Solidaridad en la lucha por la justicia: alianzas para combatir la desigualdad en Haití

CJMM/Pixabay


Desde 2013, la Clínica de Justicia Global (GJC, por sus siglas en inglés, o “la Clínica”) de la Facultad de Derecho de NYU se ha aliado con un movimiento social en Haití que se organizó para afirmar la autodeterminación haitiana sobre el sector emergente de la minería industrial de oro. Conformado por numerosos grupos de derechos humanos, campesinos y movimientos sociales haitianos, para enero de 2013, el Kolektif Jistis Min (KJM) había descubierto información importante sobre empresas estadounidenses y canadienses que tenían permisos para la investigación, exploración y explotación de oro en Haití. Sin embargo, estos grupos también tenían muchas preguntas sin responder y buscaron apoyo para avanzar en sus objetivos. La Clínica y KJM pronto entablaron un diálogo exploratorio para determinar cómo podríamos trabajar juntos. Al principio, planteamos la relación como encaminada a fomentar los derechos humanos en el sector de la minería de oro. Seis años después, vemos el trabajo como una oposición conjunta al desarrollo de la industria minera de oro haitiana en sí. Este cambio, de una posición que manteníamos como “neutral” con respecto a los sectores extractivos en Haití a una en la que expresamos de forma conjunta nuestra oposición al extractivismo en sí, encapsula nuestro aprendizaje durante los últimos seis años.

Este artículo tiene como objetivo condensar hilos de una conversación que muchos de nosotros hemos tenido a través de los años, y de la cual —aquí, en este espacio provisional— asumimos la responsabilidad como coautores. No podemos hablar en nombre de KJM, y no podemos hablar en nombre de nuestros colegas o estudiantes de la Clínica; en cambio, hablamos en nuestro nombre.

Estas son algunas lecciones provisionales que ofrecemos en aras del diálogo:

  1. El imperativo de construir un “nosotros” juntos y conscientemente. La búsqueda de la justicia significa que quienes se “benefician” del capitalismo globalizado y quienes viven sus privaciones y depredaciones deben, aunque sea de forma provisional, construir un sentido compartido de lo que es posible fuera de esas posiciones polarizadas. Quienes ocupan una posición “privilegiada” —algo que puede ser muy variable en nuestras realidades interseccionales— necesitan saber que el sistema actual de desigualdad y extractivismo también les perjudica. Por supuesto, este daño no puede compararse con las realidades aplastantes que se enfrentan día a día en el extremo “perdedor”; y los “privilegiados” no deben escapar a la comprensión de cómo su comodidad está ligada al sufrimiento diario de las personas oprimidas por el sistema actual. Pero quienes se encuentran en el extremo “perdedor” deben ver que los “ganadores” están genuinamente comprometidos con este esfuerzo y están con ellos. Solo cuando vemos que estamos en el mismo barco podemos remar juntos en la misma dirección.
     
  2. El reconocimiento de que conservamos nuestra autonomía incluso una vez que entramos en el “nosotros”. Cada parte asume la responsabilidad de su individualidad y debe seguir usando sus facultades críticas para planear acciones y utilizar su propia voz. Podemos seguir caminos separados en diferentes interacciones. Es posible que no estemos de acuerdo en todo, y eso puede ser difícil. No buscamos hablar “en nombre” de los otros, pero sí analizamos con cuidado las maneras en que nuestras voces puedan armonizar con las de los otros, en lugar de acallarse mutuamente.
     
  3. La importancia de hacer un trabajo preparatorio y rechazar activamente las presunciones y suposiciones mutuas. Para GJC, esto significa colocar el racismo y la supremacía blanca —como un sistema económico y cultural global— en el centro de nuestro análisis, aprender sobre la historia de Haití y su nacimiento a través de la revolución haitiana y comprender el papel de los Estados Unidos y la “comunidad internacional” en las crisis duraderas de Haití. Nuestros colegas haitianos aprenden que no todos los extranjeros son colonialistas o misioneros, que los abogados pueden trabajar contra los sistemas opresivos y que muchas comunidades en los Estados Unidos —de donde suelen provenir los estudiantes de GJC— también luchan contra la discriminación, la pobreza y el racismo.
     
  4. La necesidad de vínculos humanos honestos. Solo será posible construir un “nosotros” compartido si nos unimos con un ánimo genuino de apertura y colaboración como seres humanos iguales. Para ello, es necesario comprometerse con una comunicación honesta que puede resultar dolorosa. Este vínculo no puede forjarse a partir de relaciones verticales, o la idea de que algunos de nosotros somos “expertos” o “internacionales”, mientras que otros “necesitan asistencia” o son “locales”. En cambio, todos debemos llegar a la relación con humildad, apertura y la capacidad de reírnos de nosotros mismos.
     
  5. La necesidad de alterar —a veces radicalmente— las expectativas sobre los plazos, la planificación y los “logros”. GJC trabaja en un mundo definido por el ritmo del semestre, un año académico increíblemente corto y estudiantes que llegan con la intención de tener un “impacto” dentro de estos plazos. KJM opera en algunos espacios similares, pero también en lugares donde el tiempo se define por temporadas de lluvia y sequía, agitación política y calma, y donde los éxitos se miden en función de que las comunidades adquieran conciencia de sus derechos, entiendan cómo funciona el extractivismo y ejerzan su voz de forma colectiva. Encontrar formas de armonizar nuestras intenciones con el ritmo de nuestro trabajo puede ser un reto, pero es gratificante cuando funciona.
     
  6. La importancia de nombrar, analizar y reinterrogar constantemente el papel del dinero y otros recursos materiales, que la Clínica tiene en relativa abundancia y a los que KJM y sus aliados comunitarios muchas veces se les dificulta acceder. Es importante reconocer el poder que tiene la Clínica gracias a su ubicación dentro de una institución bien dotada de recursos, con tiempo de trabajo estudiantil garantizado, acceso a viajes, electricidad las 24 horas del día y los 7 días de la semana, acceso rápido a Internet y las muchas comodidades derivadas de una infraestructura, vivienda y alimentación decentes. KJM y sus aliados comunitarios han vivido momentos de abundancia acompañados de periodos mucho más prolongados y con menos recursos. Es difícil desarrollar confianza, honestidad y un compromiso con la igualdad en estas condiciones radicalmente desiguales. Ha sido crucial mencionar abiertamente esta desigualdad, debatir su impacto en nuestra colaboración y trabajar conscientemente para desmantelar o controlar los privilegios que otorga a GJC de forma inherente. Juntos, hemos tratado de recorrer un camino en el que cada lado aporta lo que puede a la mesa, creando así una comida compartida para todos.
     
  7. La necesidad de arriesgarse a que el otro nos conozca de verdad. En el espíritu del “nosotros” compartido, debe haber espacio para comer juntos, para pasar tiempo en las comunidades de los otros, para aprender el ritmo y la naturaleza de las vidas de los demás fuera del trabajo. Como escribió Harsh Mander, la solidaridad requiere “amor radical”.

Agradecemos las respuestas a esta publicación y preguntamos: ¿qué ha funcionado para ustedes en la creación de solidaridad a través de las divisiones radicales?