En Israel, la opinión pública importa más cuando está en tu contra

En 2010, las organizaciones ubicadas en Israel que trabajaban a favor de los derechos humanos de los palestinos tenían pocas ilusiones respecto a la opinión pública israelí. A las punzantes críticas de la sociedad israelí contra estos grupos solo se les comparaba el desprecio que expresaban los judíos israelíes hacia los propios palestinos.

Una década que incluyó la segunda intifada, olas de violencia contra la población civil israelí y la guerra de 2006 contra el Líbano dejó a los israelíes sin esperanzas de alcanzar la paz. El público judío se volvió incluso más traumatizado y hostil hacia los palestinos, y percibía como subversivas a las organizaciones locales de derechos humanos.  

Luego, a finales de 2008, la guerra de Israel en Gaza (denominada “Plomo Fundido”) llevó a que una comisión de la ONU encabezada por el juez Richard Goldstone investigara posibles crímenes de guerra. El gobierno israelí se negó a cooperar con la comisión, pero las ONG de derechos locales suministraron información, con lo que los sentimientos de los judíos israelíes hacia ellas alcanzaron un nuevo punto bajo.

A lo largo de esta complicada década, algunos profesionales de derechos humanos prácticamente habían renunciado a buscar una opinión favorable del público israelí. 

A lo largo de esta complicada década, algunos profesionales de derechos humanos prácticamente habían renunciado a buscar una opinión favorable del público israelí. En cambio, adoptaron estrategias jurídicas y recurrieron a la comunidad internacional, con la esperanza de que la presión desde el exterior cambiara las políticas de Israel. Pero para el momento en el que llegaron conmigo a finales de 2010, algunas habían reconocido lo que ya señalaron Jeong-Woo KooRachel KrysKevin Nix y otros en este debate de openGlobalRights: la opinión pública es relevante para el cambio en cuestión de derechos humanos.

El problema

Las consecuencias del informe Goldstone no fueron simplemente desagradables. Un grupo de intimidación derechista llevó a cabo una burda campaña pública que se dirigía explícitamente el principal financiador de las agrupaciones de derechos humanos, el New Israel Fund, y un ministro de Relaciones Exteriores en funciones llamó a estos grupos “cómplices del terror“. Los legisladores de derecha diseñaron iniciativas para limitar las actividades de las ONG izquierdistas y de derechos humanos, y una versión de esa iniciativa de ley sigue pendiente en el parlamento israelí al día de hoy. Los artículos de opinión y los comentaristas en Internet escupían furia y exigían que el gobierno prohibiera las agrupaciones de derechos israelíes.

Diez organizaciones israelíes que trabajan a favor de los derechos palestinos se reunieron para intercambiar ideas, y con una subvención designada, me contrataron para dirigir un proceso de desarrollo de estrategias para aumentar su eficacia en la sociedad israelí de un año de duración. Inicialmente, la investigación formal de la opinión pública no estaba en la agenda.

Cada agrupación tenía su propia perspectiva y misión organizacional, y si bien todos compartían la causa de la defensa de los derechos palestinos violados por la ocupación israelí (para algunos, esta era solo una de sus áreas de actividad), sus enfoques, valores y otras actividades eran distintos.

Las agrupaciones de derechos humanos querían abordar una variedad de cuestiones. Una sentía que el principal problema es que no había ningún legislador “apoyándonos” en el parlamento israelí. A otra le preocupaba que los trabajadores de derechos humanos se estaban aislando en su propia “caja de resonancia” y deseaba “hablar con un grupo más grande” y “ampliar el círculo para incluir a otras organizaciones de la sociedad civil bajo ataque”. Un temor general predominante era que las autoridades, en colaboración con el entorno público, los excluyeran cada vez más.

A otras les preocupaba relacionarse directamente con el público en general. Tenían miedo de que esto las llevara a “hacerle el juego” a la atmósfera de línea dura predominante. Se compartía la opinión de que sin importar lo que dijeran o hicieran los defensores de derechos palestinos, el público siempre los odiaría. Ante esto, ¿para qué comprometer el mensaje? Del mismo modo, algunas ONG sentían que las voces radicales debían seguir siendo radicales para ayudar a impulsar gradualmente el discurso y servir como contrapeso a la extrema derecha.

Pero otras imaginaban una forma más positiva de acercarse al público, que incluyera mensajes para explicar por qué el activismo de derechos humanos es esencial para la democracia. Tal vez podrían moderar sus críticas negativas de las políticas israelíes al mismo tiempo que destacaban la importancia de respetar los derechos de los palestinos afectados por esas políticas.

Aunque no era uno de los objetivos iniciales, hacia el final del año de trabajo conjunto, la mayoría de las agrupaciones participantes decidió que sería útil realizar estudios sistemáticos de la opinión pública.

El proceso

Comenzamos el proyecto invitando a los principales líderes de opinión, como los miembros de grupos de expertos destacados, ex funcionarios militares y periodistas para que hablaran francamente con nuestro grupo en una conferencia de dos días a puertas cerradas, lejos de los medios y las afectaciones relacionadas.

También reclutamos a un grupo de discusión de ciudadanos judíos israelíes comunes, dirigido por un moderador profesional. Los trabajadores de derechos humanos se sentaron fuera del círculo y observaron sin intervenir. Aunque el método no era convencional, los participantes del grupo de discusión pronto comenzaron a hablar libremente. La distancia entre las opiniones de los trabajadores de DD. HH. y las de los israelíes comunes sorprendió a los observadores continuamente. Rodeados como estaban de dificultades relacionadas con la ocupación, los trabajadores de derechos humanos ahora veían a ciudadanos para los que el conflicto simplemente no era un tema candente en absoluto. Esto les recordó lo poco que sabe la mayoría de los israelíes sobre la vida de los palestinos, y la perspectiva complaciente de que la paz es algo deseable pero que simplemente tendrá que esperar.


