Resistencia, solidaridad y cambio narrativo tras los reveses

Crédito: Alejandro Ospina

Los retrocesos en materia de derechos humanos se producen a nuestro alrededor. A nivel mundial, estamos asistiendo a recortes de financiación, ataques a la sociedad civil, graves violaciones de los derechos humanos en conflictos armados y ataques a grupos vulnerables. También estamos siendo testigos de derrotas jurídicas. Por ejemplo, en 2022, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos anuló el derecho al aborto, el año pasado el Tribunal Constitucional de Uganda confirmó una draconiana ley contra la homosexualidad y, en Somalia, la detención de periodistas en los últimos meses ha socavado la libertad de expresión. Paralelamente, los efectos del cambio climático están afectando a comunidades de todo el mundo. En algunas partes de Oceanía, por ejemplo, el aumento del nivel del mar está causando daños irreversibles a las comunidades y representa una amenaza existencial para muchas naciones insulares.

No se trata de incidentes aislados, sino que forman parte de tendencias mundiales más amplias: el resurgimiento del autoritarismo, la crisis climática, la vigilancia y el uso indebido de las nuevas tecnologías, y las desigualdades arraigadas. Los defensores de los derechos humanos se enfrentan a la siguiente pregunta: ¿cómo podemos continuar la lucha a pesar de estos reveses y de las crecientes restricciones a la defensa de los derechos humanos? ¿Qué hacemos después de sufrir una pérdida en materia de derechos humanos?

Reimaginar las pérdidas

El progreso en materia de derechos humanos rara vez, o nunca, es lineal, y las pérdidas son inevitables. Cuando nos enfrentamos a una pérdida, está bien, e incluso es útil, dejar espacio para sentir la desesperación antes de volver a involucrarnos en el trabajo. Como nos dijo un activista de África Oriental tras una devastadora derrota legal: «Hoy lloramos y mañana luchamos».

Cuando retomamos el trabajo, vale la pena pensar en la pérdida como un momento para reevaluar y recalibrar nuestro enfoque. Un profesional de la construcción de la paz y colaborador compartió: «No hay fracasos, solo pérdidas de las que no aprendemos». Al considerar los reveses como oportunidades para la adaptación estratégica en lugar de derrotas permanentes, mantenemos nuestra resiliencia y capacidad para seguir siendo eficaces mientras abordamos luchas que duran décadas.

Diferentes momentos requieren tácticas diversas

A veces, especialmente en momentos que presentan un riesgo significativo de daño o pérdida, el trabajo debe centrarse en la protección y la seguridad. Por ejemplo, en el contexto de la criminalización de la homosexualidad, el enfoque inicial podría centrarse en los refugios y la asistencia para el exilio, en lugar de la defensa pública. Para los migrantes en situación de riesgo, puede tratarse de asistencia jurídica de emergencia. En casos de auge del autoritarismo, puede ser necesario centrarse en la documentación y la conservación de pruebas. Al mismo tiempo, estas medidas no deben ir en detrimento del trabajo en pro de un cambio estructural a largo plazo. La asistencia jurídica de emergencia, por ejemplo, debe ir acompañada de un cambio en las actitudes homófobas o xenófobas que subyacen a las draconianas leyes contra la homosexualidad y las políticas de inmigración.

Las iniciativas de defensa más eficaces requieren que reconozcamos cuándo debemos cambiar de estrategia y enfoque, adaptándonos al contexto general y a las necesidades urgentes de las comunidades sin perder de vista nuestros objetivos a largo plazo.

Solidaridad entre movimientos e interseccionalidad

Los movimientos de derechos humanos han estado a menudo vinculados a nivel internacional. Por ejemplo, en la década de 1940, los líderes de los derechos civiles en Estados Unidos compararon sus experiencias con las de los activistas por los derechos de los dalits en la India. Hoy en día, nuestras clínicas de derechos humanos trabajan en colaboración con organizaciones que se enfrentan a problemas similares en distintas regiones del mundo, y un tema común que ha surgido en las conversaciones con nuestros socios es el deseo de aprender de otros movimientos que han atravesado retos o reveses similares.

Los grupos que participan en la defensa de la libertad religiosa en África Central, por ejemplo, han expresado su interés en aprender de los esfuerzos para apoyar a las minorías religiosas en Oriente Medio y otras partes de África. Consideraron valioso participar en el apoyo entre pares y comparar tácticas y estrategias a través del aprendizaje y el intercambio transnacional. Pero igual de valioso fue simplemente saber que hay otros grupos en todo el mundo que se solidarizan con ellos.

Al mismo tiempo, la solidaridad no se limita, ni debe limitarse, a la solidaridad dentro de un movimiento concreto. En el contexto de la defensa de los derechos LGBTQI+, es importante que quienes no forman parte del movimiento se aseguren de que las personas más afectadas no estén solas. De hecho, cuando los padres, los líderes religiosos y los actores políticos alzan la voz en apoyo de los derechos de género y sexualidad, a menudo se ha permitido que el movimiento llegue a un público más amplio. Además, ese apoyo social puede tener resultados positivos para la salud y amortiguar el impacto del estrés en las comunidades que sufren altos niveles de ostracismo.

Y el proceso de solidaridad es fundamental. Como señala la activista de derechos humanos Sarah Jackson, la verdadera solidaridad transformadora no consiste en desplazar o hablar por otros, sino en centrar la agencia de las personas y comunidades afectadas y crear un espacio para el apoyo mutuo, la empatía y las relaciones horizontales.

Cambio narrativo

Como campo, necesitamos enmarcar lo que queremos en lugar de solo lo que nos oponemos. El estratega de derechos humanos Thomas Coombes ha explicado que este campo debe ofrecer soluciones y esperanza. Utiliza los movimientos por la justicia medioambiental y económica para demostrar la importancia de este cambio hacia iniciativas basadas en soluciones. En el caso del movimiento medioambiental, el cambio se produjo cuando se reconoció la diferencia entre los discursos que generaban desánimo y los que transmitían urgencia. Al reflexionar sobre la desigualdad económica, proponer soluciones innovadoras en lugar de centrarse en los perjuicios de las medidas de austeridad puede cambiar las actitudes.

Una forma importante de cultivar el cambio narrativo es contar historias. Al contar historias que conectan con las emociones y la humanidad de quienes nos rodean, nuestra defensa persuasiva puede cambiar la forma en que las personas piensan sobre los retos urgentes en materia de derechos humanos. En el contexto de la crisis climática, el abogado y escritor Julian Aguon argumenta con fuerza que son las historias cotidianas, el aspecto de nuestros hogares y lo que significan para nosotros, y no las historias de las crisis a las que nos enfrentamos, las que pueden impulsar el cambio.

A medida que buscamos involucrarnos en luchas por los derechos humanos que llevan décadas y están muy arraigadas, necesitamos reexaminar nuestra relación con la pérdida y los reveses. Al pensar intencionadamente en cómo podemos responder a los reveses, podemos empezar a trazar estrategias para seguir en la lucha, trabajar por victorias a más largo plazo y lograr un cambio transformador.