En defensa de las juntas paralelas en las organizaciones de derechos humanos

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Las organizaciones de derechos humanos necesitan un nuevo impulso. Los diversos desafíos y amenazas interconectados a los derechos, junto con la desigualdad estructural dentro de las redes globales, lo dejan muy claro. En respuesta, algunas organizaciones han intentado abordar estos problemas al revisar los marcos y los mandatos, reforzar el cambio narrativo hacia los derechos humanos o reenfocar el objetivo del movimiento.

Sin embargo, el impulso de los productos y proyectos innovadores parece estar confinado a un selecto número de organizaciones con sede en el Norte Global, o peor aún, sólo reservado a las propuestas y financiación de los donantes.

La apertura y la receptividad a nuevas ideas y formas de trabajar son fundamentales para las organizaciones sin ánimo de lucro. Las juntas paralelas, compuestas por empleados no ejecutivos y más jóvenes, podrían ofrecer una vía para fomentar nuevas prácticas, ya que suponen un estímulo para que el personal se replantee y reimagine las formas de trabajo, aprovechan las experiencias de los jóvenes y su mentalidad creativa, y apoyan un movimiento más amplio.

¿Qué es exactamente una junta paralela?

Aunque está lejos de ser una bala de plata, una junta paralela (“shadow board”) podría proporcionar una nueva práctica para un movimiento que busca ser relevante y liderado localmente. Tomado del mundo empresarial, una junta paralela se define como un grupo de empleados no ejecutivos y más jóvenes que trabajan con los altos ejecutivos en iniciativas estratégicas. A veces se denomina “junta espejo” y suele estar formada por empleados más jóvenes de varios departamentos que están por encima de los “empleados estrella” de nivel medio y superior. Una junta paralela también trata de mantener el equilibrio de género.

Aunque no tiene una función estándar, una junta paralela tiene como objetivo esencial proporcionar reflexiones, incubar ideas, fomentar el escrutinio y desafiar las formas tradicionales de pensar con el fin de adelantarse a la disrupción.

¿Por qué una junta paralela?

Una junta paralela anima a los profesionales de los derechos humanos a reimaginar formas de trabajo. Permite que los procesos de replanteamiento interno no provengan de consultores o especialistas, sino de un grupo demográfico específico que puede tener un punto de vista más fresco y desinhibido.

La forma en que abogamos, implementamos proyectos, promovemos informes, producimos declaraciones y forjamos redes puede beneficiarse de un poco de escrutinio, en especial por parte de quienes no tienen la suficiente jerarquía para participar en las reuniones de la junta ejecutiva donde se toman estas decisiones. Podría ser un campo de juego para nuevas metodologías y puede aliviar la adicción de las organizaciones al institucionalismo y al procedimentalismo.

Aprovechando las experiencias de los jóvenes y su mentalidad creativa, una junta paralela también puede aliviar la sobreprofesionalización. En última instancia, una narrativa de derechos humanos debería ser capaz de llegar a un público amplio. Sin embargo, el uso de un lenguaje técnico y la “pericia” esperada en muchas organizaciones de derechos parece alimentar la jerarquía y, para los empleados que inician su carrera, ha hecho que sea desalentador incluso sugerir ideas a la alta gerencia o expresar un comentario durante una sesión de planificación estratégica.

Si lo que el movimiento de derechos humanos necesita en última instancia son nuevas formas de trabajar, una junta paralela brinda un espacio para la creatividad, libre de nociones y juicios preexistentes, aunque al principio suene un poco loco.

Por último, el propio establecimiento de una junta paralela apoya un movimiento más amplio. Es imperativo alimentar el movimiento juvenil al interior de las propias organizaciones de derechos humanos. Dado que la Generación Z forma cada vez más parte de la fuerza laboral, las organizaciones deben prestar atención a estos agentes de cambio que están a su alcance.

Casi todos los ejemplos de implantación de una junta paralela se circunscriben a empresas con ánimo de lucro: moda, tecnología de la información, hostelería, papel y embalaje y empresas de auditoría y fiscales, por nombrar algunas. Aunque la idea es nueva, no cabe duda de que ha aportado dividendos a estos sectores y ha revivido lo que podrían haber sido modelos de negocio moribundos.

De manera paralela, con los innumerables problemas a los que se enfrenta la sociedad civil —la reducción del espacio cívico, el aumento del autoritarismo, el cambio climático y la creciente brecha de ingresos, entre otros muchos—, nuestros modelos de defensa necesitan reimaginarse. Hay ejemplos incipientes de ello: el uso de la comedia como disidencia en India; el seguimiento de los oligarcas rusos en Twitter; el uso de la narración de datos para concienciar acerca de los agricultores asiáticos; la presentación de historias de salida del armario en Youtube (y la escucha de las respuestas reales de los padres); la producción de arte esperanzador sobre el cambio climático o la pandemia; el uso de memes para concienciar acerca de los derechos humanos; el suministro de actualizaciones de Ucrania en Reddit; el hecho de que las Naciones Unidas tengan una cuenta de TikTok; o incluso simplemente reírnos de nosotros mismos. ¿Y quién puede olvidar cuando los fans del K-pop se movilizaron para arruinar el mitin de Donald Trump?

Garantizar su integridad

Si las ideas anteriores le parecen ridículas o ingenuas, ése es exactamente el tipo de mentalidad boomer que todos necesitamos eliminar. Por lo tanto, los posibles comentarios e ideas de una junta paralela tendrían que contar con el apoyo de la dirección para hacer realidad lo que podría conseguir. En algunas organizaciones empresariales, los directores generales desempeñan un papel activo dentro de las juntas paralelas para lograr el máximo impacto. Del mismo modo, los altos cargos del ámbito de los derechos humanos deben mostrar su receptividad a las nuevas ideas si quieren mantenerse a flote. Sin un apoyo concreto, una junta paralela se vuelve contraproducente.  

Sobra decir que los empleados más jóvenes que ocupan puestos subalternos no remunerados deben ser compensados. Los empleados jóvenes y el enorme potencial de cambio que poseen intrínsecamente no deben ser explotados, sino alentados, guiados y mantenidos de todas las formas posibles. Al fin y al cabo, a la comunidad de derechos humanos le interesa emplear todas las herramientas y métodos disponibles para lograr un cambio significativo en general.