Para prevenir la violencia contra las mujeres, debemos alejarnos de las respuestas basadas en las víctimas

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En 2019, se realizó una serie de talleres colaborativos con actores interesados del sector de la violencia doméstica, familiar y sexual (VDFS) a lo largo del Territorio del Norte de Australia. La intención era identificar principios de buenas prácticas para prevenir la violencia contra las mujeres (VCM). Los talleres culminaron con la producción de un marco para guiar el diseño, la práctica y la implementación de programas en el Territorio del Norte. La elaboración de este marco destacó dos necesidades: usar procesos participativos impulsados desde las bases para aprovechar los conocimientos basados en el lugar, y transformar fundamentalmente la manera en que respondemos a la VCM.  

El marco se creó en respuesta a la violencia extrema en el Territorio del Norte, sobre todo en contra de las mujeres indígenas. El Territorio del Norte tiene las tasas más altas de VDFS en Australia. Las mujeres aborígenes del Territorio del Norte han sido hospitalizadas en una proporción 69 veces superior a la de las mujeres no indígenas y tienen la mayor tasa de victimización de todo el mundo. La violencia es frecuente y extremadamente grave: 

“Tuvimos una mujer que vino [al hospital] con un hematoma enorme en la vulva. Inicialmente, dijo que habían lanzado una silla, pero al final admitió que él la pateó [con botas con punta de acero]... Un hombre usó una estaca para reja y empaló [a su pareja] —ella todavía la traía dentro cuando la admitieron—, y falleció... Tenemos una gran cantidad de intentos de estrangulamiento... Teteras electrónicas, botellas de agua congeladas, ladrillos de las casas; armas tradicionales, no tanto. Vemos muchas quijadas fracturadas, muñecas y brazos rotos, muchas heridas defensivas. Dedos dislocados. Tuvimos a una mujer a la que le patearon la cabeza y eso le arrancó parte de la cabellera”. [Actor interesado externo 29]. 

Esa violencia excesiva se ve agravada por complejidades regionales adicionales, como la lejanía extrema; las tasas elevadas de pobreza y desventajas; la falta de acceso a bienes y servicios; una población indígena alta, y un contexto de gran riqueza cultural y lingüística. Debido a estos factores contextuales, es frecuente que las intervenciones convencionales en materia de VDFS sean inapropiadas o ineficaces.  

La VCM se enfrenta principalmente a través de intervenciones convencionales diseñadas para toda Australia, las cuales se centran en las medidas de protección, el castigo a través del sistema de justicia y las respuestas a las crisis basadas en las víctimas. Se ha documentado que las respuestas del sistema de justicia penal, como el encarcelamiento y las órdenes dictadas en casos de violencia doméstica, no son eficaces porque no previenen ni desalientan la violencia. Las altas tasas de reincidencia en el Territorio del Norte evidencian la ineficacia de un enfoque puramente penal.   

Además, las respuestas basadas en las víctimas imponen a las mujeres la responsabilidad de huir de la violencia y buscar resguardarse en un refugio o albergue. Es cierto que estos servicios pueden salvar vidas; sin embargo, las mujeres deben superar muchos obstáculos para acceder a ellos. A menudo, las mujeres indígenas tienen que recorrer cientos de kilómetros, lejos de su país, su cultura, su idioma y sus redes de apoyo, para llegar a un refugio. Existe un costo monetario asociado que muchas mujeres no pueden pagar, así como miedos subyacentes de quedarse sin hogar o perder a sus hijos, por mencionar unos pocos ejemplos.  

Las mujeres en el Territorio del Norte también enfrentan obstáculos considerables para denunciar la violencia, buscar ayuda y obtener justicia. La violencia doméstica se reconoce como un delito en Australia desde 1975, gracias a la Ley de Derecho Familiar, y se ha ido perfilando gradualmente en la conciencia pública como un problema público. Durante todo ese tiempo, las respuestas a la VCM que se centran en las víctimas no han tenido éxito, y los niveles de VDFS se mantienen constantes; algunas formas, como la violencia sexual, incluso han aumentado.

Las altas tasas de reincidencia en el Territorio del Norte evidencian la ineficacia de un enfoque puramente penal.

Por otra parte, la expectativa cultural tradicional de que la mujer tiene la responsabilidad de poner fin a la violencia que sufre también ha reforzado percepciones erróneas y actitudes perjudiciales que marginan aún más a las víctimas. Las mujeres son revictimizadas o incluso castigadas por el sistema que debería protegerlas y apoyarlas. Es necesario —desde hace mucho tiempo— replantear la manera en que se responde a la VCM y elaborar un marco que se centre en los factores de riesgo y en la decisión de utilizar la violencia. 