Flickr/U.S. Embassy Tel Aviv (Some rights reserved)

A focus group comprised of Israeli and Palestinian teens meets in Tel Aviv.


Durante el resto del año, convoqué a las organizaciones aproximadamente una vez al mes. A menudo teníamos invitados, incluidos personajes que se solidarizaban con nuestra causa y podían ofrecernos consejos sobre herramientas concretas, como las redes sociales, y personajes con una actitud crítica o incluso hostil para que los participantes pudieran entender mejor los puntos de desacuerdo.

Hacia el final del proceso habíamos desarrollado una variedad de ideas y mensajes fundamentales. Estos incluían argumentos morales a favor de los derechos humanos, enfoques de costo-beneficio, argumentos basados en la democracia israelí y argumentos basados en el derecho internacional. Otras ideas tenían que ver con identificar los casos en los que las comunicaciones de las ONG podrían ofender a los israelíes comunes, y la posibilidad de que la información fáctica y sin adornos pudiera resultar más eficaz que la indignación moral. Algunos participantes consideraban que ciertos mensajes representaban un compromiso, o diluían las críticas duras que a su parecer eran necesarias.

Como sabíamos que sería útil contar con más información sistemática, nos embarcamos en un programa de investigación modesto: dos grupos de discusión y una encuesta de mediana extensión aplicada a 600 entrevistados judíos israelíes de habla hebrea.

Para los grupos de discusión, reclutamos a personas que podrían apoyar a las ONG de derechos humanos que trabajan por los derechos palestinos, pero que en la práctica no lo hacían. El primer grupo provenía de la autodefinida “centro-izquierda” política, mientras que el segundo incluyó personas del centro político.

Cabe destacar que el grupo de discusión de centro-izquierda apoyaba más a las ONG de derechos humanos y los valores asociados. En un grupo de discusión que realizamos más adelante con una de las organizaciones de DD. HH., reclutamos personas con formación jurídica, pero esos participantes no parecieron estar más interesados en la igualdad de los palestinos o israelíes ante la ley, o la igualdad de derechos, debido a esa formación. En cambio, su orientación política inicial parecía dar forma a sus opiniones, que a veces justificaban con argumentos jurídicos. El grupo definido como de centro mostró actitudes mucho más parecidas a la narrativa nacional dominante, y solamente tenía un interés o solidaridad limitados con respecto a los derechos humanos de la población a la que gobierna Israel.

Con base en las lecciones aprendidas de los grupos discusión, redactamos una encuesta en la que pedíamos la respuesta de las personas ante distintos tipos de mensajes de derechos humanos. También preguntamos sobre las actitudes hacia los personajes políticos principales, los derechos humanos en general, y temas amplios relacionados con el conflicto israelí-palestino.

Los resultados nos ayudaron a identificar a los partidarios comprometidos de la comunidad de ONG de derechos humanos que apoyan a los palestinos, en su mayoría integrantes de la autodefinida, pero limitada, izquierda política, así como a los opositores y las poblaciones más resistentes, como los derechistas políticos, las personas sumamente religiosas y los inmigrantes de la ex Unión Soviética. También revelaron algunas oportunidades inesperadas, incluida una apertura a ciertos mensajes de derechos humanos en porciones considerables de las personas que se definían a sí mismas como del centro y la derecha políticos, de la sociedad judía israelí.

Entre estos hallazgos, encontramos que el concepto general de los derechos humanos tiene una aceptación amplia, incluso en la derecha. La mayoría de los entrevistados, incluso en la derecha política, sentía que reconocer las situaciones complejas y los posibles errores y declarar la intención de proporcionar información profesional y objetiva aumentaba la credibilidad de las organizaciones a las que juzgaban con tanta dureza. Del mismo modo, los mensajes que señalaban que los palestinos también violan los derechos humanos (de los mismos palestinos y de los israelíes) influían positivamente en la imagen de las organizaciones, incluso dentro de amplias porciones de los grupos meta más difíciles.

Los resultados pusieron de relieve que el público no es un muro: está compuesto de personas reales con actitudes flexibles y sensibles a los cambios. En ese sentido, los números en realidad pueden humanizar. Otros datos destacaron uno de los problemas clave en la mirada pública: la percepción de que las ONG apoyaban a un solo lado, simplificaban demasiado la situación o incluso eran arrogantes. Pero también encontramos que los mensajes reconfortantes que afirman que los derechos humanos no tienen que entrar en conflicto con la identidad israelí o judía, y que incluso podrían fortalecerla, tienen un efecto positivo.

Convertir estas percepciones en cambios es un proceso complejo. En general, el entorno continúa siendo difícil y es poco probable que las actitudes hostiles hayan cambiado mucho desde que realizamos la encuesta hace cuatro años. Al menos las organizaciones cuentan con herramientas adicionales, y algunas han encontrado una necesidad constante de utilizarlas: con el paso de los años, algunas agrupaciones han realizado proyectos de seguimiento y han solicitado presentaciones de encuestas adicionales o la facilitación de sesiones para generar estrategias como organizaciones individuales.

Reconocer la importancia de la opinión pública fue un paso pequeño pero importante. Los desafíos a largo plazo siguen ahí.