EFE/Valentin Flauraud
Cuando Michelle Bachelet, expresidenta de Chile que se convirtió en alta funcionaria de la ONU, anunció que no se presentaría a otro mandato en su discurso de apertura de la 50ª sesión del Consejo de Derechos Humanos (CDH) en Ginebra, muchos se sorprendieron. Los rumores apuntaban a que podría presentarse a otro mandato de cuatro años, quizás al menos a la mitad, como una de sus predecesoras, Navi Pillay. Bachelet dijo que había anunciado su decisión a su jefe, el Secretario General, dos meses antes, aunque el secreto había sido bien guardado.
Bachelet deja su cargo entre críticas generalizadas y peticiones de dimisión sin precedentes tras su reciente y fallida visita a China. Su sucesor debe comprometerse a ser solidario con las víctimas y a abordar públicamente las violaciones, así como a invertir política y financieramente para apoyar y reforzar los Órganos de Tratados y los Procedimientos Especiales.
En el CDH, 47 países condenaron las violaciones de los derechos humanos en China, incluidas las de Xinjiang, Hong Kong y Tíbet, en términos bastante contundentes. La declaración conjunta, presentada por los Países Bajos, cuestionó a la Alta Comisionada Bachelet por las restricciones impuestas durante su visita y su capacidad para hablar libremente con las ONG independientes. La incapacidad percibida de Bachelet para condenar enérgicamente los encarcelamientos forzosos masivos en Xinjiang, y la continua represión en Hong Kong y Tíbet han sido ampliamente criticados.
Si bien el mandato de Bachelet estuvo marcado de manera positiva por su compromiso y contribución en temas como el cambio climático, la pobreza y la desigualdad, la inequidad en las vacunas y el derecho a un ambiente sano, es probable que su fallida visita a China empañe su legado. En los pocos meses que le quedan de mandato como Alta Comisionada, esto podría redimirse en cierta medida al publicar el tan esperado informe de su Oficina sobre las violaciones a los derechos humanos, incluidos los crímenes de lesa humanidad, en Xinjiang y al convocar una reunión informativa entre sesiones sobre sus principales conclusiones y recomendaciones.
Su sucesor debe comprometerse a ser solidario con las víctimas y a abordar públicamente las violaciones, así como a invertir política y financieramente para apoyar y reforzar los Órganos de Tratados y los Procedimientos Especiales.
Un área en la que Bachelet no obtuvo una buena puntuación fue en su calidad de jefa de la Secretaría de los órganos de expertos de la ONU, es decir, los Órganos de Tratados y los Procedimientos Especiales, un área también descuidada por su predecesor, Zeid Al'Hussein. La Secretaría proporciona el personal y los recursos financieros que permiten el funcionamiento de estos mecanismos de expertos, y los Altos Comisionados pueden desempeñar un papel decisivo para su funcionamiento eficaz, incluidas, de manera crucial, la garantía de una financiación adecuada, la complementariedad y la eficacia en todo el sistema.
El estilo y el enfoque de Bachelet difieren de manera significativa de los de su predecesor, en especial en sus relaciones con los Estados y la diplomacia internacional en general. Está claro que Bachelet asumió el cargo con la expectativa de muchos Estados de que sería menos franca y más cooperativa que su predecesor.
A pesar de esta diferencia fundamental entre Bachelet y su predecesor, ambos no priorizaron con suficiencia las inversiones en los mecanismos de expertos a los que presta servicio la Oficina del Alto Comisionado. Como subrayó Olivier de Frouville, un experto de la ONU que ha prestado servicio tanto en los Procedimientos Especiales como en los Órganos de Tratados, en una valoración muy crítica del historial de Zeid, es crucial que los Altos Comisionados proporcionen el espacio y los recursos necesarios para que los mecanismos de expertos prosperen.
El apoyo y la atención de Bachelet a los mecanismos de expertos de la ONU no fueron mejores que los de Zeid. A diferencia de algunos de sus predecesores, como Louise Arbour, que defendió reformas como la propuesta de un órgano de tratados unificado, Bachelet se mantuvo alejada de la revisión de los órganos de tratados de 2020, que ofrecía una gran oportunidad para aplicar algunas de las mejoras tan necesarias en el sistema. Y eso a pesar de los llamados para que la Alta Comisionada desempeñara un papel destacado. Tras el rechazo de la propuesta de Arbour, otra predecesora de Bachelet, Navi Pillay, emprendió la ingente tarea de elaborar una lista exhaustiva de los retos a los que se enfrentan los órganos de los tratados con remedios y soluciones prácticas para superarlos.
Aparte de unos pocos avances, algunos de los cuales fueron iniciados por las ONG, como la transmisión en directo de las sesiones, la mayoría de las reformas prácticas que Pillay identificó en 2012 aún no se han aplicado una década después. Al igual que Zeid, Bachelet fracasó rotundamente a la hora de aprovechar las oportunidades de trabajar con el Secretario General de la ONU y con los Estados para promulgar las reformas fundamentales necesarias para los mecanismos de expertos a los que sirvió
Además, Bachelet fue muy criticada por los expertos de la ONU por no haberles proporcionado los medios necesarios para trabajar adecuadamente en línea durante el brote de la covid-19. Muchos se enfurecieron por el hecho de que los fondos destinados a permitir su participación en las sesiones de Ginebra se reasignaran a otros lugares.
En un análisis visionario y profético de la salida de Zeid y su sustitución, el difunto David Petrasek analizó que ninguno de los Altos Comisionados había sido capaz de completar dos mandatos de cuatro años desde que se estableció el cargo. Bachelet también correrá la misma suerte.
En su entrada de 2018, Petrasek señaló que "el crecimiento de los mecanismos de derechos humanos de la ONU no ha ido acompañado de un crecimiento evidente de su eficiencia o eficacia" y que "los procedimientos múltiples y superpuestos están lastrando lo que debería ser un sistema ágil y receptivo." Las cosas no han hecho más que empeorar desde entonces: Bachelet se ha mostrado incapaz de llevar a cabo un conjunto visionario de reformas para su oficina y los mandatos que alberga, a menudo con una coordinación limitada y una competencia por los recursos entre los mandatos nuevos y los existentes.
Como se subrayó en un llamado conjunto de las principales ONG internacionales de derechos humanos en relación con el nombramiento del próximo Alto Comisionado, denunciar públicamente los abusos es crucial para el mandato. Crear las condiciones para que los mecanismos de expertos de la ONU contribuyan adecuadamente al mismo objetivo es igual de importante.
Petrasek se preguntó si el mandato del Alto Comisionado era un "cáliz envenenado". Sin embargo, anteriores titulares del mandato, como Mary Robinson, Louise Arbour y Navi Pillay, han demostrado que es posible llegar al cargo con una visión de las cosas que hay que cambiar, y un plan para hacerlo.
Queda por ver si el próximo titular del mandato tendrá la capacidad y la voluntad de introducir las tan necesarias mejoras en la Oficina. Todas las miradas están puestas en Nueva York y en el Secretario General, Antonio Guterres.