Poner a las personas y al planeta al mando de las acciones de transformación climática

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"Artivistas" de la ONG Extinction Rebellion (Rebelión contra la Extinción) oficiaron en el cementerio de la ciudad de Glasgow un funeral simbólico por la COP26 , "fallecida" a su juicio por la falta de ambición de los líderes mundiales. EFE/ Guillermo Garrido


Dependiendo de a quién se le pregunte, la conferencia climática COP26 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que tuvo lugar en Glasgow (Escocia) en noviembre de 2021, podría describirse como un fracaso épico o un paso en la dirección correcta. En un principio, el gobierno del Reino Unido afirmó que la COP26 sería la cumbre climática más inclusiva hasta la fecha.

Al ser la primera gran convocatoria multilateral desde el comienzo de la pandemia de la covid-19, se esperaba que la conferencia abordara los retos y problemas relacionados con el clima, en especial en el Sur Global, y había grandes expectativas de abordar la emergencia climática actual. Aunque muchas personas alaban las medidas progresistas adoptadas y los acuerdos alcanzados en la COP26, queda mucho por ver acerca de la urgencia de la acción en lo que respecta a la supervivencia de las comunidades más marginadas e impactadas. En otras palabras, si no se toman medidas inmediatas, la COP26 puede considerarse otra “catástrofe climática.”

Para muchos activistas y comunidades del Sur Global, cuyas realidades ya están plagadas de variabilidad y cambio climático, las promesas y acciones acordadas en la COP26 fueron demasiado tardías, inadecuadas y excluyentes. Los daños y las consecuencias del cambio climático, sobre todo los fenómenos meteorológicos extremos como los huracanes y los ciclones, exigen medidas de adaptación urgentes y ambiciosas, que siguen sin abordarse ni financiarse de manera adecuada. Sin embargo, los gobiernos y las empresas internacionales siguen devastando las tierras y los recursos naturales de los pueblos indígenas y las comunidades locales mediante la construcción de proyectos multimillonarios de “desarrollo”.

En la COP15 celebrada en Copenhague en 2009, los países del Norte Global acordaron reunir 100 000 millones de dólares para 2020 con el fin de ayudar a los países en desarrollo a reducir la emisión de gases de efecto invernadero y contribuir a mitigar los impactos del cambio climático. Sin embargo, el objetivo no se cumplió y ahora se ha trasladado a 2023 en respuesta al ritmo actual de los compromisos, aunque la posibilidad de que esto ocurra todavía parece inalcanzable.

Los investigadores y las personas que luchan contra las duras consecuencias del cambio climático siguen expresando su descontento por la falta de compromisos más firmes para reducir las emisiones, por la voluntad de cumplir con la financiación para el clima y por el fracaso general a la hora de garantizar un mecanismo de financiación de pérdidas y daños para los países altamente vulnerables. Las pérdidas y daños se refieren a los impactos del cambio climático, en especial de los fenómenos meteorológicos extremos, que se producen a pesar de los esfuerzos de adaptación y mitigación, algunos de los cuales están mal diseñados y aplicados. Dado que estos impactos ya se están produciendo y se espera que aumenten en los próximos años, se trata de un costo que muchos países del Sur Global no podrán afrontar por sí mismos.

Sin embargo, no es la primera vez que los Estados se oponen a los esfuerzos por reducir las pérdidas físicas, y la Conferencia sobre el Cambio Climático de Bonn de 2022, que concluyó en junio, es una prueba de ello. Mientras que los diálogos de la Red de Santiago se centraron principalmente en la estructura y la operatividad, en lugar de proporcionar asistencia técnica a los países en desarrollo para hacer frente a los riesgos climáticos, los países en desarrollo, sobre todo los pequeños estados insulares, en el Diálogo de Glasgow hicieron énfasis en la importancia de la financiación de las pérdidas y los daños físicos, así como de las crisis emergentes (resultado de las pérdidas no económicas que incluyen los impactos en los recursos estatales ya vulnerables, como la salud, el bienestar mental y la educación). Los grupos de la sociedad civil también abogaron por la financiación de los impactos de los daños y perjuicios, lo que dio lugar a una falta de consenso sobre el camino a seguir.

