De la penuria a la esperanza: las trabajadoras migrantes en la industria de la confección de la India

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La epidemia de COVID-19 sumergió en una crisis profunda a los trabajadores del sector del vestido en la India. Los 1,300 millones de personas que integran la población de la India, excepto quienes prestan servicios esenciales, estuvieron en confinamientos sucesivos a nivel nacional que duraron casi tres meses. Se detuvo abruptamente la producción industrial de muchos sectores. Las repercusiones en los empleos e ingresos alcanzaron un nivel sin precedentes. La India no solo ha perdido más trabajos a causa del coronavirus de los que perdieron los Estados Unidos durante la Gran Depresión; también hay informes que muestran que casi 400 millones de trabajadores informales en el país podrían caer en la pobreza debido a la COVID-19.

La industria textil y del vestido representa el 2 % de la economía de la India, que asciende a 2.6 billones de dólares de los EE. UU., y el 17 % de sus ingresos de exportación. Es el segundo mayor empleador en la India, al dar empleo a 45 millones de personas. Un aspecto fundamental es que la industria es el mayor empleador de mujeres en la India, ya que ellas representan más del 60 % de su fuerza de trabajo. A nivel nacional, del 60 al 80 % de las personas que trabajan en el sector del vestido son mujeres, y millones de ellas trabajan en unidades informales, no organizadas o basadas en el hogar.

Las fábricas de ropa en la India se agrupan alrededor de algunas ciudades de destino como Delhi/NCR, Bengaluru, Tirupur, Chennai, Mumbai, etc., y una proporción considerable de las mujeres que trabajan en esas fábricas son migrantes de otros lugares, sobre todo de partes rurales de Jharkhand, Bihar, Odisha, Bengala Occidental y Uttar Pradesh. En su mayoría, estas mujeres suelen ser de familias pobres y tener niveles de instrucción bajos. Muchas de ellas provienen de grupos marginados y excluidos socialmente en la India, cuya denominación oficial es Castas Registradas, Tribus Registradas y otras Clases Atrasadas, y que han sufrido estigma y discriminación a lo largo de la historia. Invariablemente, están sobrerrepresentadas en los empleos con salarios bajos, condiciones laborales deficientes, prospectos profesionales casi inexistentes e incluso, en ocasiones, violencia de género. Por desgracia, es evidente que la crisis de COVID-19 ha afectado en mayor medida a estas mujeres, que ya sufrían condiciones de trabajo injustas, en comparación con la mayoría de los demás trabajadores.

Para brindar a las trabajadoras migrantes una vida con dignidad, seguridad y un sentido de reconocimiento en sus lugares de trabajo, las tres principales partes interesadas de la cadena de suministro del sector del vestido —los gobiernos, los proveedores o fábricas y las marcas— necesitan adoptar medidas de forma individual y en colaboración.

  En primer lugar, el gobierno debe colaborar activamente con las fábricas para garantizar una migración segura y responsable. En la actualidad, el proceso de contratación de trabajadores migrantes, que incluye “intermediarios” (agentes contratados por las fábricas) o no aplica las prácticas laborales éticas correspondientes, da lugar a una posible explotación con salarios bajos y malas condiciones de vida o de trabajo para las mujeres migrantes. Esta deficiencia podría subsanarse fortaleciendo las células de coordinación interestatal, que son unidades de trabajo formadas por el departamento del trabajo, para velar por los intereses de los trabajadores migrantes entre los estados de origen y destino. Estas células ya existen para registrar a los migrantes y proporcionarles redes de seguridad durante la migración al garantizar que haya mecanismos externos de vigilancia y sistemas eficaces de reparación de agravios. Además, el gobierno debe garantizar que los empleadores respeten la Ley de Obreros Migrantes Interestatales de 1979 (Inter-State Migrant Workmen Act; se está considerando una enmienda que incluya cambiar su título para que sea neutro en cuanto al género). Es necesario armonizar estos mecanismos reglamentarios con las realidades actuales y simplificarlos sistemáticamente para que la industria no los vea como obstáculos.

