¿Qué tan importante es el financiamiento internacional para las agrupaciones locales de derechos humanos en todo el mundo? Curiosamente, se han publicado pocas investigaciones sobre este tema. Ante la presión de los nacionalistas enojados y los gobiernos vengativos, los donantes y activistas de derechos humanos prefieren mantener las cuestiones de dinero fuera de la luz pública.
De hecho, sólo sabemos de la existencia de dos estudios. En 2006, un académico nigeriano publicó una investigación sobre 20 de las 100 agrupaciones de derechos humanos de su país; la gran mayoría recibían apoyo extranjero. Dos años más tarde, investigadores israelíes publicaron un estudio con base en una serie de entrevistas con 16 de las 26 agrupaciones de derechos humanos de su país, y afirmaron que más del 90 por ciento de sus presupuestos provenían de Europa y de los Estados Unidos. Ninguno de estos estudios, sin embargo, arroja luz sobre la situación en otras partes del mundo.
Para corregir este vacío, comenzamos entrevistando a 128 trabajadores de derechos humanos procedentes de 60 países en el Sur Global y la antigua región comunista. Después armamos listas de todas las agrupaciones locales de derechos humanos que encontramos en Rabat y Casablanca (Marruecos), Mumbai (India) y la Ciudad de México y San Cristóbal de las Casas (México). Nuestro equipo identificó 189 agrupaciones en total, todas ellas no-gubernamentales, con oficinas centrales en el país, sin afiliación política y con registro legal.
Como los trabajadores de las ONGs tienen una comprensible renuencia a hablar de sus finanzas con extraños, empezamos con una pregunta general: En su opinión, ¿qué porcentaje de las organizaciones de derechos humanos en [su país] recibe un financiamiento sustancial de donantes extranjeros?Resumimos sus respuestas en la Figura A incluida a continuación.
Las medianas estimadas estuvieron en un rango entre la cifra más alta de 84%, en Rabat y Casablanca, y la más baja de 60%, en Mumbai. Los valores estimados para India y México no tuvieron una diferencia estadísticamente significativa, dada la cercanía de las cifras y el tamaño reducido de las muestras utilizadas.
Después, les preguntamos a los encuestados: En su opinión, ¿cuántas organizaciones de derechos humanos en [su país] recaudan fondos locales sustanciales? Resumimos las respuestas en la Figura B incluida a continuación.
La respuesta más común fue “muy pocas”, y las respuestas fueron indistinguibles, en términos estadísticos, a lo largo de las muestras.
Posteriormente, les preguntamos a los encuestados si sus propias organizaciones recibían fondos del extranjero; el número de respuestas positivas fluctuó entre el 67% y el 89% por muestra, como se resume en la Figura C.
Sin embargo, esto no dice mucho sobre la importancia relativa de los fondos extranjeros. Hacer preguntas más precisas sobre el presupuesto resultaba demasiado delicado para nuestras encuestas en persona, pero 49 encuestados compartieron información de forma voluntaria sobre la parte del presupuesto anual de sus organizaciones proveniente del financiamiento extranjero. Para complementar estos datos, enviamos encuestas de seguimiento a 233 de nuestros entrevistados y recibimos información detallada de otras 47 personas. Resumimos las 96 respuestas en la Figura D incluida a continuación.
En tres de las cuatro muestras, los encuestados dijeron que el financiamiento extranjero abarca más de la mitad del presupuesto de su organización. Mumbai fue la excepción, probablemente como consecuencia de las restricciones que existen desde hace mucho tiempo en la India al apoyo extranjero para las organizaciones locales.
¿Por qué prevalece la ayuda extranjera?
¿Es por la pobreza?
Muchos de los encuestados dijeron que sus países eran demasiado pobres para apoyar a las agrupaciones locales de derechos humanos. Sin embargo, tras un análisis más detallado, no parece haber datos que respalden esta explicación. Consideremos el estudio israelí mencionado anteriormente, el cual encontró que las agrupaciones locales de derechos humanos dependen fuertemente de la ayuda extranjera. En 2008, el año en el que se publicó la investigación, la paridad del poder adquisitivo (PPA) en Israel, el ingreso per cápita ajustado, fue $25,600, lo que corresponde al lugar 38 de 180 países en todo el mundo. Cualesquiera que sean las razonespor las que las agrupaciones israelíes de derechos humanos dependen de la ayuda extranjera, el ingreso per cápita no es una de ellas. Consideremos también la Figura A: los encuestados dijeron que las agrupaciones de derechos marroquíes tenían una mayor probabilidad de recibir ayuda extranjera “sustancial” que las de la India, pero el ingreso per cápita de Marruecos era superior al de la India en un 25%. Y aunque la diferencia entre los valores estimados de los encuestados indios y mexicanos no fue estadísticamente significativa, el ingreso per cápita en México es mayor que el de la India en un 77%.
El ingreso per cápita, al parecer, no explica mucho.
¿Y qué hay de la cultura?
¿Será que la gente común no apoya a las agrupaciones de derechos humanos porque se opone a las ideas de derechos humanos? En Israel, dicen los expertos, los ciudadanos judíos asocian el término “derechos humanos” con los intereses palestinos. Dadas las tensiones entre los israelíes y palestinos, ¿no será que los judíos israelíes simplemente no están dispuestos a financiar a los aliados de sus enemigos?
