La estrategia política para la paz

Una versión de este artículo fue inicialmente publicada aquí en el Blog Global de Dejusticia.

El 23 de junio de 2016, el gobierno colombiano firmó un histórico acuerdo de cese al fuego con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para ponerle fin a 50 años de conflicto; y se espera que el acuerdo final de paz sea firmado en las próximas semanas. Durante estas conversaciones, además, se ha discutido bastante sobre el blindaje jurídico del acuerdo, bajo el entendimiento entre las partes de que con el acuerdo de paz vendrán varios compromisos, a nivel doméstico e internacional. Es así como el acuerdo de paz es entendido no solo como meras declaraciones políticas, sino también como un documento que crea deberes de obligatorio cumplimiento para garantizar una paz estable y duradera. Con todo, el acuerdo de paz asegurado jurídicamente no garantiza que el conflicto terminará ni que Colombia se convertirá súbitamente en un país más seguro.

El éxito de la paz no solo requiere que el acuerdo tenga seguridad jurídica, sino también, y principalmente, un proceso político de base que incluya el apoyo popular. A la fecha, el gobierno y las guerrillas han hecho poco para ganar apoyo popular en torno al acuerdo. De hecho, mucho críticos se han opuesto a los avances de la Mesa de Negociaciones de la Habana, y algunos, incluyendo al ex presidente Álvaro Uribe Vélez, han llamado a la “resistencia civil” argumentando que el acuerdo promueve la impunidad. Sumado a esto, los niveles de conocimiento ciudadano de las temáticas del acuerdo de paz son bajos, la legitimidad y confianza popular en el proceso han disminuido en los últimos meses, la polarización y los abusos de derechos humanos que están cometiendo grupos post-paramilitares siguen en aumento, y las estrategias políticas para incentivar el apoyo popular son inexistentes.

La paz es posible, en gran parte, si la mayoría de ciudadanos cree en ella y la defiende como mecanismo para ponerle fin al conflicto. Si bien obtener un apoyo generalizado en una sociedad tan polarizada no es fácil, el país podría aprender de campañas exitosas que se han implementado en Sudáfrica, Chile e Irlanda del Norte.


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In Colombia, peace is possible only if the majority of citizens believe in and defend it.


El fin del apartheid en Sudáfrica

Cuando el gobierno de De Klerk y el Congreso Nacional Africano (CNA) se sentaron a negociar, el ambiente político era inestable y la sociedad estaba profundamente polarizada. Desde el anuncio de las negociaciones, el apoyo político al Partido Nacional (PN), que respaldaba la transición, se debilitó y el Partido Conservador (PC) tomó impulso político. Como respuesta, De Klerk anunció que se consultaría solamente a la población blanca, a través de un referendo, si apoyaban o no las negociaciones con el CNA. Los efectos del referendo eran serios y, en cierta medida, riesgosos: si ganaba el sí, el proceso de paz se fortalecería al apaciguar las tensiones políticas y ese ambiente político favorecería darle fin al apartheid; pero si ganaba el no, las consecuencias serían graves pues De Klerk había anunciado que renunciaría como presidente, lo que efectivamente cerraría la puerta de la paz en los años siguientes.

En la campaña por el sí, Nelson Mandela aseguró que un gobierno dirigido por el CNA no reduciría los funcionarios públicos blancos y aquellos que fueran despedidos obtendrían algunos beneficios. Asimismo, grandes empresas sudafricanas mostraron que las negociaciones estaban generando oportunidades económicas que no podían ser desechadas votando por el no. También circularon anuncios que mostraban los beneficios de la paz con frases como “el futuro está en sus manos” o “usted puede parar a este hombre” (seguido de una imagen de un hombre encapuchado y con un arma) La campaña por el no, por su parte, señalaba que, de permitirse la negociación del gobierno con el CNA, se instauraría una mayoría negra comunista que desconocería los derechos de los blancos.

