La propiedad intelectual como herramienta de empoderamiento

Foto: Fups/Flickr (CC BY-NC-ND 2.0)


La propiedad intelectual se ha convertido en un instrumento potente para crear riqueza. Como “creaciones de la mente”, la propiedad intelectual incluye símbolos, nombres e imágenes utilizados en el comercio, así como invenciones, obras literarias y artísticas, y diseños. Según un informe del Departamento de Comercio de los EE. UU., las industrias intensivas en propiedad intelectual representaron $6,600 billones, o el 38.2 por ciento, del producto interno bruto (PIB) de los EE. UU. en 2014. En otras palabras, la propiedad intelectual es una gran fuente de generación de riqueza, al menos para quienes poseen derechos de propiedad intelectual, y de desarrollo económico nacional. Además, los derechos de propiedad intelectual están reconocidos en el artículo 15 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC) como el derecho que tiene toda persona a “beneficiarse de la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora”. Sin embargo, como señala Public Interest Intellectual Property Advisors (PIIPA), “el problema es que solo una fracción de la población mundial tiene el conocimiento o los medios necesarios para acceder al marco normativo en materia de propiedad intelectual y hacer uso de las leyes correspondientes”. Esa brecha de conocimiento y medios sugiere que la propiedad intelectual tiene potencial como herramienta para impulsar los derechos humanos en términos del nivel de vida adecuado, la remuneración justa y la participación en la vida cultural que reconocen los artículos 7, 11 y 15 del PIDESC.

Dados los amplios efectos sociales, culturales, morales y distributivos de la propiedad intelectual, que van más allá del ámbito económico, es imperativo utilizar las leyes de propiedad intelectual y las estrategias empresariales de manera que se aproveche la creatividad de las comunidades de bajos ingresos, sobre todo de los países en desarrollo. Cuando las comunidades de bajos ingresos aprovechan activamente la propiedad intelectual, pueden participar en los “mercados comerciales y culturales a nivel global” como creadoras, y no como meras receptoras pasivas o guardianas de los conocimientos tradicionales. De hecho, los pueblos indígenas y los de los países en desarrollo buscan cada vez más capacitarse sobre las herramientas de propiedad intelectual y cómo utilizarlas. Algunas organizaciones están respondiendo a esa necesidad, especializándose en la comercialización y desarrollo de marca de la propiedad intelectual de las comunidades de bajos ingresos. A continuación, se presentan algunos ejemplos.

Cuando las comunidades de bajos ingresos aprovechan activamente la propiedad intelectual, pueden participar en los "mercados comerciales y culturales a nivel global" como creadoras, y no como meras receptoras pasivas o guardianas de los conocimientos tradicionales.

Light Years IP, una organización sin fines de lucro con sede en Washington DC, ayudó a las mujeres productoras de manteca de karité en Sudán y Uganda a establecer la cooperativa Women’s Owned Nilotica Shea (WONS), y su propia marca minorista. La organización proporcionó capacitación sobre la importancia de las estrategias de propiedad intelectual para las productoras. Margaret Brindle, directora de educación de Light Years IP, explica por qué la propiedad intelectual y el desarrollo de la imagen de marca son importantes para las productoras en el Libro de trabajo de WONS. El Libro de trabajo enfatiza los atributos únicos de la manteca de karité de África Oriental y discute las estrategias comerciales de propiedad intelectual. En lugar de aceptar ofertas desfavorables de las principales empresas de cosméticos, las mujeres ahora pueden ser dueñas de su propia marca y asumir el control de la distribución. Según el sitio web de Light Years IP, estas mujeres ganarán entre $25 y $100 por kilogramo, en lugar de aceptar los escasos $6 por kilogramo que les ofrecían.

Light Years IP también ayudó a los caficultores etíopes a tomar el control de sus marcas y la distribución de su café a través de una iniciativa de marca registrada y licencias. Con la ayuda de abogados especializados en derecho de marcas, los caficultores tramitaron registros de marcas y autorizaron distribuidores en los principales países del mercado. Esto le dio al sector de exportación de café etíope más poder de negociación. En consecuencia, los ingresos anuales de exportación se duplicaron de $100 millones en 2007 a más de $201 millones en 2008, y los ingresos de productores y exportadores también se duplicaron.

Por último, Superflex, un colectivo de artistas daneses, trabajó con los agricultores de bayas de guaraná en Maués, Brasil, cuando estos se organizaron en respuesta a un aparente cartel entre varias corporaciones multinacionales. En ese momento, el precio de las bayas se redujo de $25 a $4 por kilogramo. Para hacer frente a las bebidas energéticas a base de bayas de guaraná comercializadas y vendidas por corporaciones multinacionales, los agricultores decidieron fabricar y distribuir su propio refresco, Guaraná Power. Superflex ayudó a los agricultores a desarrollar su propio producto y diseñar un logotipo para él. Si bien las complejidades de garantizar el cumplimiento de las leyes de propiedad intelectual, y las desigualdades de recursos al luchar contra las demandas al respecto, están más allá del alcance de este artículo, el acto de registrar una marca comercial y desarrollar una marca propia puede situar a los agricultores en una mejor posición de negociación y facilitar sus actividades comerciales.

Este uso de las estrategias de propiedad intelectual apunta al potencial de las leyes de propiedad intelectual para beneficiar a las comunidades de bajos ingresos. Sin embargo, estos ejemplos no deben ocultar las limitaciones de las leyes vigentes a nivel nacional, regional e internacional. Por ejemplo, J. Janewa Osei-Tutu, profesora de derecho, sostiene que los países africanos deberían invocar explícitamente el “desarrollo humano” como objetivo de sus leyes de propiedad intelectual. Osei-Tutu adopta la interpretación del desarrollo humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), “ampliar la riqueza de la vida humana, en lugar de tan solo la riqueza de la economía en la que viven los seres humanos”, que se centra en las personas y sus oportunidades y opciones. Osei-Tutu sugiere de manera convincente que dicho marco jurídico haría posible que la legislación y las políticas en materia de propiedad intelectual promovieran el desarrollo humano como la norma, en lugar de como una excepción a la norma, según se estipula en los acuerdos comerciales internacionales en vigor.

Como escribe en su libro la profesora de derecho Madhavi Sunder: “el empoderamiento de los pobres implicará que aprendan cómo controlar y comercializar sus propios productos de conocimiento”. Para que la legislación sobre propiedad intelectual funcione para todos, tendremos que mejorarla. Sin embargo, también podemos aprender de los ejemplos exitosos y preguntarnos: ¿cómo podemos compartir el conocimiento sobre las estrategias y las leyes de propiedad intelectual con las comunidades más amplias y ayudarlas a participar en el mercado? Cuando las comunidades mucho más amplias aprovechan la propiedad intelectual, estos cambios pueden contribuir a fomentar las condiciones equitativas en las transacciones globales y los derechos humanos a tener un nivel de vida adecuado y participar en la vida cultural.