El litigio estratégico de derechos humanos en tiempos difíciles

Foto: EFE/EPA Michael Reynolds


En lugar de un conjunto de habilidades que se pueden enseñar, el litigio estratégico es el talento para convertir un problema social en la visión de un caso judicial procesable. Cuando el litigio estratégico tiene como objetivo defender los derechos humanos, su significado político varía de una sociedad a otra. La integridad del sistema de justicia y la cultura judicial son los factores más importantes para tener en cuenta al invertir en el litigio estratégico.

Pero, dado el auge del iliberalismo mayoritario en tantas regiones del mundo, ¿sigue siendo sensato que los defensores de los derechos humanos recurran al litigio estratégico para combatir las violaciones de derechos? ¿Sobre todo cuando hay fuertes restricciones políticas que amplifican los desafíos provenientes del ámbito judicial? Mi respuesta es rotundamente positiva. La frase “cuando el camino se torna difícil, los más fuertes aceleran la marcha” bien podría haberse creado pensando en los abogados de derechos humanos. A pesar de sus conocidas limitaciones intrínsecas, el litigio es aún más importante en climas políticos hostiles, por varias razones.

En primer lugar, puede restringir el poder iliberal. A primera vista, la tensión aparente entre el gobierno de la mayoría y el imperio de la ley significa que cuando los populistas están a cargo, los tribunales deben ejercer resistencia. Sin embargo, el populismo en sí oscurece las relaciones de poder reales; después de todo, los líderes populistas suelen ser miembros de la élite del poder. La verdadera función política de los tribunales y de la ley en sí, independientemente del régimen político, es tanto legitimar como limitar el poder. Al mismo tiempo que justifican y protegen el statu quo, las leyes y los tribunales también restringen el poder en cierta medida, lo que reduce su propensión a volverse absoluto o arbitrario. Mediante la asistencia a los miembros más necesitados o desfavorecidos de la sociedad, la defensa jurídica de los derechos humanos cumple la función restrictiva de la ley.

Por ejemplo, en Bulgaria, una democracia semiconsolidada que ha experimentado un retroceso en los últimos años, un tribunal falló en contra del vice primer ministro actual, Valeri Simeonov, por su discurso de odio virulento en contra de los romaníes, en un caso litigado por el Bulgarian Helsinki Committee. En otro ejemplo reciente, un tribunal en Hungría revocó la decisión de la Oficina de Inmigración y Asilo de Hungría que permitía el uso de pruebas psicológicas para determinar la orientación sexual de los solicitantes de asilo.

En segundo lugar, el litigio estratégico contribuye a educar al público mediante la creación de conciencia sobre los derechos humanos, algo que se necesita desesperadamente en los entornos iliberales. De hecho, durante la última década, en Europa Central y del Este, incluida Rusia, se ha logrado un avance mensurable en la conciencia pública sobre los derechos humanos, a pesar del repunte de la política iliberal y las tendencias autoritarias en la región. Los abogados de derechos humanos notan que los casos que entablan suelen motivar a muchas personas en situaciones similares a esforzarse activamente por obtener justicia para sí mismas. Por ejemplo, los derechos de los presos y los derechos de las personas con discapacidad han experimentado una mejora notable en la región gracias a los litigios de personas perjudicadas. Incluso en los regímenes iliberales, el litigio sobre ciertos temas, aunque fracase una y otra vez, puede crear presión y canalizarla hacia una solución jurídica o política en algún momento posterior.

En tercer lugar, a pesar de la debilidad del derecho internacional, las decisiones de los tribunales internacionales siguen siendo importantes en la práctica. En Europa Central y del Este, por ejemplo, una proporción considerable de los avances en la protección de los derechos humanos puede atribuirse al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH). La retórica nacionalista que prevalece en la región podría hacernos creer, equivocadamente, que ya no es así, pero un análisis cuidadoso muestra que el TEDH ha tenido un efecto real.

En cuarto lugar, las opiniones de los jueces no son inmunes al cambio. Cuando una reclamación bien justificada se presenta en repetidas ocasiones, es frecuente que los jueces cambien de idea y se aparten de la jurisprudencia consolidada. Esta evolución tiene su propia dinámica y no tiene relación directa alguna con los acontecimientos políticos. Tal vez esa sea la razón por la que el pasado mes de octubre apareció en los titulares de los medios de comunicación un caso histórico de blasfemia en Pakistán, en el que el Tribunal Supremo revocó la sentencia de muerte de una mujer cristiana. Antes de eso, en septiembre, el Tribunal Supremo de la India despenalizó la homosexualidad, con lo que culminaron más de diez años de intenso activismo legal por parte de la comunidad LGBT. Los litigios de derechos humanos cuestionan al poder judicial en el plano de su integridad profesional y humana. Un día, un juez descubre que su honor profesional, una especie de lealtad superior, lo obliga a fallar a favor de los derechos humanos.

En quinto lugar, independientemente de lo que piensen los abogados de derechos humanos sobre sus probabilidades de éxito, a veces las víctimas son quienes los instan a elegir el litigio. Es posible que todo abogado de derechos humanos tenga una historia que contar sobre esa persona inflexible que siguió presionando, en contra de todas las probabilidades, motivada más por la necesidad de defender su dignidad humana que por la posibilidad de ganar el caso. Una víctima en busca de justicia es imposible de resistir. Incluso si la independencia del poder judicial está gravemente comprometida, o si hay otra clase de condiciones hostiles, tomar el caso puede ser una responsabilidad demasiado poderosa como para ignorarla.

Por último, emprender acciones legales para buscar justicia simplemente es lo correcto. Esta debería ser motivación suficiente para apoyar el litigio, quizás aún más en las democracias en decadencia o las sociedades cerradas y represivas. El argumento moral a favor del litigio estratégico es similar a la actitud disidente bajo el comunismo, la cual exigía que el disidente se comportara como si hubiera libertad e imperio de la ley.

Uno de los descubrimientos más alentadores que he hecho durante mis viajes por sociedades cerradas es que algunos abogados asumían enormes riesgos personales, sin importar en absoluto si había o no simpatizantes externos. Hacían algo porque esa es la clase de personas que son. Por otra parte, presentar una demanda en defensa de los derechos humanos en una democracia quebrantada o una sociedad cerrada y represiva no solo es hacer lo correcto; es ejercer el poder simbólico que más temen los opresores. Personas como Gao Zhisheng, abogado de derechos humanos y autor, a quien las autoridades chinas han perseguido sin descanso, son la respuesta definitiva a la pregunta de si el litigio de derechos humanos sigue siendo importante cuando el camino se torna difícil.