El referendo obtuvo una importante respuesta positiva, pues el 68.7% de los blancos apoyaron la negociación. Con ese respaldo, el proceso de paz continuó su marcha que sería irreversible hasta llegar, en 1994, a la elección de Mandela como presidente y, en 1996, a la aprobación de una nueva Constitución.

En este caso, la campaña por la paz no fue liderada solamente por el gobierno y los partidos políticos, sino también por otros actores, como líderes sociales y empresarios. Además, el mensaje fue dirigido a toda la sociedad, incluidos los opositores.

El fin de la dictadura chilena

En Chile, la salida de la dictadura de Pinochet también contó con respaldo popular. La Constitución de 1980 fijó un período de transición, desde el 11 de marzo de 1981 (cuando entró en vigencia) hasta el fin del mandato de Pinochet el 11 de marzo de 1989. Para definir si Pinochet seguiría en el poder, los ciudadanos participarían en un plebiscito. Según Eugenio Tironi, director de contenidos de la campaña del No, el gran adversario “no era Pinochet, sino el miedo. El miedo de salir, votar y demostrar su opción”.

La propaganda del sí transmitió la idea de que, al caer el gobierno militar, el país se sumiría en el caos, el crecimiento económico sufriría un grave reverso y regresarían los temidos marxistas. La propaganda por el no –retratada en una conocida película titulada simplemente “No”–, apeló al sentimiento de esperanza con frases como “Sin odio. Sin violencia. Sin miedo. No más. Vote No”. Igualmente, esta propaganda incluyó violaciones de derechos conocidas en la sociedad chilena, como la tortura de una mujer mayor.  En el plebiscito, el “No” ganó, con un 55.99%. Esto muestra que los mensajes innovadores pueden ayudar a la sociedad a ver la paz como posible. 

Es hora de que todos –no sólo las partes que están sentadas negociando– firmemos la paz.

El Acuerdo de Viernes Santo en Irlanda del Norte

En abril de 1998, los principales partidos de Irlanda del Norte firmaron el “Acuerdo de Belfast” o “Acuerdo de Viernes Santo”. Este acuerdo –que fue sometido a referendo el 22 de mayo de 1998– buscó poner punto final a un conflicto armado que enfrentaba a dos comunidades profundamente divididas: los republicanos (católicos) que querían unirse a Irlanda y los unionistas (protestantes) que apuntaban a mantener el vínculo con el Reino Unido.

“Es un derecho decir no” fue el slogan de la campaña de la oposición. Este sector alegó que existían otras vías mejores para consolidar la democracia en Irlanda del Norte. Por su lado, la campaña por el sí recurrió a diferentes estrategias para alentar un consenso por la paz, lo que incluyó medidas como enviar a cada ciudadano una copia del acuerdo de paz y un casete de VHS con razones a favor del acuerdo. Allí también participaron íconos musicales, como U2, y diversos sectores, como el obrero y las mujeres.

Finalmente, el acuerdo de paz recibió un decidido apoyo popular: 71% en Irlanda del Norte y 95% en la República de Irlanda. En particular, en este caso, la propaganda por la paz fue concreta, en lugar de abstracta, por lo que resaltó los beneficios puntuales de apostarle a la paz. Y el mensaje se dirigió a la audiencia según sus condiciones particulares.

 ¿Y el fin del conflicto armado colombiano?

Para obtener un mayor apoyo popular, el gobierno colombiano y la sociedad civil necesitan crear estrategias concretas que entiendan la audiencia a la que se dirige. El discurso de la paz debe permear la vida social en Colombia y, para ello, dicha estrategia política debería mostrar, en lo concreto, cuál es la ventana de oportunidades que abre la etapa de post-acuerdo. Para eso, es indispensable conocer la audiencia objeto en cuanto a su posición al proceso de paz –convencidos, indiferentes u opositores–, la zona de residencia –rural o urbana– y el sector socio-económico al que pertenece. Si bien las encuestas de opinión serán cruciales para comprender la tendencia del electorado, lo que hagamos con esa información para influir en dicha tendencia será aún más importante.

Es hora de que todos –no sólo las partes que están sentadas negociando– firmemos la paz.