Seguridad y bienestar: dos caras de la misma moneda

Nunca antes había existido un momento en el que ser defensor de derechos humanos resultara tan desafiante y lleno de riesgos. De acuerdo con Front Line Defenders, “[m]ás de 1,000 defensores de derechos humanos fueron asesinados, acosados, detenidos o sometidos a campañas de difamación y otras violaciones en 2016”. Ahora más que nunca, hay más activistas de derechos humanos en más lugares que son víctimas de actos de violencia con resultados mortales, particularmente los que defienden los derechos ambientales en Latinoamérica, mientras que las acusaciones inventadas, los juicios imparciales y las leyes que ponen obstáculos en contra de los defensores de derechos humanos y su trabajo se han vuelto la norma en muchas partes del mundo.

Los defensores enfrentan fatiga y trauma y luchan contra el síndrome de desgaste profesional.

Además de las amenazas contra su seguridad personal, los defensores enfrentan fatiga y trauma y luchan contra el síndrome de desgaste profesional. Por ejemplo, una de nuestras aliadas, una activista que vive en el exilio, fue seguida varias veces por funcionarios gubernamentales y fuerzas de seguridad porque estaba poniendo de relieve las violaciones de derechos humanos en su país de origen. Ella fue amenazada físicamente y su casa fue invadida. Estaba aterrorizada por la seguridad física de sus hijos y familiares y nos confió que no había ningún lugar donde se sintiera segura. A pesar de esto, se negó a darse por vencida, diciendo: “[Estoy] muy motivada a continuar. Creo que el trabajo que estoy haciendo es muy importante. Si no estoy ahí, la situación será muy difícil para otras personas."


Flickr/ CDIH (Some rights reserved)

A vigil held for Berta Cáceres, an environmental activist who was murdered on March 3, 2016 in Honduras


Hablar con los defensores de esta manera sobre su seguridad personal es complicado. El bienestar, el autocuidado y la gestión del estrés y el agotamiento parecen lujos egoístas para los que no tienen tiempo. Su trabajo cotidiano puede implicar mantener su organización a flote, ya sea desde una perspectiva financiera, política o de otra manera; proteger a los miembros de la comunidad de una multitud de amenazas y daños, algunos de ellos mortales; o luchar por responder a ataques ideológicos incesantes que estigmatizan los derechos humanos y suelen provocar agresiones contra individuos. A menudo, las organizaciones sin fines de lucro no cuentan con suficiente personal, así que los empleados y voluntarios suelen tener una sobrecarga de trabajo. En el mejor de los casos, la idea de cuidar de sí mismos es una ocurrencia tardía y, en el peor, ni siquiera pasa por sus mentes. Simplemente no hay tiempo.

Recientemente, asistimos a unas capacitaciones de seguridad digital para defensores de derechos humanos en el sur y sureste de Asia, organizadas para apoyar las necesidades de seguridad digital y las técnicas de resiliencia emocional que los participantes identificaron como importantes para continuar su trabajo como abogados, defensores de derechos humanos y periodistas. Observamos que la mayoría de los participantes experimentaban tanto estrés que apenas eran capaces de concentrarse en la nueva información, en particular la relacionada con tecnologías nuevas, ni qué decir de tomar decisiones inteligentes mientras estaban bajo amenaza. Una participante, una abogada de derechos humanos, comentó que si bien crear un plan para el bienestar personal era sencillo, el desafío sería implementarlo y mantenerlo entre todas las demandas de su vida y su trabajo. Otro participante reflexionó sobre la importancia de priorizar el autocuidado: “Antes de nuestra sesión, no éramos capaces de procesar nuestro estrés y trauma. Ahora me siento más ligero, como que tengo la capacidad y las herramientas para procesar”.

Este tipo de experiencia nos empuja a pensar de manera más consciente sobre el tema del autocuidado de los defensores de derechos humanos. Para asegurar que los trabajadores de derechos humanos comprendan la importancia de cuidarse a sí mismos, y tengan el tiempo necesario para hacerlo, identificamos tres medidas cruciales. En primer lugar, el sector de los derechos humanos debe redefinir la seguridad para incluir todo, desde la seguridad física, digital y financiera de una organización de derechos humanos hasta el bienestar intelectual y emocional de un defensor individual. Si los activistas de derechos humanos temen constantemente por su seguridad, es casi imposible considerar el asistir a terapia o ausentarse un tiempo del trabajo.

