viaje y alojamiento para visitar estas instituciones ubicadas principalmente en el Norte son un impedimento importante para las OSC sureñas. A pesar de que albergan tres cuartas partes de la población mundial, África y Asia solamente representan una cuarta parte de las ONG acreditadas por la ONU.

Con el tiempo, las OSC que cuentan con suficientes recursos, a menudo con sede en el Norte global, acumulan el capital cultural que les da acceso a las autoridades y los formadores de opinión. El capital cultural eleva algunas secciones de la sociedad civil global al mismo tiempo que discrimina, intencionalmente o no, a los ciudadanos de una ubicación geográfica o clase determinada, o simplemente a quienes no pueden viajar a menudo a Nueva York o Ginebra para entablar relaciones con los actores clave. 


Flickr/UNAMID (Some rights reserved)

A local NGO delivers a workshop on Human Rights in Darfur. For many NGOs in the Global South with finite funding pools, meeting urgent local challenges takes overwhelming priority over international engagement.


Finalmente, el factor más decepcionante de todos es que, para muchas OSC en el Sur, la inmensidad de los desafíos en casa y en sus inmediaciones es la prioridad abrumadora; a tal grado que les resulta complicado contar con el tiempo y los recursos para participar en asuntos globales. Además, los recursos de los donantes internacionales para apoyar iniciativas de derechos humanos y justicia social suelen ser para programas dentro del país, en vez de para influir en los debates y las agendas globales. 

Por ejemplo, cuando el gobierno de Uganda estaba en proceso de aprobar la draconiana ley contra la homosexualidad, quisimos solicitar el apoyo de las OSC africanas para que se manifestaran en contra. Logramos reunir la respetable cantidad de 25 firmantes para nuestra carta abierta al presidente Museveni, pero quedó claro que muy pocas OSC tenían el tiempo o la disposición para responder.

Para enfrentar estos obstáculos, un buen primer paso sería que las OSC del Sur le dieran  prioridad al activismo ante foros internacionales, como el Consejo de Derechos Humanos de la ONU (UNHRC, por sus siglas en inglés), a favor de un marco jurídico y regulatorio mejor y más propicio. 

En segundo lugar, tenemos que dar un mayor énfasis, a través de campañas mediáticas y de concienciación pública, a la centralidad de los derechos humanos y la justica social, de manera que se pueda enfocar ahí la atención de las fundaciones y los filántropos del Sur que tradicionalmente han apoyado iniciativas relacionas con la mitigación de la pobreza, la educación, la salud, etc., en las que los resultados son más tangibles. Varios países del Sur, incluidas democracias emergentes como la India, Brasil y Sudáfrica, están en diversos niveles de establecimiento de organismos asociados de desarrollo e instituciones financieras para apoyar el desarrollo. Es vital que las OSC del Sur se involucren en el esfuerzo para enfocar la agenda de estas instituciones en la protección y promoción de derechos humanos.

En tercer lugar, las OSC del Sur necesitan hacer un esfuerzo coordinado para convertirse en ciudadanas más globales en el mundo interconectado de hoy mediante el desarrollo de programas sobre gobernanza regional e internacional. Necesitan adquirir las habilidades y la experiencia que se requieren para desenvolverse en foros internacionales selectos que tradicionalmente han sido dominio de las ONG con sede en el Norte.

En unos veinte años más, cuando Sur - Revista Internacional de Derechos Humanos publique su edición número 40 y CIVICUS cumpla cuarenta años, esperemos que la sociedad civil sea tan multipolar como probablemente lo será la economía política.