Las redes por encima de las organizaciones: una revolución infraestructural para los derechos digitales

Crédito: Alejandro Ospina

La tecnología está alterando rápidamente las relaciones entre las personas, los gobiernos y las empresas multinacionales. El resultado de las guerras, el destino de los gobiernos democráticos inestables y la capacidad de la economía de un país para seguir siendo competitiva a nivel mundial dependen cada vez más de los sistemas de comunicaciones en red. Los actos de resistencia y opresión se llevan a cabo cada vez más mediante bytes que bailan en centros de datos de todo el mundo. Los poderes fácticos también han comprendido este nuevo escenario y están tratando activamente de controlarlo. Nuestra capacidad para ofrecer una defensa coordinada de nuestros derechos humanos está entrelazada con los cables de fibra y cobre que rodean el mundo.

Mientras tanto, las organizaciones de la sociedad civil de la Mayoría Global se enfrentan a innumerables retos al intentar proteger el ecosistema digital del que dependen muchos de nuestros derechos humanos. En primer lugar, en las últimas décadas, un conjunto de tecnologías cada vez más complejo se ha vuelto simultáneamente crítico para la vida pública e inescrutable para el público. En segundo lugar, en un clima de creciente autoritarismo y reducción del espacio cívico, los gobiernos están adoptando rápidamente estas tecnologías opacas. En tercer lugar, una crisis de financiación sin precedentes en el ecosistema de los derechos digitales agrava estos problemas al dificultar que las organizaciones examinen los avances tecnológicos, creando así un vacío de supervisión en el momento en que más se necesita.

Artículo 7: Toda persona tiene derecho, individualmente y en asociación con otras, a desarrollar y debatir nuevas ideas y principios sobre los derechos humanos y a promover su aceptación..." Declaración de la ONU de los Derechos Humanos

Estos retos han obligado a muchas organizaciones a reorientar rápidamente sus estrategias de defensa y a desarrollar programas innovadores para hacer frente a las amenazas emergentes. Las organizaciones con bases institucionales sólidas pueden capear estas perturbaciones y responder de manera estratégica, mientras que las que operan con ciclos de financiación a corto plazo a menudo se ven paralizadas precisamente en los momentos en que la capacidad de adaptación es más crucial. El derecho internacional reconoce desde hace tiempo el papel y la importancia de los grupos organizados de la sociedad civil con el mandato de vigilar las violaciones, defender a las víctimas y exigir a los gobiernos que rindan cuentas de sus compromisos, tal y como se establece en la Declaración sobre los defensores de los derechos humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

Sin embargo, la mayoría de las organizaciones siguen sufriendo una falta crónica de financiación. No obstante, la magnitud de los retos que hay que afrontar y la fragilidad inducida por la austeridad impuesta exigen una reinvención radical del movimiento por los derechos digitales.

Un nuevo modelo: defensa en red

Si los retos a los que se enfrenta el movimiento son globales, la respuesta debe centrarse en desarrollar una respuesta en red que pueda operar a la escala del problema. Más allá de los enfoques tradicionales, como la creación de dotaciones a largo plazo, el ámbito de los derechos digitales necesita desarrollar mecanismos para crear una huella que se ajuste mejor a la de las empresas multinacionales a las que pretende desafiar, la crisis climática que pretende evitar y la expansión del fascismo a la que pretende contrarrestar. Creo que una forma de unir el tapiz de las organizaciones existentes en algo más grande es crear mecanismos para compartir recursos humanos, infraestructura, tiempo y financiación.

En el aspecto humano, esto podría incluir dedicar recursos a mantener un grupo de expertos, mantener redes de respuesta a crisis y crear programas colaborativos de desarrollo de liderazgo y mecanismos para compartir capacidad que aprovechen el área central de especialización de ciertas organizaciones. Externalizar ciertas funciones y capacidades puede permitir que múltiples organizaciones accedan a conocimientos especializados sin tener que desarrollarlos y mantenerlos internamente.

La infraestructura tecnológica también es clave. Establecer plataformas de comunicación seguras, crear auditorías y estrategias de seguridad compartidas y poner en común el almacenamiento y la capacidad de procesamiento de datos son medidas sencillas y productivas que rara vez se consideran parte del proceso de creación de movimientos.

La creación de una columna vertebral para movimientos resilientes requiere el desarrollo paciente de conexiones, tanto personales como profesionales. Este enfoque implica dedicar tiempo a reunirse, promover plataformas de aprendizaje compartidas y comprometerse con procesos de creación de confianza que permitan a las diversas partes interesadas funcionar como un todo coherente en lugar de como un conjunto de entidades que compiten entre sí.

La infraestructura financiera también necesita una reestructuración. La descentralización de la administración de recursos haría que el movimiento por los derechos digitales estuviera mejor preparado para soportar la volatilidad económica o política en cualquier ubicación geográfica. Por otro lado, la equidad exige una redistribución lejos del Norte Global y el desarrollo de estrategias de patrocinio fiscal más accesibles para reducir las barreras para las organizaciones emergentes y crear mecanismos de financiación mancomunados con un fuerte enfoque regional para los planes existentes.

Las instituciones filantrópicas se encuentran en una posición única para comprender y abordar estos retos de forma eficaz, ya que operan con una perspectiva amplia a la que las organizaciones individuales simplemente no tienen acceso. Tomemos, por ejemplo, el programa BUILD de la Fundación Ford, que aborda las necesidades de capacidad organizativa en lugar de la financiación de proyectos individuales. Los financiadores pueden identificar las necesidades de sus redes de beneficiarios y desplegar intervenciones en todo el sistema destinadas a reforzar la resiliencia general del movimiento.

El cambio hacia modelos de infraestructura y recursos compartidos ayudaría a las organizaciones más pequeñas a acceder a un nivel de apoyo estratégico y técnico que las instituciones más grandes y mejor financiadas desarrollan internamente. Esto distribuiría los recursos por todo el movimiento, haciéndolo más resiliente y eficaz.

Ver a través de la red

El enfoque en red también debería dar lugar a un cambio de mentalidad. En lugar de perpetuar la competencia por las subvenciones basadas en estrechos parámetros de «impacto» que a menudo reflejan las prioridades de los donantes en lugar del interés o la necesidad públicos genuinos, debemos crear condiciones que permitan a las organizaciones apoyarse mutuamente, compartir conocimientos y desarrollar una capacidad estratégica colectiva.

Las redes representan un camino hacia la resiliencia de todo el movimiento, capaz de soportar presiones políticas y económicas sostenidas. Sin este enfoque centrado en la coalición, el movimiento por los derechos digitales seguirá fragmentándose, dejando los intereses públicos críticos vulnerables a la captura corporativa y a la extralimitación autoritaria.

Cuando los recursos humanos, la infraestructura, el tiempo y la financiación se conectan en red para funcionar de forma concertada, se crean sólidos sistemas de apoyo entre pares que permiten al movimiento por los derechos digitales funcionar como un ecosistema resiliente, en lugar de como un conjunto de organizaciones individuales con prioridades locales. Este enfoque integrado ofrece la única vía viable para mantener la defensa de los derechos digitales en un entorno político y económico cada vez más hostil.

Este blog forma parte de la serie Tecnología y derechos humanos de OGR.