El acaparamiento de tierras en Haití siembra la vulnerabilidad climática y la violencia contra las mujeres

USAID Haiti / David Rochkind

USAID Haiti / David Rochkind


“Dar tierras a un rico para que aumente su capital no nos beneficia. Lo que produzca no será para la comunidad, sino para la exportación... antes, cada persona podía tomar una pequeña porción para plantar arroz, gandules verdes y otros productos. Esta situación tiene graves consecuencias para nosotras y nuestras familias”, subrayó Esther Jolissaint, miembro de la organización Solidarite Fanm Ayisyèn (Solidaridad de Mujeres Haitianas – “SOFA”).

Esta cita es de una presentación de marzo de 2022 que los miembros de la Clínica de Justicia Global de NYU, incluyéndome a mí, hicieron con SOFA a la Relatora Especial de la ONU sobre la violencia contra las mujeres y las niñas. La declaración de Jolissaint se refiere específicamente a la toma de tierras en 2020 de la escuela agroecológica feminista de SOFA en Savane Diane, en el centro de Haití. Sin embargo, resume de manera amplia los impactos violentos del acaparamiento de tierras sobre las mujeres y el clima, en Haití y, de hecho, en todo el mundo. La Relatora Especial presentará su informe a la Asamblea General de la ONU el próximo mes de septiembre.

Las mujeres agricultoras se ven afectadas de forma desproporcionada por el cambio climático, en parte debido a la desigualdad en el acceso y el control de la tierra. Se ven especialmente afectadas por la crisis climática, entre otras cosas por la pérdida de hogares, tierras de cultivo y medios de vida tradicionales. El acaparamiento de tierras en Haití hace que las mujeres sufran violaciones a los derechos ambientales y de las mujeres, y exacerba la vulnerabilidad climática, en un contexto subyacente que ya es bastante vulnerable en términos climáticos.

En lugar de ofrecer a las mujeres un apoyo muy necesario, el acaparamiento de tierras en Haití empeora los derechos de las mujeres y del ambiente y exacerba la vulnerabilidad climática, en un contexto subyacente de vulnerabilidad climática ya extrema.

La apropiación de las tierras de SOFA en Savane Diane pone de manifiesto estos fenómenos interconectados. SOFA es una organización feminista haitiana con cerca de 10 000 miembros en todo el país, el 80 % de los cuales son mujeres campesinas. Durante treinta y seis años, SOFA ha abordado la violencia de género; la participación política, la salud y la autonomía de las mujeres; y los derechos ambientales. En 2017, el gobierno haitiano concedió a SOFA 13,75 hectáreas de tierra en Savane Diane para apoyar las actividades de una escuela de formación agrícola orgánica feminista dirigida por la organización. Allí, SOFA formó a 300 agricultores, la mayoría mujeres, sobre derechos a la tierra, soberanía alimentaria y prácticas agroecológicas para la resiliencia climática.

El uso sostenible de la tierra de Savane Diane por parte de SOFA no sólo alimentó a la comunidad local, sino también a otras partes del país. Haití se enfrenta a una grave inseguridad alimentaria, pero, como subrayó Jolissaint, “el cultivo de la tierra combate el hambre, la explotación y los alimentos importados”.

Sin embargo, en 2020, actores públicos y privados, al parecer trabajando en conjunto, destruyeron de manera metódica —y con violencia— el vallado de la escuela y desplazaron por la fuerza a los miembros de SOFA de sus tierras. SOFA se vio obligada a abandonar la zona a Stevia Agro Industries S.A., una empresa agroindustrial orientada a la exportación, controlada por el poderoso empresario haitiano André Apaid. En 2021, el expresidente Jovenel Moïse, mediante un decreto presidencial, ratificó la expropiación de tierras y destinó 8600 hectáreas —incluidas las tierras de SOFA— a una zona franca agroindustrial. El hecho de que el desplazamiento se haya producido durante una pandemia que ha intensificado la inseguridad alimentaria agudiza aún más la violencia.

Las mujeres agricultoras se ven afectadas de forma desproporcionada por el cambio climático, en parte debido a la desigualdad en el acceso y el control de la tierra.

El acaparamiento de tierras de Savane Diane refleja algo más que la toma de tierras de una organización feminista para su uso por parte de actores poderosos, lo cual fue frecuente durante el gobierno de Moïse. Y ha tenido consecuencias agravantes. Al ver atacados sus medios de vida, las mujeres rurales de la zona, que son agentes fundamentales para hacer frente al cambio climático, son ahora más vulnerables a otras formas de violencia. Las estudiantes de SOFA se han visto privadas de autonomía económica y de la formación agroecológica que apoya la agricultura resiliente al clima. Al no tener tierras, algunas mujeres han buscado trabajo en Stevia Industries. Sin embargo, denuncian la explotación por parte de los supervisores, que las someten a violencia sexual a cambio de trabajo, sin garantías de empleo ni salarios justos.

El desarrollo industrial de Savane Diane está provocando un mayor empobrecimiento e inseguridad alimentaria. La sociedad civil también ha señalado que el proyecto dañará el ambiente local, la agricultura, la biodiversidad y la ganadería e introducirá fertilizantes y pesticidas perjudiciales, así como prácticas de despilfarro de agua. El proyecto también afecta al acceso al agua: según los residentes, la zona franca alberga tres grandes depósitos de agua que solían almacenar agua potable para los residentes en épocas de sequía. A pesar de enfrentarse a una crisis de agua, los residentes ya no pueden acceder a estos depósitos.

Savane Diane es sólo un ejemplo del desplazamiento forzado de los agricultores en beneficio de las élites en Haití. Aunque Moïse fue asesinado en julio de 2021, su partido sigue en el poder, por lo que es probable que el acaparamiento violento de tierras continúe. En Haití, este acaparamiento de tierras debe entenderse como una manifestación moderna del extractivismo racializado que ha existido desde la colonización. Desde la independencia de Haití, las familias poderosas se han asegurado de que la tierra permanezca en manos de un pequeño grupo. Esto se ve facilitado por la falta de registros fiables. Menos del 5 % del territorio haitiano está incluido en el registro nacional de la propiedad, y hasta dos tercios de las tierras rurales no tienen un título formal de propiedad. Por lo tanto, los haitianos de las zonas rurales, especialmente las mujeres, son susceptibles de que les arrebaten sus ya limitadas tierras, lo que las deja en una situación precaria.

Además, la crisis climática y la escasez de recursos que la acompaña probablemente alimentarán el aumento del acaparamiento de tierras. El acaparamiento de tierras también puede agravar el impacto climático, en parte porque a menudo —como en Savane Diane— se instituye para sustituir las prácticas agrícolas locales sostenibles para el ambiente por monocultivos agroindustriales que lo degradan.

Los acaparamientos de tierra en Haití a menudo implican violencia contra las mujeres, lo cual refuerza la desigualdad de género, y corren el riesgo de exacerbar la ya severa degradación ambiental y la vulnerabilidad climática, como lo demuestra con certeza el caso de Savane Diane. A medida que la Relatora Especial avanza en su análisis sobre el género y el clima, los acaparamientos de tierras deben recibir un mayor escrutinio y condena internacional.