¿Por qué los evangélicos son antiderechos?

/userfiles/image/Lavine_Image-12-21-20.jpg


El apoyo al movimiento de Black Lives Matter (BLM) llegó a niveles sin precedentes después del asesinato de George Floyd este verano pasado. Sin embargo, ese apoyo ha decaído desde entonces. Según una encuesta de septiembre de 2020, sólo el 52% del público estadounidense tenína una visión favorable del BLM, en comparación con el 61% que alcanzó tres meses atrás.

Black Lives Matter fue un factor importante en las recientes elecciones presidenciales de EE.UU.; el 90% de los encuestados en otra encuesta reportaron que las protestas antipoliciales fueron “un factor” en su votación, mientras que casi el 75% dijo que fue un “factor importante”. Sin embargo, las opiniones acerca del significado de estas protestas varían por partido político. Los demócratas fueron energizados por estas protestas para votar por Biden, mientras que los republicanos experimentaron lo contrario.

La afiliación religiosa también importa, pues algunas de las personas más anti-BLM en el país son los evangélicos blancos. Aunque el 56% de los estadounidenses le dijo a los encuestadores a finales de junio de 2020 que los asesinatos de hombres negros a manos de la policía “son parte de un patrón más amplio de cómo trata la policía a los afroestadounidenses”, el 72% de los evangélicos blancos dijo que los asesinatos policiales fueron “incidentes aislados”. El público estadounidense en general se ha vuelto más crítico del racismo y la violencia policial, pero los evangélicos blancos se han mantenido opuestos a estas afirmaciones.

Aún así, el problema es mucho más amplio que las relaciones raciales y la policía. A lo largo de un amplio espectro de políticas, los evangélicos blancos son uno de los grupos más antiderechos humanos en el país. Varios informes, por ejemplo, sugieren repetidamente que los estadounidenses blancos renacidos son más escépticos que los evangélicos de color o los no evangélicos ante la admisión de refugiados que huyen de la persecución; la integración de personas indocumentadas en la sociedad estadounidense; la judicialización de oficiales de la policía sospechosos de usar una fuerza excesiva; y la prohibición de la tortura a presuntos terroristas.

La oposición evangélica blanca a los derechos reconocidos internacionalmente no es ni intuitiva ni determinada por la teología. Como lo dijo Peter Wehner, un cristiano evangélico prominente y veterano de varias administraciones republicanas, el credo evangélico reposa en emular los valores de Jesús, cuyas “energías y afectaciones estaban volcadas principalmente hacia los marginados, los oprimidos e ‘impuros’, extranjeros y foráneos, prostitutas y desposeídos”.

¿Por qué, entonces, los evangélicos blancos difieren tanto de los evangélicos de color, dado que comparten una teología incluyente y una dedicación a aplicar esos compromisos teológicos en la política? En efecto, ¿por qué los evangélicos blancos serían tan indiferentes a las luchas de todos los tipos de grupos vulnerables?

Para entender las características distintivas de los evangélicos blancos acerca de los derechos humanos, le pedimos a la empresa encuestadora YouGov que hiciera una muestra representativa nacional de 2000 estadounidenses en el otoño de 2018. De ese número, 389 (el 19% del total) reportó ser blanco y “renacido”, un número comparable al 17% citado en otros estudios. Otros 189 encuestaron (9.5% del total de 2000) se identificó como evangélico no blanco, mientras que 1086 (54%) se identificaron como blancos no evangélicos. El 17.5% restante era o secular o de otras religiones.

Como lo muestra el gráfico posterior, los evangélicos blancos apoyan sustancialmente menos los derechos humanos que los evangélicos de color o los blancos no evangélicos. (Omitimos a los no evangélicos no blancos por simplicidad; sin embargo, sus puntajes apoyan tanto a los derechos como los blancos no evangélicos y los evangélicos de color). En general, tanto los evangélicos no blancos (representados por las barras naranja) y los blancos no evangélicos (representados por las barras grises) sustancialmente apoyaban más las políticas de derechos humanos que los evangélicos blancos (las barras azules). La diferencia más pequeña pero significativa fue en las actitudes hacia la ayuda a regímenes opresores.

