Recuperar el espacio cívico: desafíos globales, respuestas locales

EFE/YAHYA ARHAB

Manifestantes yemeníes piden la libertad de sus familiares detenidos por fuerzas leales al presidente Ali Abdalá Saleh, durante la Primavera Árabe. Miércoles 25 de enero de 2012 en Saná, Yemen.


Desde los ataques contra defensores de derechos humanos hasta las restricciones al trabajo de la sociedad civil, estamos ante una emergencia del espacio cívico. Como sugieren los datos del Monitor CIVICUS, las amenazas a las libertades civiles ya no se producen únicamente en las autocracias y los Estados frágiles, sino también en democracias más maduras. Aunque cada vez se presta más atención a determinar cómo responder a este fenómeno, creemos que se debe dedicar más atención a los factores impulsores subyacentes y al apoyo a las respuestas locales. El espacio cívico no puede ser “salvado” desde fuera. 

Muchas de las restricciones actuales de la sociedad civil son respuestas reactivas, a veces preventivas, a las movilizaciones populares; un resultado triste e inesperado de la esperanza inicial de la llamada Primavera Árabe. Por supuesto, este patrón no es la única causa de las crecientes limitaciones de las libertades civiles. El discurso de los derechos se ha visto socavado por la reutilización del discurso de seguridad global para frenar el disenso, las restricciones al financiamiento internacional para las organizaciones de defensa y promoción por parte de gobernantes nacionalistas y el abandono del marco internacional de derechos humanos utilizando argumentos endebles de soberanía estatal. Si bien son muchos los factores que impulsan las restricciones del espacio cívico, tres de ellos merecen atención en particular, debido a su carácter intersectorial y la profundidad de sus efectos.

1. El negocio de la represión a la sociedad civil

Nunca estará de más recalcar el efecto de las megacorporaciones y el fundamentalismo de mercado en el socavamiento de las libertades civiles. Las influencias del sector privado son particularmente evidentes en el área de la explotación de recursos naturales por las industrias extractivas y grandes empresas del agronegocio, donde los defensores ambientalistas locales, a menudo indígenas, se enfrentan a represalias por proteger los recursos naturales de la explotación de los intereses políticos y empresariales corruptos. El asesinato de la premiada activista hondureña Berta Cáceres y las restricciones al derecho de protesta pacífica de quienes se oponen al oleoducto Dakota Access en los Estados Unidos son ejemplos de cómo estos desafíos trascienden las fronteras del Norte y el Sur globales.

2. Una mezcla tóxica de ideologías extremistas

La sociedad civil cada vez enfrenta más ataques de extremistas que pretenden dividir a las sociedades mediante interpretaciones estrechas de la etnicidad o la religión. El énfasis de la sociedad civil en la diversidad y la cohesión social es ridiculizado como antitético a los valores culturales nacionalistas y en algunos casos se acusa a quienes se pronuncian en contra de los proyectos de operar a instancias de intereses externos. En Europa, por ejemplo, los grupos de la sociedad civil que trabajan por los derechos de las poblaciones de refugiados y migrantes se están enfrentando a una reacción violenta. En muchas partes de Asia occidental, los defensores de los derechos de las mujeres han sido atacados por grupos armados que intentan imponer doctrinas religiosas puritanas en las poblaciones con el argumento de que la igualdad de género es un constructo occidental. En Asia del Sur, los blogueros y periodistas son objeto de persecución tanto en línea como de manera personal por oponerse a las costumbres morales dominantes, mientras que en África, los evangelistas religiosos han hecho frente común con grupos afines en otros continentes para incitar a formas extremas de homofobia y ataques contra los defensores de los derechos de las personas LGBTI.

3. Distanciamiento de la democracia y el multilateralismo

También estamos enfrentando una crisis de liderazgo moral en el ámbito internacional, la cual ha llevado a un distanciamiento de los valores universales de los derechos humanos y tiene efectos perjudiciales sobre la sociedad civil. La degradación de las libertades civiles y la emergencia de políticas “neofascistas” en Europa y los Estados Unidos han envalentonado a regímenes despóticos en países como Bahréin, Burundi, la República Democrática del Congo, Egipto, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, etc., para atacar a los disidentes y consolidar su poder mediante la manipulación de los procesos electorales y las instituciones estatales. Desde Filipinas hasta Rusia, Turquía y Venezuela, se realizan esfuerzos para silenciar a los disidentes; la represión contra quienes hablan el lenguaje de los derechos humanos se está convirtiendo en la norma en vez de la excepción.

