Uso de la fuerza: el público estadounidense y la ética de la guerra

La doctrina filosófica y jurídica conocida en conjunto como “teoría de la guerra justa” ha sido el enfoque principal del debate académico sobre la ética de la guerra en Occidente durante cientos de años. También proporciona los fundamentos para la mayor parte del derecho internacional humanitario vigente que rige la conducta durante la guerra y ha tenido una influencia directa sobre la doctrina oficial de diseño de ataques del ejército estadounidense.

Pero ¿hasta qué punto las opiniones del público estadounidense sobre el uso de la fuerza son congruentes con los principios éticos de la doctrina de la guerra justa? Comprender la medida en la que el público ha interiorizado estos principios nos permite tener una idea de la forma en que probablemente se practicará la guerra en el mundo real, ya que, al menos en los Estados democráticos, el público ejerce una influencia importante sobre las políticas gubernamentales.

Nuestra investigación explora la aceptación pública de tres principios morales fundamentales de la teoría de la guerra justa. Estos principios normalmente se conocen como “distinción” (a veces llamada “inmunidad de los no combatientes”), que prohíbe que se ataque deliberadamente a los no combatientes; “proporcionalidad”, que pide que los responsables militares sopesen el costo que acarrearía una operación específica para la población civil extranjera en relación con el grado en el que dicha operación contribuiría a ganar la guerra; y “debido cuidado”, que exige que los combatientes traten de minimizar los daños colaterales, incluso si eso implica aceptar un riesgo mayor para sí mismos.


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Public opinion survey results paint a picture of an American public more committed to US national strategic interests and the lives of American military personal than human rights-induced pragmatism.


Para explorar estas cuestiones, realizamos tres experimentos en encuestas relacionados en agosto de 2014, con una muestra amplia y representativa de ciudadanos estadounidenses. En cada experimento, se asignó aleatoriamente a los sujetos para que leyeran diferentes notas periodísticas falsas sobre una crisis militar estadounidense hipotética en Afganistán. En cada artículo, los sujetos leyeron que Estados Unidos había identificado un objetivo talibán en una aldea afgana y estaba considerando diversas opciones para atacarlo. Después, cada noticia variaba en un solo aspecto crítico de la situación para resaltar la aplicación de distintos principios de guerra justa.

En el experimento de distinción, los sujetos leyeron que EE. UU. había descubierto una instalación de armas químicas en la aldea y estaba considerando dos opciones de ataque aéreo para dirigirse al objetivo. La primera opción, un ataque a pequeña escala, tenía un 45 % de probabilidad de destruir el objetivo, pero se estimaba que provocaría 20 muertes colaterales de civiles afganos. La segunda opción, un ataque a gran escala, duplicaría las probabilidades de destruir el objetivo a 90 %, pero aumentaría el número de muertes de civiles afganos en la aldea a 500. Después, las distintas notas diferían en si los aldeanos afganos apoyaban o se oponían a los talibanes y si el ataque de EE. UU. se dirigiría deliberadamente a la población civil o no. Después de leer la nota, se preguntó a los sujetos qué opción de ataque preferían.

A diferencia de lo que establece el principio de distinción, encontramos que el público no reducía el nivel de apoyo para el ataque a gran escala incluso cuando la nota afirmaba que este se dirigiría directamente a las viviendas de la población civil para “enviar un mensaje firme” a otras aldeas para que no apoyaran a los talibanes (comparar las condiciones B y C en la figura 1). De hecho, casi dos de cada tres estadounidenses expresaron su preferencia por el ataque a gran escala cuando se dirigía intencionalmente a la población civil. Por otra parte, de nuevo contrario a las enseñanzas de la guerra justa, encontramos que los estadounidenses eran significativamente más propensos a preferir el ataque a gran escala cuando se describía a las víctimas como partidarios políticos de los talibanes que cuando las víctimas se oponían a los talibanes.