La flexibilización reciente de las leyes laborales, que se anunció como una medida de emergencia para ayudar a la industria durante la pandemia de COVID-19, parece ser una decisión apresurada y puede que no cumpla su objetivo de aumentar la productividad. Entre otras cosas, es preciso debatir sobre el debilitamiento del papel de los sindicatos, el aumento de las horas de trabajo en general y la flexibilización del mecanismo de solución de conflictos industriales, debido a sus repercusiones para los trabajadores. Se necesitan reformas laborales progresistas y bien concebidas para sustituir el proceso unilateral de toma de decisiones mediante un mecanismo conjunto tripartito (gobierno, trabajo y empleadores) para responder a los problemas de los trabajadores y los empleadores.

En segundo lugar, las principales marcas de moda deben reunirse formalmente y hacer una declaración de apoyo a los derechos humanos de manera uniforme en toda su cadena de suministro. Las marcas deben tener en cuenta los costos humanos de presionar a las fábricas para que produzcan más por menos y deben fomentar mejores condiciones de trabajo. Las marcas también deben invertir de forma conjunta en la creación de sistemas en las fábricas para mejorar las condiciones de trabajo e impulsar las mejores prácticas. Ya existen ejemplos de esta clase de iniciativas, como la de la empresa minorista sueca H&M Group, la cual declaró oficialmente que es responsable no solo de sus empleados directos, sino también de los 1.6 millones de trabajadores que emplean sus proveedores. H&M también es miembro de ACT (Acción, Colaboración, Transformación), una colaboración de 21 empresas globales que representa una amplia gama de marcas y etiquetas comprometidas a ayudar a transformar la manera en que se establecen actualmente los salarios y las condiciones de trabajo en el sector textil, del vestido y del calzado a nivel global. Iniciativas como esta por parte de las marcas ayudarán a reconocer los desafíos que enfrentan las mujeres en los lugares de trabajo y a crear un ecosistema impulsado desde arriba destinado a solucionar las deficiencias actuales y allanar el camino para mejorar las condiciones en las que se encuentran.

Las marcas deben tener en cuenta los costos humanos de presionar a las fábricas para que produzcan más por menos y deben fomentar mejores condiciones de trabajo.

Las fábricas son responsables de las condiciones en sus centros de trabajo e inciden directamente en el bienestar de los trabajadores. Las fábricas progresistas han demostrado que se preocupan por sus trabajadores y no se limitan a responder pasivamente a las fuerzas del mercado. Con el apoyo de las marcas, deben asumir la titularidad y la responsabilidad de garantizar un mejor entorno laboral y un trato justo para los trabajadores. Al supervisar a sus contratistas de captación de personal, las fábricas pueden promover prácticas éticas de contratación y empleo.

La labor de promoción y aplicación de prácticas éticas en el sector del vestido requiere esfuerzos concertados. El carácter impredecible de la pandemia de COVID-19 se convirtió en un reto más, ya que las marcas cancelaron pedidos, y la cadena de suministro se quedó sin pedidos y sin producción. El sufrimiento de los trabajadores migrantes, que regresaron a sus estados de origen en condiciones adversas y con pocos ahorros, es un recordatorio de las condiciones de vida en las que han subsistido por muchos años. Por ello, no debería ser tan fácil seguir trabajando como de costumbre. La ventana de oportunidad no permanecerá abierta por mucho tiempo, y es hora de que los gobiernos, las marcas y los proveedores actúen con urgencia.

 


Este artículo es parte de una serie de publicaciones de blog centrada en las dimensiones de género en el ámbito de las empresas y los derechos humanos. La serie es un esfuerzo conjunto del Centro de Información sobre Empresas y Derechos Humanos, el Instituto Danés de Derechos Humanos y OpenGlobalRights. Las opiniones que se expresan en la serie corresponden a los autores. Para obtener más información sobre las últimas noticias y recursos sobre el género, las empresas y los derechos humanos, visite este portal.