El laboratorio de derechos humanos: utilizar experimentos para crear mensajes efectivos

El uso de métodos de investigación experimental en el estudio de los derechos humanos ha aumentado, en particular para entender los factores que determinan la opinión pública. Por ejemplo, a través de experimentos, los académicos han puesto de relieve el poder de los medios y del encuadre sobre las normas sociales, los prejuicios, la tolerancia y el respeto de los derechos humanos. Otros experimentos han demostrado que los estadounidenses están a favor de detener la provisión de asistencia para castigar a los violadores de derechos humanos y que las doctrinas internacionales de derechos humanos afectan el comportamiento de los Estados al transformar la opinión pública sobre las prácticas de derechos humanos.

Nuestra propia investigación utiliza experimentos para analizar qué clases de campañas de incidencia en materia de derechos humanos logran cambiar la opinión de las personas y movilizarlas para que actúen.

Nuestra propia investigación utiliza experimentos para analizar qué clases de campañas de incidencia en materia de derechos humanos logran cambiar la opinión de las personas y movilizarlas para que actúen. En el experimento, diseñamos campañas simuladas (con el nombre de una organización ficticia de derechos humanos) para probar la eficacia de las estrategias de comunicación (encuadres) utilizadas con mayor frecuencia por las organizaciones de derechos humanos. Un tercio de las personas que participaron leyeron un anuncio de campaña con un encuadre personal, que enfatizaba una historia individual de victimización. Otro tercio leyó un encuadre informativo diseñado para educar al público sobre el tema. El último tercio leyó un encuadre motivacional, que enfatizaba la capacidad de acción del público para lograr cambios.


Agang South Africa/Some rights reserved

We found that personal frames were more likely to lead the audience to identify the abuse (in this case sleep deprivation during police interrogations) as a human rights violation and to sign a petition to end the practice.


Después, todos respondieron una serie de preguntas para medir sus reacciones a lo que leyeron, si reconocían el caso descrito como una violación de derechos humanos y si participarían en una campaña de acción directa para evitar violaciones similares en el futuro. Encontramos que los encuadres personales tenían más probabilidades de hacer que el público identificara el abuso (en este caso la privación del sueño durante interrogatorios policiales) como una violación de derechos humanos y firmara una petición para poner fin a la práctica. En contraste, por lo general, los encuadres informativos y motivacionales no fueron eficaces para movilizar el activismo de derechos humanos.

En un estudio de seguimiento, encontramos que, al contrario de lo que se esperaba, la eficacia de las narrativas personales no disminuía (ni aumentaba) cuando la campaña utilizaba otras estrategias de encuadre al mismo tiempo.

Sin embargo, en un tercer estudio descubrimos que cuando la campaña tenía el objetivo de fomentar las donaciones pro-sociales (donaciones financieras), era importante dar información sobre la naturaleza y el alcance de la crisis de derechos humanos, además del relato personal de victimización.

Tras un análisis más exhaustivo, los académicos han demostrado que el contenido específico y los detalles del relato personal también importan. Por ejemplo, Courtenay Conrad y sus colegas encontraron que los estadounidenses apoyan más el uso de la tortura cuando se identifica a la víctima con un nombre árabe o cuando se identifica al interrogador como un miembro de los servicios de inteligencia, en comparación con otras situaciones. El trabajo de Ana Bracic y Amanda Murdie muestra que los gobiernos pueden desacreditar a los prisioneros de conciencia al presentarlos como terroristas y, de esa manera, socavar los esfuerzos para proteger sus derechos humanos.

Los experimentos, como los descritos aquí, son particularmente valiosos ya que muchas veces pueden revelar por qué algunas campañas de incidencia tienen éxito y otras fracasan (para nuestros lectores académicos, estamos hablando de “abrir la caja negra” de los mecanismos causales). En nuestro propio trabajo, por ejemplo, hemos encontrado que la clave del éxito de las narrativas personales es la respuesta emocional que provocan en el público. Entre más empatía sienta el público hacia la víctima, y entre más fuerte sea su reacción emocional ante los efectos negativos que tuvo el abuso en la vida de la víctima, más probable será que identifiquen la práctica como una violación de los derechos humanos básicos, y que actúen para detenerla. Nuestro estudio más reciente sobre tropos de género en las campañas de derechos humanos encontró que las narrativas enfocadas en el género sobre las vidas y experiencias de las víctimas cambian las percepciones del público sobre la vulnerabilidad y la inocencia de la víctima. Estas percepciones, a su vez, determinan si el público reconocerá o no el abuso como una violación de derechos humanos, y si decidirá tomar medidas para poner fin a la práctica.

Más importante aún, la investigación experimental ofrece una oportunidad para que los académicos proporcionen un verdadero servicio a la comunidad de derechos humanos. Muchas organizaciones de derechos humanos no tienen el tiempo o los recursos para examinar cuidadosamente sus estrategias de generación de mensajes. Esto es un problema, ya que las campañas de comunicación no probadas pueden ser ineficaces, resultar contraproducentes o tener otras consecuencias no deseadas. Por ejemplo, Brendan Nyhan y sus colegas encontraron que las campañas que pretendían corregir la desinformación sobre los efectos de las vacunas en realidad aumentaron algunos errores de percepción y redujeron la intención de vacunar entre las familias con mayor probabilidad de no vacunar a sus hijos. Del mismo modo, los críticos han sostenido que los esfuerzos para hacer campaña en nombre de “las mujeres y los niños inocentes” han tenido la consecuencia no deseada de generar mayor riesgo e inseguridad para los hombres adultos y adolescentes (véase, por ejemplo, el trabajo de Charli Carpenter aquí y aquí, y las críticas de Emily Cousens y Jennifer Saul sobre las respuestas a la crisis de refugiados sirios).

Tanto a los profesionales como a los académicos de derechos humanos nos interesa el activismo con base empírica. Dados nuestros intereses y metas compartidos, resulta sorprendente la escasa frecuencia y eficacia con la que nos comunicamos y contribuimos de manera directa a nuestros respectivos esfuerzos. La investigación experimental ofrece una oportunidad para esta clase de colaboración. Los defensores pueden ayudar a los investigadores a entender mejor cómo y cuándo se utilizan las campañas de comunicación en el mundo real, y los académicos pueden utilizar los experimentos como pruebas de campo para las técnicas de incidencia e informar a los profesionales qué funciona y por qué.

* Se publicó una versión anterior de este artículo en Duck of Minerva el 9 de noviembre de 2015.