De nuevo, una mirada más minuciosa sugiere algo diferente. En 2003, una encuesta israelí encontró que el 53% del público pensaba que proteger los derechos palestinos era “muy importante” (20%) o “algo importante” (33%). En 2008, otro estudio encontró que el 52% del público pensaba que las ONGs israelíes eran fuentes “muy” (9%) o “algo” (43%) confiables de información sobre derechos humanos. Con esta cantidad de simpatizantes en un país relativamente rico, las agrupaciones de derechos humanos israelíes, en teoría, deberían estar recaudando al menos algo de dinero local. Así que, ¿por qué no lo hacen?
Otros estudios muestran que las ideas sobre los derechos humanos disfrutan de un apoyo internacional amplio. En 2008, un consorcio global preguntó la opinión de 47,241 personas en 25 países sobre derechos humanos específicos, incluidos la tortura, los derechos políticos, los derechos de la mujer, la libertad religiosa y los derechos económicos y sociales. En cada país, encontraron, que las normas consagradas en la Declaración Universal de Derechos Humanos recibieron un “apoyo sólido”, como lo hizo la noción de la intervención de las Naciones Unidas para promover estos ideales. Algo importante es que los equipos de encuestadores encontraron poco apoyo para la noción de que las personas a lo largo del mundo viven en universos morales diferentes.
Por supuesto, algunas cuestiones de derechos humanos son particularmente delicadas y, por lo tanto, es probable que enfrenten una resistencia social o religiosa de bases amplias; las cuestiones que vienen más pronto a la mente son cuestiones de género, familia y sexualidad. Aun así, nuestras propias encuestas muestran que las agrupaciones locales de derechos humanos disfrutan un buen grado de apoyo local, tal como lo hacen en Israel.
La Figura E muestra los resultados de nuestras encuestas nacionales en México y Colombia, junto con nuestras encuestas regionales en India (Mumbai) y Marruecos (Rabat y Casablanca). Le preguntamos a más de 6,000 personas qué tanto confiaban en las agrupaciones de derechos humanos de su país, y transformamos sus respuestas a una escala del 0 al 1, en donde este último representa el nivel más alto de confianza.
Las agrupaciones de derechos humanos recibieron puntajes razonablemente altos, que oscilaron entre 0.43, en Marruecos, y 0.59, en México. Con ese tipo de apoyo interno, las agrupaciones locales de derechos humanos, en teoría, deberían poder recaudar algunos fondos a nivel local.
Así que, ¿por qué no lo hacen?
Las razones son variadas. Muchos de los encuestados mencionaron el temor a las represalias del gobierno; los ciudadanos no le dieron dinero a las agrupaciones de derechos humanos porque estos donantes potenciales temían que el gobierno intentara vengarse. Otros encuestados dijeron que las mismas organizaciones de derechos humanos no están dispuestas a recaudar dinero localmente porque no quieren caer presas de las presiones políticas locales. Los partidos políticos, las personas adineradas y las corporaciones locales pueden estar dispuestos a contribuir con fondos, pero exigirían demasiado a cambio. Con mayor frecuencia, afirmaron los encuestados, los donantes internacionales de lugares distantes ejercen menos control político que los posibles benefactores locales.
Una de las explicaciones más comunes mencionadas por nuestros encuestados fue la de las preferencias filantrópicas locales. Aunque casi todos los países tienen un sector caritativo, los filántropos individuales, así como las instituciones de caridad, en el Sur Global a menudo prefieren canalizar sus fondos a proyectos concretos, como la construcción de escuelas u hospitales, o a servicios tangibles, como alimentos, refugio y ropa. El trabajo de las agrupaciones de derechos humanos, por el contrario, parece algo ajeno e intangible. Aquí el problema no son los principios de derechos humanos en sí mismos, sino el estilo de derechos humanos, que se basa en la investigación, el activismo público, el análisis de políticas y el cabildeo.
En los círculos de donantes internacionales, los derechos humanos son un tema conocido, con procedimientos de despliegue rutinarios y presupuestos etiquetados. Es probable que los donantes locales sean escépticos e idiosincráticos, pero los donantes internacionales no requieren mucha labor de convencimiento; ya que apoyan ese tipo de trabajo. Aunque la labor de defensa de los derechos humanos puede considerarse una “cosa” aceptada a nivel internacional, aún no tiene una popularidad extendida en muchos países del Sur.
Por último, los trabajadores de derechos humanos deben lidiar con la desagradable posibilidad de que el trabajo que realizan simplemente no tiene la utilidad suficiente. William Easterly, crítico de desarrollo, escribe con elocuenciaque gran parte de la ayuda internacional se desperdicia en proyectos que tienen muy poca demanda popular. Cuando existe una demanda real, argumenta, los empresarios de desarrollo encontrarán la manera de proveer lo que se necesita. Si el trabajo contemporáneo de derechos humanos no está atrayendo a muchos “compradores” locales, ¿será quizás porque aún no ha encontrado la manera de ofrecer algo que suficientes personas deseen, necesiten y estén dispuestas a apoyar económicamente?
Para recaudar más dinero local, las agrupaciones de derechos humanos tendrán que contratar una nueva clase de personas, desarrollar vínculos sociales nuevos y construir nuevas capacidades para recaudar fondos. También es posible que deban descubrir un mejor “nicho de mercado”, en donde puedan ofrecer algo tan valioso que los donantes locales, chicos y grandes, quieran contribuir.
A lo largo del mundo en vías de desarrollo, las agrupaciones nacionales de derechos humanos han convencido a los donantes internacionales de que su trabajo es valioso, es significativo y merece ser apoyado. Ahora, la verdadera tarea reside en convencer a sus públicos, ricos y pobres, de la misma cosa.