Por qué los acontecimientos actuales en Ucrania (deberían) plantear preguntas sobre los refugiados en Grecia

/userfiles/image/Hapig_Image_03-16-2022.jpg

 


La invasión de Ucrania por parte de Putin a finales de febrero de 2022 y los sucesos posteriores han eclipsado todos los demás acontecimientos y temas en Europa. El origen de la violencia y la amenaza de una destrucción aún mayor no sólo están a las puertas del continente, sino que les dieron una patada y están arrasando vidas y ciudades enteras. Con esta evolución, el tema y la retórica en torno a los solicitantes de asilo y los refugiados ha resurgido en Europa, tras haber estado omnipresente en sus medios de comunicación en 2015 y 2016.

Nosotros, el equipo de nuestro espacio humanitario Habibi.Works en Grecia, nos solidarizamos con las personas afectadas por la guerra en Ucrania. Aunque estamos convencidos de que es responsabilidad de los países seguros proporcionar un apoyo completo e inmediato a todas las personas que huyen de Ucrania, quienes hemos participado en la respuesta humanitaria en Grecia a lo largo de los últimos años no podemos dejar de preguntarnos por qué se extiende la solidaridad de manera tan fácil por los países europeos en este momento, después de que cientos de miles de hombres, mujeres y niños que han llegado a Europa en busca de libertad y seguridad a lo largo de los últimos años han sido humillados, criminalizados, abandonados y excluidos. Para ponerlo en contexto: mientras usted lee este artículo, aproximadamente un tercio de los solicitantes de asilo que viven en los campos de refugiados griegos pasan hambre.

El objetivo de este artículo no es discutir quién necesita más ayuda. Este artículo pretende arrojar luz sobre algunos de los últimos acontecimientos, las violaciones de los derechos humanos y el sufrimiento (totalmente innecesario) de los refugiados y los solicitantes de asilo en Grecia, en un momento en el que el tema de los refugiados está volviendo a ser objeto de una dura concienciación pública.

Se desconoce el número exacto de solicitantes de asilo en Grecia. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) sólo incluye a las personas que se han registrado de manera oficial en los campos o instalaciones de refugiados, pero no a las personas que permanecen sin registrar o indocumentadas. Según su página web, a finales de 2019, el ACNUR cifra en 186 000 el número de refugiados y solicitantes de asilo en instalaciones de Grecia. El Comité Internacional de Rescate publicó una cifra más actualizada, que estima que 119 700 solicitantes de asilo y 50 000 refugiados residen actualmente en Grecia.

Muros en lugar de integración

En 2021, el gobierno griego comenzó a construir muros de hormigón alrededor de los campos de refugiados de la Grecia continental. Las instalaciones que acogen a hombres, mujeres y niños durante el tiempo que tienen que esperar a que las autoridades decidan sobre sus solicitudes de asilo (que pueden ser meses o años) se están convirtiendo en recintos similares a una prisión.

Pero los campos de refugiados, aunque se necesitan con urgencia y son cruciales como primera respuesta en situaciones de emergencia, en especial en regiones que carecen de infraestructuras de forma general o temporal, no son adecuados para alojar a personas durante períodos prolongados.

En Grecia abundan los edificios vacíos desde la crisis financiera de 2010. No es necesario que nadie viva en una tienda de campaña o en un contenedor. El Estado griego, en lugar de proporcionar condiciones de vida dignas en los edificios existentes y, por tanto, invertir en el mercado griego de vivienda y en la economía del país, optó por dejar que millones de euros se filtraran en la arena de los insostenibles campos de refugiados.

Cada medida de control impuesta por el gobierno griego es un peldaño para futuras medidas de control.

En 2016, el primer año de nuestra intervención en Grecia, supusimos que la respuesta del gobierno griego reflejaba la negativa a admitir que la llegada de personas a sus fronteras sería un reto a largo plazo. Con el paso de los años, se nos hizo evidente otra probable motivación: el deseo de controlar a los refugiados y solicitantes de asilo en lugares centralizados.