En segundo lugar, los donantes y otros actores que apoyan a los activistas de derechos humanos deben incluir la salud individual cuando evalúan la salud y la sostenibilidad de las organizaciones, comunidades y redes que constituyen el movimiento de derechos humanos. Si los miembros del personal tienen un exceso de trabajo, la probabilidad de que se tomen un tiempo para cuidar de sí mismos disminuye aún más. Este problema lleva a la tercera medida: incorporar prácticas de seguridad y bienestar en el trabajo cotidiano de los defensores y de las organizaciones para las que trabajan. Esto significa integrar la seguridad y el bienestar en las prácticas generales. También significa iniciar una transformación hacia culturas organizacionales en las que el autocuidado se perciba intrínsecamente como un elemento fundamental para la seguridad de los defensores de derechos humanos y la sostenibilidad de su trabajo.

¿Cómo se ve esto en la práctica? Creemos que tanto los donantes como los instructores tienen una función importante que desempeñar. Nuestra función es crear entornos en los que hablar sobre la salud mental y el bienestar no se asocie con el estigma, sino que se utilice para subrayar que no puede haber un movimiento de derechos humanos sano sin profesionales de derechos humanos sanos. Lo que necesitamos es una conversación honesta en la que los donantes no duden en preguntar: “¿Cómo estás?”. Los financiadores y los instructores también deben estar dispuestos a buscar respuestas con sus aliados y a adaptar la concesión de subvenciones para dedicar atención a la resiliencia, y no solamente al apoyo transaccional o de emergencia. Una forma de lograrlo puede ser crear espacios y oportunidades para que los profesionales de derechos humanos puedan difundir mejor las buenas prácticas y hacerlas transferibles. Estos esfuerzos no deben involucrar únicamente a los profesionales de derechos humanos, sino también a terapeutas, psicólogos e instructores de seguridad digital. Con base en nuestra experiencia, también sugerimos la incorporación de principios de autocuidado y apoyo psicosocial en las iniciativas actuales de capacitación, particularmente en materia de seguridad digital.

Al incluir y abordar el bienestar, los instructores pueden desempeñar un papel fundamental para ampliar la manera en que los defensores entienden la seguridad y aumentar su capacidad de adoptar nuevos hábitos. Estos cambios solo pueden lograrse al integrar la seguridad y el autocuidado en la cultura y el trabajo cotidiano de los defensores de derechos humanos y sus organizaciones.

Cada organización e individuo tendrá diferentes necesidades. Estas pueden incluir:

  • Asignar tiempo y fondos exclusivos para retiros del personal, grupos de apoyo entre pares, apoyo psicológico o de supervisión u otras prácticas individuales.
  • Crear espacios para discutir el bienestar de las personas en el nivel del equipo o de la organización.
  • Poner a los activistas en contacto con sus homólogos de otras organizaciones para que puedan encontrar solidaridad y apoyo.
  • Diseñar un plan organizacional de autocuidado con metas claras, expectativas y límites que sean transparentes y a los que deban adherirse los equipos. Este plan podría incluir expectativas sobre la disponibilidad durante el horario de trabajo y las horas no laborales, la opción de trabajar desde casa, tiempo para tomar un descanso real durante el día de trabajo, la oferta de actividades como estiramiento y meditación o simplemente la incorporación en la agenda de un bloque de tiempo libre sin reuniones.
  • Implementar un plan de autocuidado de manera sistemática en la organización, con apoyo mutuo entre el personal y reuniones periódicas entre ellos que incluyan actualizaciones sobre su condición de bienestar.
  • Desafiar la definición de qué constituye realmente una crisis que requiere acción inmediata, rompiendo así el ciclo de estrés en el que las personas sienten que no pueden permitirse dejar de trabajar.

Por encima de todo, las organizaciones de derechos humanos y los donantes deben recordar que priorizar la seguridad y la salud de los defensores, evitar el desgaste y tratar el trauma no son lujos egoístas. Más bien, son mejores prácticas. Las actitudes y comportamientos individuales y organizacionales deben evolucionar. Esto significa integrar la seguridad e iniciar una transformación hacia culturas organizacionales en las que el autocuidado se perciba intrínsecamente como un elemento fundamental para el éxito. El antiguo estribillo de “sé fuerte o vete” es obsoleto.