La postura de algunos Estados parte de ignorar la necesidad de incluir los derechos humanos y el lenguaje específico de género en las negociaciones sobre la Acción para el Empoderamiento Climático (AEC) quedó clara durante las memorias de la Conferencia de Bonn y seguirá llamando a la acción a los grupos interesados de la CMNUCC como el Grupo Constituyente de Niños y Jóvenes (YOUNGO) y otros grupos de apoyo como el Grupo Constituyente de Mujeres y Género (WGC) y la Colaboración para Pérdidas y Daños. A lo largo de los años, de estos procesos ha surgido muy poco que sea jurídicamente vinculante, y las vidas y los medios de subsistencia de quienes viven lo peor de la crisis climática no pueden esperar más.

En la COP26, las dificultades logísticas —desigualdad de vacunas, controles fronterizos, complicaciones con las visas, la reducción del número de asistentes del Sur Global y la falta de consideración de las personas con discapacidad— fueron algunos de los problemas que hicieron los observadores a la Presidencia de la COP26. Al igual que la COP26, la sociedad civil criticó principalmente los procesos logísticos y de visa de la Conferencia de Bonn. Durante las interacciones con la Presidencia de la COP27, los observadores de los distintos organismos de la circunscripción exigieron que se garantizara el compromiso participativo y significativo, la accesibilidad, en especial para las personas con discapacidad, y la seguridad de la sociedad civil en Sharm El-Sheik (Egipto). También aprovecharon los pasillos del centro de conferencias para pedir que se financien las pérdidas y daños, que se integren las cuestiones de género en los distintos temas y que se proteja a los defensores del ambiente.

La inaccesibilidad a la plataforma online durante la COP26 hizo imposible, en especial para los activistas y sus comunidades, unirse a las sesiones. Para quienes pudieron asistir en persona, hubo otros retos, como los elevados costos de los vuelos y los hoteles, los cambios de última hora en las normas de cuarentena, las regulaciones de las visas y la cancelación del alojamiento, que la sociedad civil considera un reto mayor para la próxima COP27 en Sharm El-Sheik.

A pesar de que la COP26 fue un fracaso catastrófico como evento internacional acerca del clima, los actores de la sociedad civil seguirán exigiendo un mundo centrado en el cuidado y la convicción de las personas y el planeta mientras planifican acciones hacia la COP27.

Mientras los activistas y las comunidades del Sur Global se enfrentan a las emergencias climáticas, las directrices y los compromisos que parecen prometedores son sólo el primer paso para facilitar la acción concreta. Es necesario el compromiso de los líderes globales, en especial los del Norte Global, y de otros responsables en gran medida de la devastación ambiental y de la ansiedad climática, para garantizar que la financiación climática para los países en desarrollo esté centrada en las personas, que sus promesas y soluciones no sean falsas y se basen en las narrativas y experiencias de las comunidades, y que se aborde el acaparamiento de tierras y las violaciones de los derechos humanos contra los defensores del ambiente del Sur Global por parte de las empresas internacionales y los gobiernos locales.

La financiación de la lucha contra el cambio climático para los países en desarrollo sigue siendo un tema clave de debate que no sólo tendrá un impacto significativo en las vidas y los medios de subsistencia, sino también en aspectos de la identidad y la cultura de las naciones del Sur Global. Con la COP27 en el horizonte, a través de la participación inclusiva y significativa de los observadores del Sur Global, existe una demanda para que los Estados sean transparentes, rindan cuentas y colaboren en la toma de decisiones y en la implementación de los acuerdos y compromisos climáticos. De manera más concreta, existe la demanda de que se incluyan las pérdidas y daños en la agenda de la COP27. No se pueden adoptar medidas climáticas eficaces y soluciones justas desde el punto de vista del género sin la participación activa y la integración de las narrativas y los conocimientos de las personas más afectadas en el Sur Global, ya sean Estados parte o comunidades.