¿Podrían “la esperanza y las aspiraciones” poner fin al círculo vicioso de la pobreza?

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Los gobiernos, los organismos internacionales y la sociedad civil en el Sur global siempre están buscando maneras más rentables de reducir la pobreza y mejorar la vida de las personas. Aunque los Objetivos de Desarrollo Sostenible comprometen a los gobiernos a erradicar la pobreza en todas sus formas para 2030, aún queda mucho camino por recorrer. La lucha contra la pobreza, así como los vínculos entre la reducción de la pobreza y los derechos humanos, no son algo nuevo, y los ODS ofrecen soluciones prometedoras basadas en los derechos. Sin embargo, las intervenciones que ayudan a las personas que viven en la pobreza a tener esperanza y aspirar a una vida más justa podrían ofrecer un enfoque nuevo y prometedor.

Ha aumentado el interés en el lado “suave” de la reducción de la pobreza, que se centra en las limitaciones internas de las personas en lugar de en factores externos como la educación y la infraestructura. Los economistas y otros académicos son cada vez más conscientes de cómo las emociones pueden atrapar a las personas en la pobreza, y también del potencial de las emociones para ayudar a las personas a salir de una situación de pobreza. En 2015, el Banco Mundial dedicó todo su Informe sobre el desarrollo mundial anual a las causas y consecuencias psicosociales y conductuales de la pobreza.

Sin duda, como he escrito en otras plataformas, las emociones son factores importantes para evitar que las personas salgan de la pobreza. Algunos agricultores en India, por ejemplo, recurrieron a la ociosidad y el alcoholismo para afrontar los sentimientos de vergüenza asociados con su pobreza. También en el sur de India, se observó que mujeres embarazadas dejaban de asistir a chequeos médicos vitales para ellas y sus bebés debido a que recibían un trato duro e intimidatorio. Además, a pesar de que su objetivo principal es aliviar la pobreza, la implementación de los programas contra la pobreza a menudo puede causar estigma y vergüenza.

Por el lado positivo, aumentar la esperanza y las aspiraciones podría ser el eslabón perdido para romper el círculo vicioso de la pobreza. De acuerdo con algunos investigadores, se podría considerar que la esperanza es el efecto más poderoso de los programas de reducción de la pobreza, ya que desencadena un ciclo positivo. Se han observado efectos positivos en experimentos que se basan en la idea de la psicología positiva, particularmente en la función de las aspiraciones.

Por ejemplo, una intervención en Etiopía en la que se pidió a personas pobres que vieran un documental de una hora que mostraba prácticas comerciales y agrícolas exitosas en comunidades parecidas a las suyas llevó a mayores ahorros e inversión, incluso seis meses después de ver el video. En Uganda, se observó un aumento en las calificaciones de los exámenes de matemáticas de niños que vieron la película “Queen of Katwe”, sobre una niña de un pueblo de Kampala que llegó a ser campeona internacional de ajedrez. Entre las jóvenes en India, se encontró una relación entre tener más confianza en sus propias habilidades y obtener mejores resultados educativos y laborales.

Estas intervenciones se ajustan al ámbito más amplio de la teoría del “pequeño empujón”, que ahora es parte integral de la formulación de políticas en todo el mundo. La teoría se basa en los motivos ocultos detrás del comportamiento humano, y muestra cómo las políticas pueden aprovecharlos para alterar el comportamiento de manera favorable. Esto se puede aplicar a una gran variedad de áreas de políticas, desde la elección de palabras en los avisos de pago de deudas hasta los sistemas de exclusión voluntaria para la donación de órganos. En términos de reducción de la pobreza, las intervenciones en las que no se recurre a la invasión ni al castigo, como mostrar videos o películas, pueden ofrecer opciones de política pública prometedoras, eficaces y de bajo costo.

Sin embargo, hay algunas señales de alerta importantes a considerar antes de convertir el poder de las emociones en el nuevo mantra del desarrollo.

La formulación de políticas que se centra explícitamente en las emociones por sus efectos conductuales benéficos en lugar de en méritos intrínsecos es susceptible de críticas por su “paternalismo libertario”. Centrarse en las limitaciones internas de las personas sin tomar en cuenta las barreras estructurales más amplias hace que la responsabilidad de la reducción de la pobreza recaiga directamente en las personas. Por supuesto, esto es muy problemático, sobre todo en los contextos de desarrollo, ya que las restricciones estructurales suelen ser lo que detiene a las personas. La falta de servicios educativos de alta calidad, la falta de agua potable y la falta de empleo suponen barreras que limitan cualquier esfuerzo por salir de la pobreza, independientemente de los niveles de esperanza o aspiraciones. Como señaló un grupo de economistas muy respetados, la ayuda para el desarrollo no logrará mucho si no aborda las causas profundas de la pobreza.

O, dicho de otra manera, debemos tratar de evitar el efecto “Oprah Winfrey” en la reducción de la pobreza. Su poderosa exhortación a aprovechar las fortalezas internas de las personas para tener éxito ciertamente tiene sus méritos, pero no reconoce las limitaciones que los individuos no pueden superar por su cuenta. Esto puede ser contraproducente a nivel individual, ya que no tener éxito (es decir, no lograr salir de la pobreza) contribuye a un discurso de culpa y vergüenza. Y a un nivel más social y político, existe el riesgo real de despolitizar el debate sobre la movilidad social y ascendente. La retórica política que se centra en el poder de las emociones positivas favorece una agenda que hace que la responsabilidad de la pobreza recaiga exclusivamente en los pobres, y libera a los gobiernos de toda culpa. Los riesgos de poner demasiado énfasis en las deficiencias individuales e ignorar las barreras estructurales son evidentes en los países de ingresos altos, como el Reino Unido. Representar a las personas que reciben ayuda de bienestar social como “gorrones” provoca un estigma generalizado que demoniza y deshumaniza, lo que causa daños psicológicos y hace que las personas no quieran aprovechar las prestaciones a las que tienen derecho y que tanto necesitan.

Si bien nunca se debe subestimar la capacidad de acción de las personas en la pobreza, las ideas de la psicología positiva no deben ser secuestradas por una agenda de austeridad que al final deja a la gente en una situación peor. Sin duda, aumentar las esperanzas y aspiraciones influye en la reducción de la pobreza, pero siempre se debe considerar dentro de la realidad cotidiana que enfrentan las personas mientras tratan de llegar a fin de mes.