En el experimento sobre debido cuidado, los sujetos de nuevo leyeron que EE. UU. había descubierto un laboratorio de armas químicas talibán. En esta nota, sin embargo, los dirigentes estadounidenses estaban eligiendo entre un ataque de artillería que mataría a 200 civiles afganos pero evitaría cualquier riesgo para las tropas estadounidenses y un asalto de casa en casa, el cual no mataría a ningún civil afgano pero representaría un mayor riesgo para las tropas estadounidenses. Después, las notas aumentaban el número de muertes de militares estadounidenses en la opción de casa en casa de 5 a 50, mientras las muertes de civiles afganos y todas las demás características se mantenían constantes.

En concordancia con el principio de debido cuidado, encontramos que el apoyo para el ataque de artillería disminuía conforme disminuía el número de muertes de militares estadounidenses que evitaría dicho ataque (ver la figura 2). Aun cuando el ataque de artillería evitaría la muerte de 5 soldados estadounidenses a costa de 200 muertes de civiles afganos, sin embargo, solo una mayoría mínima (50.5 %) prefirió el ataque más selectivo de puerta en puerta. Cuando el ataque de artillería permitiría a Estados Unidos evitar 50 muertes militares, la preferencia por dicho ataque aumentó a casi tres cuartas partes de la población.

En el experimento de proporcionalidad, los sujetos leyeron que Estados Unidos había recibido aviso de una reunión de líderes talibanes en una aldea afgana. De nuevo, los dirigentes estadounidenses estaban decidiendo entre un ataque a pequeña escala, que tenía un 45 % de probabilidades de destruir el objetivo y se estimaba que provocaría 20 muertes colaterales de civiles afganos, y un ataque a gran escala, que aumentaría las probabilidades de destruir el objetivo a 90 % pero también aumentaría las muertes civiles a 200. En una nota, los sujetos leyeron que los líderes talibanes eran “de bajo nivel” y que matarlos “tendría poco efecto en el resultado de la guerra”. En la segunda nota, se describió a los líderes talibanes como “de alto nivel”, y la nota afirmaba que matarlos tendría “un efecto significativo en el resultado de la guerra”.

Nuestros resultados indican que los estadounidenses sí parecen considerar las muertes de civiles extranjeros en relación con la importancia militar del objetivo, según recomienda el principio de proporcionalidad (ver la figura 3). El apoyo para el ataque menos selectivo a gran escala se redujo en más de 20 % cuando se describió la reunión como “ de bajo nivel”. No obstante, una minoría sorprendentemente grande del público (44 %) prefirió el ataque a gran escala, que mataría a 180 civiles afganos adicionales, incluso cuando los dirigentes militares estadounidenses concluían explícitamente que tendría poco impacto en la guerra.

En conjunto, estos resultados revelan que el compromiso del público con los principios de distinción, proporcionalidad y debido cuidado tiene un fuerte sesgo a favor de la protección de los intereses de seguridad nacional y las vidas de los estadounidenses en maneras que indican un apoyo limitado, en el mejor de los casos, para la mayoría de las interpretaciones de la doctrina de la guerra justa. Esta conclusión se ve reforzada por nuestra investigación anterior que encontró niveles altos de apoyo público para el uso de armas nucleares cuando dichas armas ofrecían una ventaja militar considerable sobre las armas convencionales. Nuestros hallazgos sugieren que no podemos confiar en que los instintos morales del público estadounidense actúen como un fuerte contrapeso a las operaciones militares que violan los derechos humanos.

Aunque estos resultados pueden parecer incompatibles con la investigación de Sarah Kreps y Geoffrey Wallace, la cual concluyó que el público se ve influenciado por cuestiones de cumplimiento del derecho internacional, nuestros resultados son más complementarios de lo que aparentan. Kreps y Wallace encontraron que informar al público que los ataques con drones violan el derecho internacional causa una reducción del 6 al 8 % en el apoyo a los ataques con drones.  Sin embargo, más del 40 % del público aprobó los ataques incluso cuando se les dijo que violarían el derecho internacional (esto fue casi el doble de los sujetos que se opusieron a los ataques). Entonces, como en nuestros experimentos, aunque el público no es indiferente a las preocupaciones sobre la justicia en el uso de la fuerza, muchos estadounidenses parecen estar dispuestos a dejar de lado estas preocupaciones en tiempos de guerra.