Los movimientos sociales en África presentan oportunidades, y no amenazas, para las agrupaciones de derechos

La creciente movilización global en las calles y a través de nuevos movimientos sociales presenta un enigma para las organizaciones de derechos humanos; por un lado, crea un tsunami de cambios impredecibles, mientras que por el otro, promete nuevas oportunidades de renovación. Las organizaciones de derechos humanos alrededor del mundo deben innovar o corren el riesgo de volverse irrelevantes frente a la nueva oleada de activismo callejero.

A pesar de su diversidad, la región africana no es la excepción. Consideremos a Senegal, donde en 2011 el movimiento juvenil Y’en a Marre (“Estamos hartos”) y Mouvement 23 (“Movimiento del 23 de junio) se adueñaron del papel protagónico durante un momento político turbulento y contribuyeron fundamentalmente a evitar que el intento de modificar la constitución en materia de límites de duración del mandato que emprendió el ex presidente Abdoulaye Wade para mantenerse en el poder tuviera éxito. Mientras tanto, las organizaciones senegalesas de derechos humanos consolidadas y importantes, como Rencontre Africaine pour la Défense des Droits de l’Homme (RADDHO) (Encuentro Africano para la Defensa de los Derechos Humanos), parecieron prácticamente irrelevantes. No siempre estuvieron presentes en las calles y no fueron capaces de aprovechar consistentemente el momento para dar nueva visibilidad a sus causas.

Las agrupaciones profesionales de derechos africanas, en cambio, tienden a enfocarse en reformar al Estado, o interactuar con las organizaciones internacionales. No cabe duda de que esto sigue siendo tremendamente importante. Sin embargo, así como la gente común confía menos en las instituciones estatales y las organizaciones internacionales, puede que su confianza en las organizaciones de derechos humanos también haya disminuido. Además, las organizaciones africanas dependen de los donantes del Norte, lo que hace que sus actividades y sus reflexiones tengan que ajustarse a marcos de corto plazo y basados en proyectos. Consecuentemente, no pueden ver lo que sucede en la periferia de sus áreas de conocimiento, incluso si los nuevos acontecimientos pueden cambiar “las reglas del juego. Por otra parte, lo que motiva a la gente común a empezar a actuar suelen ser sucesos que no aparecen en el radar de las organizaciones de derechos humanos. Así, el movimiento de masas que se movilizó con tanta rapidez y potencia contra el presidente Blaise Compaoré, quien llevaba un largo tiempo gobernando Burkina Faso, tomó completamente por sorpresa a la mayoría de las organizaciones locales de derechos humanos.

¿Cómo pueden las organizaciones profesionales de derechos humanos volverse más ágiles al tiempo que maximizan su impacto y mantienen sus labores en el largo plazo? Hacer todas estas cosas es esencial para mantener su relevancia en una época en la que cada vez se realiza más activismo popular.

 
Demotix/Mamadou aka Behan Touré (All rights reserved)

A Mouvement 23 protest in Dakar, Senegal.


Actualmente en África, algunos dicen que los nuevos movimientos sociales representan mejor los deseos de la población que las principales agrupaciones de derechos humanos. ¿Lo hacen? Quizás es cierto que tienen una mejor idea que las organizaciones convencionales de la sociedad civil de lo que “realmente le importa a la gente”, y de la intensidad con la que perciben los agravios. Estos movimientos también afirman tener más éxito para incorporar personas con características demográficas más diversas, incluidos los jóvenes, a sus campañas y protestas. Y, tal vez, gracias a sus estructuras más flexibles y ágiles, pueden actuar con más rapidez.

Ciertamente, la movilización masiva debe recibirse con agrado, ya que los derechos humanos solo se pueden proteger de manera prolongada cuando la gente común defiende sus derechos.

Estos elementos tradicionales pueden formar un puente entre momentos de protesta social, al tiempo que brindan acceso a financiamiento estable. 

Por lo tanto, es crucial contar con una “fluidez” ágil y con un entendimiento de lo que sucede en las calles. Al mismo tiempo, Senegal y otros países africanos también necesitan la “solidez” de las agrupaciones tradicionales de derechos, que incluye sus estructuras organizacionales permanentes y su personal experto y asalariado. Estos elementos tradicionales pueden formar un puente entre momentos de protesta social, al tiempo que brindan acceso a financiamiento estable. Esto, a su vez, ayudará a mantener las campañas de derechos humanos a lo largo del tiempo.

Para mantener su relevancia, sin embargo, las agrupaciones de derechos humanos tendrán que volverse más innovadoras y ágiles. Tienen que estar atentos a lo que ocurre a su alrededor, y crear alianzas nuevas y más creativas con participantes de los nuevos movimientos sociales.

Tanto los nuevos actores “fluidos” como las organizaciones convencionales “sólidas” deben mirarse bien al espejo y encontrar la mejor manera de crear estas alianzas. Nada pueden perder las organizaciones convencionales al ofrecer una mano amiga a los nuevos grupos sociales que cuentan con un gran número de seguidores; esto les ayudará a unirse a las cambiantes demandas de la sociedad civil sin tener que perder su propio sentido de misión y su identidad. También obtendrán la oportunidad de construir bases de apoyo en nuevos sectores sociales. Los protagonistas de los nuevos grupos sociales, por su parte, pueden asumir el liderazgo en momentos de protesta pública, y obtener más legitimidad a partir de su alianza con las agrupaciones establecidas de derechos humanos.

Como escribieron autores anteriores de openGlobalRights, las agrupaciones de derechos humanos también deben encontrar la manera de diversificar sus fuentes de financiamiento y recaudar más fondos locales. Hoy en día, la mayoría de las agrupaciones de derechos africanas depende de los donantes extranjeros, pero esto no tiene que ser así para siempre. Como dijo el teólogo austriaco Friedrich von Hügel, “La Regla de Oro es ayudar a quienes amas a escapar de ti” . Si los donantes extranjeros realmente quieren ayudar a las organizaciones africanas de derechos, deben contribuir a la creación de una infraestructura filantrópica nacional.

Durante y después de las luchas de liberación africanas en la década de 1960, muchas agrupaciones políticas se convirtieron en partidos y perdieron contacto con sus raíces orgánicas. No dejemos que suceda lo mismo con las organizaciones africanas de derechos humanos.