Sin embargo, este tipo de control conduce a una restricción cada vez mayor de los derechos y las libertades de las personas. Un campo de refugiados permite la existencia de muros. Los muros permiten los toques de queda (que ya existen en algunos campos). Los muros permiten excluir por completo a los observadores locales e internacionales de derechos humanos, lo cual refuerza aún más la censura que ya prohíbe a las ONG informar acerca de los acontecimientos que ocurren dentro de los campos. Impiden la integración y el entendimiento entre las comunidades de acogida y los recién llegados. En otras palabras, cada medida de control impuesta por el gobierno griego es un peldaño para futuras medidas de control. 

El resto de Europa ha guardado un vergonzoso silencio ante estos hechos y es poco probable que se produzcan críticas serias por parte de los organismos políticos. Al fin y al cabo, el presupuesto de 28,4 millones de euros para la construcción del muro fue aportado en gran parte por la Comisión Europea. Mientras se construyen los muros, Grecia afirma carecer de recursos para ofrecer educación formal a todos los niños refugiados. El presupuesto invertido en la construcción de muros equivale al salario promedio anual de 1352 maestros de escuela en Grecia.  La forma en que Grecia decide invertir esta suma dice mucho.

Los muros tienen un impacto dramático en la vida cotidiana y el bienestar de las personas. Además, transmiten el claro mensaje de que los refugiados no son bienvenidos aquí y que, mientras se queden, serán tratados como prisioneros.

Hambre y violaciones de los derechos humanos 

Convertir los campos de refugiados en cárceles no es la única medida que ha tomado el Estado griego para desanimar a los refugiados a que intenten encontrar seguridad en el país. El pasado mes de enero, la ayuda económica mensual se redujo de 150 a 44,50 euros por solicitante de asilo adulto. La reducción de las prestaciones sociales aplicada en enero entró en vigor después de tres meses en los que no se proporcionó dinero alguno a las personas en proceso de asilo. Este nivel de audacia ya no nos sorprende. Sin embargo, lo que sí nos preocupa es la impresión de que nadie en Europa parece preguntarse a dónde ha ido a parar el dinero que se suponía iba a permitir a hombres, mujeres y niños comprar alimentos, artículos de higiene, ropa y otros artículos de primera necesidad.

El presupuesto invertido en la construcción de muros equivale al salario promedio anual de 1352 maestros de escuela en Grecia.

Como ya se ha mencionado, una de las consecuencias de este recorte de las prestaciones es que se cree que aproximadamente un tercio de los solicitantes de asilo que viven en los campos de refugiados griegos pasan hambre. No hay excusa para esta situación. Es una vergüenza absoluta y completamente inaceptable.

Entre el 1 de marzo de 2020 y el 31 de enero de 2022, al menos 26 755 personas sufrieron retrocesos ilegales por parte de los controles fronterizos griegos en el mar, lo que puso en peligro su vida, su salud, su seguridad y su libertad. Durante un caso particular de estos retrocesos, que se produjo a lo largo de la frontera terrestre de Grecia y Turquía a principios de febrero, al menos 12 personas murieron congeladas. El ministro turco del Interior, Soylu, acusó a los guardias fronterizos griegos de despojar primero a un grupo de 22 personas de sus zapatos y ropa y luego empujarlas hacia Turquía. El ministro griego de Migración, Mitachari, negó esto. 

Recordando la solidaridad

El hecho de que la gente sea tratada de esta manera y de que viva en las condiciones expuestas en este artículo no se debe a la falta de infraestructuras o recursos. Es, lamentablemente, una intención política. Las actuales expresiones de solidaridad de varios países europeos hacia los refugiados de Ucrania deben reavivar el discurso sobre la respuesta de Europa a los refugiados en general.

La conversación debe fomentar un nuevo nivel de responsabilidad y solidaridad hacia los refugiados y solicitantes de asilo, que han pasado los últimos meses y años de sus vidas en algunos de los lugares más oscuros que ha creado nuestro continente. Tratar a las personas con respeto y dignidad, fomentar la integración y proporcionar estructuras que les permitan convertirse en ciudadanos participantes y activos tendría, en última instancia, un efecto positivo para todos nosotros.