Cuando el levantamiento de Ferguson llegó a Ginebra

Manifestantes en Ferguson, MO reaccionan a la publicación del nombre del oficial que disparó a Michael Brown, 15 de agosto de 2014. Crédito: ginosphotos / iStock

En otoño de 2014, semanas después de que un sostenido movimiento de base inundara las calles de Ferguson, un pequeño suburbio estadounidense al norte de San Luis, se puso en marcha una iniciativa para transmitir las quejas desde el lugar de la protesta hasta los austeros pasillos del Palais Wilson de Ginebra (Suiza).

El Levantamiento de Ferguson estalló tras el asesinato de Michael Brown Jr. a manos del agente de policía Darren Wilson el 9 de agosto de 2014, en la cuadra donde Brown vivía con su abuela en ese momento. Entre el suceso inicial y la decisión del gran jurado de no acusar al agente Wilson el 24 de noviembre, miles de personas se manifestaron día y noche, subieron y bajaron por las avenidas North y West Florissant, rompieron los toques de queda nocturnos y huyeron de los gases lacrimógenos.

La gente acudió en masa a Ferguson desde todo Estados Unidos y el movimiento se extendió por todo el mundo. Al principio de la revuelta, la delegación Ferguson to Geneva (F2G), formada por activistas y abogados de derechos humanos, presentó un informe al Comité contra la Tortura de las Naciones Unidas, ante el que debía comparecer el gobierno estadounidense.

La delegación de F2G participó con un informe alternativo: la práctica de presentar documentación alternativa para utilizarla durante un ciclo de supervisión del cumplimiento del Derecho internacional por parte de los Estados.

Todos los Estados que ratifican tratados de derechos humanos deben comparecer cada cuatro años ante órganos únicos encargados de supervisarlos. Estas sesiones de los órganos de tratados giran en torno a un autoinforme elaborado por el Estado examinado y a un diálogo crítico entre los expertos del comité y los representantes del país.

En esta coyuntura, se invita a los actores de la sociedad civil (por ejemplo, personas afectadas, ONG, movimientos sociales y centros académicos de derecho) a presentar informes alternativos para plantear cuestiones adicionales y aportar pruebas de abusos contra los derechos humanos. Un subconjunto de los actores que presentan informes también testifica en las sesiones de los órganos de vigilancia de los tratados.

Toda esta información, así como la investigación complementaria, sirve de base para la redacción de las Observaciones Finales del Comité, un informe destinado a emitir recomendaciones y servir de base para la relación consultiva permanente entre los mecanismos multilaterales de derechos humanos y los gobiernos nacionales. La F2G formó parte de una primera oleada masiva de informes alternativos de la sociedad civil estadounidense que persiste en la actualidad.

Pero, ¿por qué iban a dedicar tiempo y dinero los activistas de primera línea a presentar sus reclamaciones ante un órgano de expertos independientes sin autoridad reconocible sobre las instituciones responsables de los abusos y el dolor que quedaron al descubierto durante los 100 días que duró la revuelta? ¿Qué utilidad, influencia u oportunidad ofrece un informe alternativo  a un movimiento como el que surgió en Ferguson?

Una intuición inicial es buscar las formas en que los defensores utilizarían espacios como las audiencias de los órganos de tratados para presionar a los Estados, con la esperanza de ver un cambio en el comportamiento del Estado. Por lo general, los Estados no prefieren este tipo de atención; movilizar la vergüenza y concienciar acerca de los abusos puede, en determinadas circunstancias, obligarles a ceder ante el poder que ejercen los defensores y los activistas.

Sin embargo, en las entrevistas con los delegados de la F2G, no encontré a nadie que pensara que podrían influir en el comportamiento de Estados Unidos en los ámbitos de la violencia policial o la injusticia racial. Nadie pensó que su aparición en la ONU cambiaría el destino de Wilson o produciría un cambio radical a favor de las reparaciones.

Como señaló Tara Thompson, organizadora de Ferguson: "Así que, si somos sinceros sobre lo que pensaba que conseguiríamos, pensaba que no conseguiríamos nada: lo mismo que siempre hemos conseguido del sistema que está construido para asesinarnos".

En cambio, como concluyo en un artículo publicado recientemente en Human Rights Quarterly, los informes alternativos son una práctica que tiene el potencial de proporcionar un espacio de reconocimiento y restauración que movilice el derecho al servicio de la dignidad humana.

La respuesta que brindaron los delegados de la F2G sugiere que el proceso de denuncia alternativa representa una oportunidad única para que las personas y comunidades afectadas por abusos de los derechos humanos vean reconocidos su dolor y sus quejas como legítimos y reales por una autoridad oficial.

Lezley McSpadden, madre de Brown, intervino en la sesión a tal efecto. El profesor de Derecho, académico y activista Justin Hansford, preparó a McSpadden para su testimonio e informó de que "tuvo que ir hasta Ginebra antes de encontrar un lugar donde poder contar su historia ante un grupo de funcionarios y que la respetaran y reconocieran su dignidad."

Meena Jagannath, miembro de la delegación y abogada de derechos humanos, amplía esta expresión: "Un foro así tiene [el poder de elevar] lo que en general sienten las personas más privadas de derechos. Pudieron reivindicar esa humanidad en un foro público".

Y, sí, el arco del universo es largo y se inclina hacia la justicia; cada granito de arena cuenta a medida que avanzamos hacia la libertad, y debemos seguir presionando a los Estados para que lo hagan mejor. Pero debemos tomarnos en serio que los valores fundamentales y básicos de los derechos humanos, como la dignidad y el respeto, como la mera condición de ser afirmado como ser humano vivo, pueden buscarse y alcanzarse sin el permiso o la aquiescencia del Estado, sin la voluntad o la capacidad del Estado. Sin exigir nada al Estado ni esperar nada a cambio, las personas afectadas por violaciones de los derechos humanos parecen perseguir algo que se les ha negado históricamente.

Los lugares dotados de autoridad y estatus, especialmente los respaldados por un mandato legal, pueden desempeñar funciones restaurativas o incluso reparadoras al albergar un espacio para contar la verdad y dar testimonio. Las sesiones informativas de los órganos de vigilancia de los tratados, aunque nunca se previó que desempeñaran ese papel, poseen esta capacidad y pueden ser un contexto poderoso para la búsqueda de una noción de justicia que sea personal y profunda.