¿Cómo debemos interpretar estas diferencias? Dado que tanto los evangélicos blancos como no blancos se apoyan en los mismos materiales escritos, no es probable que la diferencia entre ellos repose en textos y presunciones teológicas opuestas. En efecto, una mirada más profunda a los datos sugiere que la teología evangélica no es el problema: cuando se controla estadísticamente por afiliación política (ser demócrata o republicano) y/o actitudes raciales (una causa clave de preferencia de partido político), las diferencias entre evangélicos blancos, por un lado, y evangélicos no blancos, por el otro, casi que se evaporan. Según la misma encuesta de Associated Press después de las elecciones que citamos antes, cerca del 80% de los evangélicos blancos en el país votaron por Trump antes de o durante el 3 de noviembre de 2020.

Esta inversión de la teoría democrática (elegir las preferencias de política con base en la afiliación partidista y no al revés) explica parcialmente por qué los evangélicos se volcaron contra los derechos humanos.

El origen de estas opiniones yace en una lucha ideológica dentro del Partido Republicano en los setentas, y en la identificación de los evangélicos blancos con ese partido desde entonces. En las elecciones presidenciales de 1980, Ronald Reagan se apoyó en una plataforma fuerte de “valores familiares”, entre otras cosas (p.ej., reducción del alcance del gobierno y un enfoque duro contra la Unión Soviética), y los evangélicos blancos votaron por él en bandadas. Una vez solidificaron su pacto con Reagan, los evangélicos blancos absorbieron un amplio rango de mensajes y posiciones políticos liderados por las élites del Partido Republicano, incluida una posición cada vez más antiderechos humanos.

Este hallazgo refleja una dinámica central de la opinión pública en los Estados Unidos: mientras que la política se polarizó de forma acelerada en los últimos veinte años, los estadounidenses buscaron cada vez más reconciliar las inconsistencias entre sus filiaciones partidistas y sus opiniones de política al ajustar estas últimas a las primeras. Los votantes republicanos se quedaron con ese partido, mientras que los votantes demócratas hicieron lo mismo con el suyo. Así, cuando cambiaron las plataformas del partido, así lo hicieron las opiniones de los votantes. Los republicanos liberales se volvieron republicanos conservadores mientras el partido se movía a la derecha, y los demócratas conservadores se volvieron demócratas liberales mientras ese partido se movía a la izquierda.

Esta inversión de la teoría democrática (elegir las preferencias de política con base en la afiliación partidista y no al revés) explica parcialmente por qué los evangélicos se volcaron contra los derechos humanos. El deseo de ser leal a la tribu partidista hizo que los evangélicos se opusieran a varias políticas relacionadas con los derechos (como, con el tiempo, los republicanos se volvieron menos simpatizantes de esos derechos en comparación con los demócratas), incluso aunque esto implicara apoyar posiciones que iban contra las enseñanzas cristianas.

Como lo reportan los politólogos Paul Goren y Christopher Chapp, las posiciones acerca de asuntos culturales conllevaron a que los votantes se “clasificaran” a sí mismos en los dos partidos respectivos. Una vez ocurre esa clasificación, los votantes alinean sus preferencias políticas en otros asuntos de forma voluntaria, como las políticas de derechos humanos que estudiamos, con lo que sea que escoja su partido. No es el evangelicalismo en sí mismo, por tanto, lo que conlleva a las posiciones antiderechos. En lugar de ello, es la alianza entre los evangélicos blancos con el Partido Republicano, solidificada por Ronald Reagan en los ochentas, lo que fue clave, junto con la fuerte tendencia de los estadounidenses de seguir a las élites políticas en un amplio rango de asuntos. Si los evangélicos blancos siquiera permitieran que la luz del sol se filtre en el espacio entre ellos y el partido, sus opiniones podrían ir hacia una dirección más proderechos humanos.

En términos teológicos, el cristianismo evangélico contiene una cantidad de recursos para una cultura que respete más a los derechos humanos. Como los teólogos Luke Bretherton y Nimi Wariboko mostraron hace poco, las escrituras y visiones de mundo cristianas pueden ser la base de un fuerte apoyo evangélico por los derechos políticos y una “política de la vida común”, en la que la democracia, la preocupación por el bienestar del “extraño” y la justicia social son los pilares centrales de su fe. Por ahora, sin embargo, parece que la lealtad política basada en la resonancia cultural triunfa sobre la teología evangélica.