A pesar de estos desafíos, es fundamental que las respuestas locales ocupen un lugar central en los esfuerzos por recuperar el espacio cívico.  A partir de conversaciones con las partes implicadas de la sociedad civil sobre sus desafíos actuales, hemos identificado tres temas fundamentales, pero poco estudiados:

1. Recursos para la resiliencia, cerca de las bases

En una era de vínculos crecientes entre las organizaciones de la sociedad civil orientadas a los derechos y la comunidad donante/filantrópica, los recursos financieros se han convertido en un área clave de cuestionamiento. Solo una muy pequeña parte de la ayuda al desarrollo en realidad llega directamente a la sociedad civil en el Sur Global. Las prioridades volubles de los donantes y una deferencia excesiva a los caprichos de los gobiernos que restringen la financiación internacional han provocado que varias organizaciones pequeñas cierren sus puertas. Al mismo tiempo, las organizaciones más grandes, que son más hábiles en mercadotecnia y en satisfacer las sofisticadas necesidades contables de los donantes, se están expandiendo. El panorama de la sociedad civil organizada ya comienza a parecerse al mercado, donde grandes franquicias desbancan a empresas de propietarios y arraigo locales. Por ejemplo, una organización dirigida por refugiados sirios en Turquía dice que está teniendo dificultades para acceder a la financiación internacional a pesar de tener mucho más conocimiento local pertinente que las organizaciones internacionales que atraen a donantes a nivel mundial. Los donantes internacionales deben tomar en consideración que sus trámites burocráticos excluyen a organizaciones comunitarias que poseen conocimientos locales y tienen gastos de funcionamiento significativamente menores.

2. Más allá de la habilidad de hacer bien las cuentas

Por todo el mundo, la legitimidad de la sociedad civil organizada está siendo cuestionada desde varios frentes, desde políticos que la satanizan tachándola de grupos de intereses especiales desconectados, hasta movimientos sociales que ven a las OSC tradicionales como arcaicas en el mejor de los casos y asimiladas en el peor. Los modos habituales en los que las OSC demuestran su rendición de cuentas, es decir, mediante el cumplimiento con los requisitos reglamentarios e informes a los donantes, no son suficientes para convencer a los políticos y públicos escépticos. Así, tenemos que ir más allá de la mera “habilidad de hacer bien las cuentas” y tener más transparencia y diálogo con las comunidades, no para marcar una casilla, sino porque es esencial para conseguir un cambio significativo. El cambio podría incluir cosas como tomar decisiones centradas en la gente, adaptarse en tiempo real a las necesidades de las partes implicadas y nutrir a la siguiente generación de impulsores del cambio social. Esta forma de rendición de cuentas no consiste únicamente en elaborar informes financieros y ser transparentes con los donantes sino también en entablar un diálogo significativo con las comunidades afectadas y partes implicadas, y prestar atención a las consecuencias generales para orientar los procesos organizativos de toma de decisiones.

3. Mantenerse unidos

Por último, es necesaria una respuesta global, energética, dirigida por la sociedad civil, para contrarrestar los ataques a las libertades civiles. Muchos de nosotros hemos hecho un buen trabajo para garantizar que la realidad de la reducción del espacio cívico esté a la vista de la comunidad internacional, pero los esfuerzos para luchar contra las restricciones han sido a menudo redundantes y descoordinados. Debemos dejar claro que la garantía de los derechos de la sociedad civil es una parte esencial de la defensa de la democracia. Para conseguirlo, debemos formar y trabajar en alianzas progresistas, uniendo a masas sustanciales de ciudadanos y conectando a las OSC clásicas, movimientos de protesta, periodistas, sindicatos, grupos juveniles, empresas sociales, plataformas artísticas y muchas otras partes del universo de la sociedad civil.

Un espacio cívico robusto solo puede existir dentro de una democracia efectiva, y por tanto la salvaguarda de la sociedad civil también conlleva concebir modelos más participativos de democracia, donde los ciudadanos ocupen un papel central. Visto de esta manera, el desafío global no es uno técnico, a corto plazo, consistente en frenar los ataques al espacio cívico, sino uno político a largo plazo para reinventar un paisaje más participativo donde prospere una democracia sustantiva.

***Este artículo es un extracto de un ensayo publicado en la 26.a edición de Sur, Revista Internacional de Derechos Humanos.