Reflexiones desde una clínica de derechos humanos en medio de la covid-19

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Las instituciones académicas de todo el mundo están aplicando cada vez más pedagogías orientadas a la práctica, como las clínicas de derechos humanos y derecho humanitario. Hay mucho que aprender de las experiencias de los demás, ya que el aprendizaje de una puede facilitar las decisiones acertadas de otras el día de mañana.

Desde 2009, la Clínica del Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Essex ha reunido a estudiantes de posgrado con talento y a socios nacionales e internacionales en el ámbito de los derechos humanos.

Como todo el mundo durante el último año, la Clínica del Centro de Derechos Humanos de Essex tuvo que adaptarse a un escenario difícil en el marco de la covid-19, con reglas de distanciamiento físico y de interacción humana exclusivamente en línea. Ha llegado el momento de reflexionar sobre las lecciones de este difícil año y el camino a seguir.

Los proyectos de la Clínica de Essex se extienden de noviembre a junio, pero el trabajo preparatorio comienza mucho antes. En febrero, la Clínica comienza a buscar expresiones de interés de posibles socios para el año siguiente, para lo cual recurrimos a la red de más de 3000 exalumnos del Centro. Esta fase preparatoria dura entre dos y tres meses. El equipo busca una gama variada de proyectos en cuanto a temas de derechos humanos y enfoque regional, con al menos un proyecto en solidaridad con una organización del sur global.

Los proyectos deben ser lo suficientemente desafiantes pero también realizables por un grupo de estudiantes de postgrado bajo supervisión, que también reciben formación en evaluación de impacto, entrevistas y comunicaciones estratégicas, entre otras habilidades transferibles. Sobre todo, los proyectos deben tener impacto: una clínica de investigación sobre derechos humanos debe esforzarse por cambiar la política y marcar la diferencia en el mundo exterior.

Este año hemos considerado veinte ideas prometedoras basadas en los criterios mencionados. Y en junio de 2021, anunciamos los seis proyectos que se llevarían a cabo durante un año y dos durante varios años.

Durante el año académico pasado, la fatiga de la pantalla y el aislamiento dificultaron considerablemente la enseñanza y el trabajo en línea. Antes de la pandemia, los estudiantes de posgrado se podían encontrar en el campus o cerca de él, podían reunirse en cualquier momento y se veían casi todos los días en clase, la biblioteca o los pasillos. Los cierres y la distancia física cambiaron todo eso. Hicieron que la interacción humana fuera mucho más complicada. Fue necesario trabajar en algunas rutinas, como por ejemplo garantizar la regularidad en los horarios de reunión. Aprendimos que redactar actas más detalladas de lo habitual podía ayudar a evitar dejar atrás a un miembro del equipo que pudiera no estar disponible temporalmente por enfermedad. En ocasiones, tuvimos que establecer pautas para limitar las comunicaciones por texto en horas no laborales para respetar el derecho de todos a desconectarse.

A pesar de la ardua lucha, la nueva situación también hizo más realista, en cierto modo, la investigación sobre derechos humanos. Después de su maestría, los estudiantes trabajarán en un sector global con compañeros que viven y trabajan en todo el mundo. Pasarán horas en reuniones y entrevistas frente a sus pantallas, quizá no con tanta intensidad y exclusividad, pero cualitativamente no serán diferentes del aprendizaje y la experiencia laboral del último año. Entre otras cosas, el 2020-21 nos ayudará a calibrar lo transferible de la educación clínica en derechos humanos a un entorno en línea.

En un mundo ideal, la investigación documental precedería a la mayor parte de la investigación de campo, pero las clínicas de derechos humanos no funcionan en un mundo ideal, sobre todo cuando hay una pandemia alrededor.

Un proyecto clínico de derechos humanos exitoso debe ser llevado a cabo por un pequeño equipo de estudiantes de posgrado, supervisados por un miembro de la facultad con experiencia en la materia. En Essex, el equipo dispone de poco más de seis meses para trabajar en un proyecto, lo que incluye unas merecidas vacaciones y muchas otras tareas de otros módulos. La investigación incluye entrevistar a expertos académicos y políticos, así como a personas que han sufrido abusos de derechos humanos. Las entrevistas requieren una aprobación ética para asegurarse de que los entrevistados den su consentimiento informado y sus datos personales se guarden de forma segura. También hay que tener en cuenta el desequilibrio de poder entre entrevistador y entrevistado, especialmente cuando se trata de personas con experiencia vivida de abusos de derechos humanos.

Los procesos internos de revisión ética toman tiempo en el mundo académico. Por eso animamos a los estudiantes a que presenten sus solicitudes lo antes posible, dentro de los dos primeros meses. Sin embargo, para entonces, ellos no han tenido tiempo de completar la investigación documental, lo que significa que no pueden tener una comprensión lo suficientemente buena de lo que está en juego, la literatura académica y la gris, u otros tipos de pruebas que pueden estar disponibles en línea. Desde un punto de vista metodológico, la investigación documental debe servir de base para la investigación sobre el terreno; los estudiantes deben saber qué no saben para poder averiguar con quién deben hablar y qué preguntas deben hacer. En un mundo ideal, la investigación documental precedería a la mayor parte de la investigación de campo, pero las clínicas de derechos humanos no funcionan en un mundo ideal, sobre todo cuando hay una pandemia alrededor.

Tengo que decir que no hemos podido cuadrar el círculo de los plazos cortos, la aprobación ética y las entrevistas después de la investigación documental. Si alguien ha encontrado una forma de evitarlo, nos gustaría que nos lo dijera. Uno de nuestros objetivos a corto plazo es facilitar el proceso de aprobación ética para que los estudiantes tengan más tiempo para la investigación documental antes de organizar y realizar las entrevistas y los grupos de discusión.

La educación clínica en derechos humanos es una experiencia muy gratificante tanto para profesores como para estudiantes, y también es muy apreciada por los socios externos. Además de la recompensa personal, la educación en derechos humanos debe esforzarse por tener un impacto fuera del ámbito académico. El impacto requiere una investigación seria por parte de los estudiantes, pero también requiere una pregunta de investigación pertinente por parte de los socios, así como una estrategia bien pensada a futuro. Por eso es necesario dedicar una buena cantidad de tiempo a elaborar una propuesta de proyecto con los socios meses antes de que comience la investigación.

Junto con la valiosa teoría y la crítica, la educación en derechos humanos tiene un importante papel que desempeñar en la práctica de los derechos humanos. Y las clínicas de derechos humanos pueden ayudar a los estudiantes a convertirse en los defensores de derechos humanos eficaces, ingeniosos y críticos que el mundo necesita tan desesperadamente.