Por estas razones, se invitó a actores interesados de organismos especializados y no especializados del sector de la VDFS en el Territorio del Norte a participar en talleres para seleccionar, clasificar y justificar principios de buenas prácticas. Los participantes también elaboraron indicadores para cada principio. A través del análisis de lo que se produjo en los talleres, se identificaron diez principios. Estos principios, con sus indicadores particulares, ofrecen un marco para prevenir la VCM en el Territorio del Norte.  La fortaleza de estos principios radica en su carácter complementario. Si bien los principios individuales pueden tener aplicaciones y relevancia en otros ámbitos, estos diez principios de buenas prácticas se entrecruzan y están diseñados para usarse en conjunto.  

Para prevenir la VCM en el Territorio del Norte, los actores interesados saben que los programas deben ser holísticos y hacer frente a los impulsores subyacentes de la violencia; estar dirigidos por la comunidad; ser seguros culturalmente, sobre todo en términos de respetar la cultura indígena; ser sostenibles y contar con financiamiento a largo plazo; ser educativos, cuestionar las actitudes perniciosas; contribuir a la promoción de la rendición de cuentas, sobre todo para los hombres que ejercen violencia; fundamentarse en marcos y teorías; formar alianzas entre distintos organismos; basarse en fortalezas, y ser accesibles. 

Estos principios, junto con sus indicadores, crean un marco específico al contexto para prevenir la VCM en el Territorio del Norte llamado “Hopeful, Together, Strong” (Con esperanza, juntos, fuertes). El título refleja la manera en que los actores interesados quieren abordar la prevención de la violencia en el Territorio del Norte: de una manera que mantenga la esperanza, con todos los actores interesados trabajando juntos y manteniéndose fuertes unos a otros. 

La formulación de este marco era necesaria e importante por varias razones: la magnitud y gravedad de la violencia; los desafíos y obstáculos adicionales que enfrentan las personas que sufren violencia y los proveedores de servicios cuando se presta el servicio; los programas y marcos impuestos externamente que a menudo eran inadecuados, tenían aplicación limitada o necesitaban adaptaciones considerables. 

Es evidente que contar con marcos y principios rectores específicos al contexto es importante para prevenir la violencia contra las mujeres. La mejor manera de elaborar herramientas específicas al contexto es mediante un proceso colaborativo en el que participen los actores interesados y que promueva su compromiso; esa participación, a su vez, alentará a los organismos de financiamiento a colaborar. Los indicadores ofrecen una guía práctica; los principios son abstractos y reflejan valores y enfoques más amplios, mientras que los indicadores los consolidan y los afianzan en la práctica y lo cotidiano. Los indicadores del marco ofrecen a los financiadores una forma de evaluar un programa con respecto a los principios y, a falta de fondos para una evaluación externa, permiten a las organizaciones monitorear y evaluar sus programas con respecto a los puntos de referencia de las buenas prácticas. 

La etapa final de este proceso es la difusión y la labor de promoción; se han entablado diálogos con distintos niveles de gobierno. Las principales dificultades en la implementación incluyen poner en práctica el marco a lo largo de un espacio geográfico enorme con financiamiento reducido y un acceso limitado a las tecnologías de comunicación. Otra es cultivar el cambio de procesos y cultura organizacional dentro de los departamentos de gobierno, sobre todo dado que esos departamentos suelen tener una rotación de personal alta. Por último, otro reto puede ser derribar las barreras que dividen a los actores interesados y los servicios para avanzar hacia una respuesta coordinada para la prevención de la violencia contra las mujeres.  

Por consiguiente, se hicieron tres recomendaciones para facilitar la implementación del marco: incorporar los principios en los mecanismos de financiamiento; usar los indicadores en los procesos de monitoreo y evaluación; y ofrecer capacitación a los actores interesados sobre cómo poner en práctica el marco. Una implementación exitosa del marco hará que el sector de la VDFS en el Territorio del Norte comience a afrontar la violencia contra las mujeres en una respuesta coordinada y, a través de sus procesos de monitoreo y evaluación, empezará a producir perspectivas importantes y lecciones fundamentales a partir de los programas que logren generar cambios progresivos.

La mejor manera de elaborar herramientas específicas al contexto es mediante un proceso colaborativo en el que participen los actores interesados y que promueva su compromiso.   

Los gobiernos tienen que tomar medidas decisivas para combatir la violencia contra las mujeres, invirtiendo en programas diseñados para prevenir dicha violencia. Para prevenir y combatir la violencia contra las mujeres, se requiere un cambio de actitudes a nivel social y comunitario, a fin de afrontar los factores que impulsan la violencia. El cambio se debe generar a través de un enfoque renovado para hacer frente al comportamiento violento dentro de una respuesta holística que dé prioridad a la seguridad de las mujeres y los niños.   

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