Tres formas de cambiar nuestro “futuro digital”

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La dimensión online de nuestra existencia sigue moldeando nuestra política, economía, desarrollo, interacciones sociales y educación. ¿Pero nos sentimos parte de esta conversación? ¿Se reflejan las voces de los ciudadanos en el rápido proceso de digitalización? ¿Cómo podemos desarrollar un movimiento colectivo de derechos digitales? Después de recoger las voces de las organizaciones de la sociedad civil de todo el mundo, he aquí nuestras tres principales reflexiones.

Derechos digitales colectivos

Desde Bielorrusia hasta Nepal, cuando pensamos en la digitalización, solemos pensar en las repercusiones individuales de las buenas o malas políticas digitales en nuestras vidas. ¿Pero qué pasaría si pensáramos de forma más amplia? Desde la alfabetización digital y la ciudadanía, hasta el tejido de las normas y reglas que rigen los espacios digitales en línea, tenemos que actualizar y mejorar el sistema.

Para el Foro Político de Alto Nivel de este año pusimos en marcha un proceso de consulta a través de la campaña #Let’s Talk Digital (“hablemos de lo digital”), para generar conversaciones y reflexiones sobre la digitalización. Estos últimos meses de entrevistas e investigación han dado lugar a un informe de Forus elaborado con la orientación de TechSoup y los aportes de la sociedad civil y activistas de todo el mundo, como Eslovenia, Taiwán, Colombia, Uganda y Nepal, entre otros. El estudio analiza los retos digitales y las soluciones para que las organizaciones de la sociedad civil, los gobiernos progresistas, las organizaciones internacionales y los donantes puedan garantizar un futuro digital bien regulado y democrático.

Necesitamos una coalición mundial de activistas para suscitar conversaciones, acordar normas y directrices y presionar a los gobiernos y a las empresas tecnológicas para que acuerden protocolos para las actividades digitales transfronterizas.

“Se han producido grandes mejoras tecnológicas en términos de innovación, como los programas de reconocimiento automático, la inteligencia artificial, etc., pero también hemos sido testigos de varios casos de abuso en el uso de estas tecnologías. Tenemos que asegurarnos de que las tecnologías innovadoras no marginen aún más”, dijo la activista Tanya Lallmon, de Mauricio, que trabaja con la Red de Género e Igualdad de la Juventud de la Commonwealth en la región.

En Taiwán, para hacer frente a los riesgos de la desconfianza digital, la ONG Fact Check Center trata de actuar y atajar las noticias falsas y los rumores en línea.

“Intenta estudiar cómo aprende o experimenta la gente la información de internet. En las escuelas, los profesores han empezado a enseñar a los niños a entender la información, la llamada alfabetización mediática, para que puedan diferenciar entre las noticias falsas y las ‘reales”, explicó Jay Hung, de TaiwanAID.

Necesitamos una coalición mundial de activistas para suscitar conversaciones, acordar normas y directrices y presionar a los gobiernos y a las empresas tecnológicas para que acuerden protocolos para las actividades digitales transfronterizas. Las organizaciones de la sociedad civil —más que los ejecutivos de las empresas— deben desempeñar un papel importante a la hora de representar a los ciudadanos en los debates oficiales y asegurarse de que existen mecanismos de gobernanza y supervisión para la esfera digital que protejan y promuevan el interés público.

¿Quién controla el mundo digital?

Lo que necesitamos ahora, por tanto, es alzar nuestras voces colectivas y promover una alternativa significativa al actual modelo de gobernanza tecnológica. Muchos países de todo el mundo están cada vez más preocupados por su “soberanía digital” o su capacidad para tener el control sobre su “propio destino digital”: los datos, el hardware, el software y las normas. El mundo digital no puede estar en manos de unos pocos, sino que debe ser compartido y comprendido por el público para definir juntos cuáles son nuestros “derechos digitales colectivos”.

En Eslovenia, el Instituto de Participación Electrónica, en colaboración con la plataforma nacional de ONG (SLOGA), aboga por el cambio. Adriana Aralica, de SLOGA, señaló, entre otros, los siguientes retos relacionados con el surgimiento de una “sociedad digital”: la confianza en la digitalización; la mejora de la inclusión electrónica y la alfabetización digital; la administración pública digital adaptada a los ciudadanos; el desarrollo de servicios gratuitos, de código abierto y digitales adaptados a los diferentes grupos sociales.

Desde 2018, organizaciones como We, the Internet han reunido a miles de personas en todo el mundo para debatir el futuro de internet y ayudar a los responsables de la toma de decisiones a tomar unas más informadas. A través de diversos debates, los ciudadanos exploran la creación de un futuro mejor conectado deliberando sobre cuestiones como: ¿cómo deben gestionarse nuestros datos? ¿Quién debe gestionarlos? ¿Qué entidades deben liderar la lucha contra la desinformación y con qué herramientas? ¿Cómo debe gobernarse la Inteligencia Artificial (IA)?

Cerrar las brechas

El proceso de digitalización es omnipresente, pero muchas comunidades de todo el mundo aún no tienen claro su papel. Hay una brecha de información, de transparencia y de accesibilidad. En palabras de Marietje Schaake, “todo esto se suma a una brecha de poder y responsabilidad. Así, toda una capa de control de nuestra vida cotidiana existe sin legitimidad democrática y con poca supervisión”.

“El espacio del activismo digital en Nepal sigue siendo un nicho. Sobre todo por la falta de acceso a la conectividad en las zonas rurales. Gran parte del activismo en línea sigue ocurriendo en inglés, todavía falta activismo en lenguas indígenas. Definitivamente, hay mucho trabajo por hacer. Hay veces que el espacio digital puede perpetuar el ciclo tóxico, o el ciclo de discriminación que intenta romper”, explicó Jesselina Rana, fundadora de la plataforma digital Nepali Feminist.

Rana prosiguió: “Realmente creo que los medios sociales tienen el poder de hacer que la gente hable de los problemas y que las autoridades respondan inmediatamente a las cuestiones planteadas. Tiene el potencial de ser la voz de la masa, pero tenemos que trabajar en ello para que no se convierta de nuevo en la voz de unos pocos”.

Las mismas desigualdades y brechas que se intentan combatir en el mundo análogo se reproducen en los espacios online.

En Colombia, el activista medioambiental Guillermo Soto Gallego explicó que el acceso a internet suele bloquearse en épocas de agitación o protestas políticas, lo que impide a la sociedad civil y a los ciudadanos funcionar con eficacia.

“Me quitan las publicaciones en las redes sociales; nos están censurando. Censuran todo lo que pasa en el territorio, es algo que no debemos permitir”, explicó Soto Gallego, que ha seguido participando en las protestas que se están produciendo en toda Colombia desde abril.

Las mismas desigualdades y brechas que se intentan combatir en el mundo análogo se reproducen en los espacios online. El acceso desigual a la tecnología digital ha restringido el funcionamiento efectivo de las organizaciones de la sociedad civil, y esto conlleva a la exclusión de muchos de los procesos de toma de decisiones clave y pone en peligro las oportunidades de diálogos digitales verdaderamente inclusivos, significativos y efectivos.

Puede que no parezca un debate importante, ya que estamos “atrapados en el vórtice digital”, pero la cuestión de cómo se desarrollará nuestro destino digital es esencial. Necesitamos crear nuevos espacios de conversación y elaborar narrativas colectivas de forma horizontal y participativa si queremos que nuestros derechos básicos y nuestras voces se reflejen en la toma de decisiones en el mundo de hoy y de mañana.