¿Pueden las organizaciones de derechos humanos usar una introspección poco onerosa como forma de evaluación?

Recientemente en openGlobalRights, Emma Naughton y Kevin Kelpin escribieron que el trabajo de derechos humanos no se presta fácilmente a las evaluaciones cuantificables y orientadas a los resultados. Sus comentarios coinciden con los de otro experto que examinó las evaluaciones en Amnistía Internacional y otras organizaciones en 2014 y también concluyó que las evaluaciones lineares no se adecuan bien a su trabajo.

La complejidad en todos los niveles es tal vez el desafío más importante. Los temas y problemas de derechos humanos son polifacéticos, con numerosos actores, causas, posibles soluciones y resultados. Las agrupaciones de derechos humanos tienen muchos aliados y coaliciones, y se enfocan en muchos tipos de víctimas. Trabajamos con estos y otros actores para influir en el comportamiento de múltiples actores interesados, encargados de formular políticas e infractores. La manera en que realizamos nuestro trabajo es intricada, con muchos tipos y métodos distintos de investigación, productos comunicativos diseñados para públicos diversos y numerosos objetivos y estrategias de incidencia.

La cultura organizacional, los recursos y las cuestiones de determinación de prioridades, junto con el hecho de que mucho de nuestro trabajo depende de las especificidades de cada caso, son algunos de los otros desafíos para la implementación de estrategias estandarizadas de evaluación de impactos en HRW.


Shutterstock/iQoncept (All rights reserved)

"Useful evaluation is not simply filling in boxes next to the impact objectives in a logical framework. Learning comes from taking the time to reflect on how work was done, what actions were successful and why, and whether these steps could, and should, be replicated."


Aunque existe un consenso genuino en todo HRW en que la evaluación es algo importante, y que debemos mejorar nuestro desempeño al respecto, aún no hemos encontrado soluciones viables y eficaces. Nuestros programas y divisiones temáticos y geográficos tienen un alto grado de autonomía, y no comparten una perspectiva, un idioma ni una metodología de evaluación comunes. Nos seguimos esforzando por encontrar procesos evaluativos que funcionen más ampliamente. Teniendo en cuenta lo anterior, los siguientes son algunos temas importantes que orientan nuestras reflexiones actuales:

“Vía”

Naughton y Kelpin describieron una “vía de cambio”, que refleja la manera en que pensamos sobre el impacto. La vía puede comenzar simplemente al llamar atención hacia cierto tema y conseguir que se incluya en la agenda de los actores, y conduce, a través de una serie de pasos, hacia una meta final: cambiar las condiciones de derechos humanos que enfrentan las personas en la práctica. Algunos objetivos a lo largo de esta vía pueden ser: determinar las condiciones para la ayuda internacional, instigar cambios en la legislación o las políticas, ayudar a los defensores locales de derechos humanos… la lista es interminable.

Luego están las actividades y los logros que nos hacen avanzar en esta vía, como programar reuniones de activismo, lograr que se publiquen artículos de opinión, asistir a audiencias, conseguir declaraciones oficiales, y más. El trabajo que se realiza para las actividades de activismo, comunicación e investigación es, de hecho, un impacto en sí mismo, y merece ser documentado. Aceptar esto puede ser un alivio: lo importante no es si hemos logrado poner fin a las matanzas extrajudiciales en el país “X”, sino si hemos logrado avanzar hacia esa meta final.

Cuantificación o demostración de causalidad

El término “monitoreo y evaluación” está fuertemente vinculado en las mentes de las personas con los conceptos de la gestión basada en los resultados, los estudios controlados aleatorizados o los costosos asesores externos. Aunque quizás parezca sorprendente, a la gente puede costarle trabajo imaginar una forma de evaluación ligera, ágil y cualitativa.

Y sin embargo, la documentación cualitativa es precisamente el tipo de evaluación más adecuada para gran parte de nuestras labores. El simple hecho de cambiar el tono y el paradigma de lo que es la “evaluación” ha sido importante para mí y para mis colegas. No necesitamos probar causalidad al evaluar impactos. No trabajamos dentro de una burbuja y no necesitamos generar evidencia empírica de que la actividad “x” provocó el resultado “y”. Simplemente necesitamos documentar lo que sabemos, y eso incluye nuestras propias actividades, lo que ocurría al exterior de nuestras actividades y cómo logramos avanzar un poco más en la vía hacia las metas que estábamos tratando de alcanzar.

Evaluar se trata de aprender

 Actualmente, estamos planteando nuestras discusiones de evaluación para que se enfoquen más en el “aprendizaje” y menos en el “impacto”. 

Existe una percepción muy real de que el monitoreo y la evaluación de un proyecto de investigación se pueden utilizar para evaluar al personal, y esto tiene un efecto paralizador, particularmente cuando las personas temen que los recursos estén en riesgo. Es esencial conseguir el compromiso activo del personal, y no hay soluciones sencillas. Actualmente, estamos planteando nuestras discusiones de evaluación para que se enfoquen más en el “aprendizaje” y menos en el “impacto”. Todos los miembros del personal de los programas de Human Rights Watch quieren realizar su trabajo con más eficacia, así que no es difícil convencerlos. Una evaluación útil no consiste simplemente en llenar recuadros junto a los objetivos de impacto en un marco lógico. El aprendizaje proviene de tomarse el tiempo para reflexionar sobre cómo se realizó el trabajo, qué acciones tuvieron éxito y por qué, y si se pueden, o deben, replicar estas medidas.

Estas reflexiones ya se realizan a diario en HRW. Nuestros colegas están buscando constantemente avenidas que los lleven a alcanzar metas cada vez más altas. Tenemos una idea de qué hicimos, cómo funcionó y qué podríamos haber hecho de manera distinta. El desafío es extraer la información más importante de nuestras cabezas y conversaciones e incorporarla en un formato que nos permita acumular conocimientos institucionales.

Simplificar

Los procesos complejos y onerosos simplemente no van a funcionar para nuestra organización. Estamos abandonando la idea de que la evaluación requiere cierto nivel específico de documentación rigurosa. No tiene que ser perfecta. Registrar algo de reflexión es mejor que nada. Por el momento, estamos tratando de desarrollar un método de aprendizaje y evaluación que sea sencillo y requiera pocos recursos, particularmente en términos del tiempo del personal. La idea es documentar, de una manera ligera y ágil, los logros y las lecciones más importantes. ¿Cómo convertimos las conversaciones breves en conocimientos que se puedan generalizar y sean accesibles y útiles? ¿Cómo lo hacemos consistentemente y de maneras que no nos distraigan de nuestro trabajo fundamental?

En vez de instituir un proceso obligatorio dictado por los directivos, estamos explorando ideas con nuestro entusiasta personal. Tratamos de solidificar un idioma común sobre impactos y la “vía de cambio”. Estamos intentando desarrollar herramientas para documentar las conversaciones reflexivas en maneras que nos permitan compartir lecciones relevantes con los demás. Al simplificar el proceso de evaluación, es posible que podamos aprender mucho más sobre cómo tener éxito en nuestra labor.