Los límites y la promesa de los derechos trans como reivindicaciones de derechos humanos

Una bandera ondea ante el Congreso de los Diputados mientras representantes de colectivos de personas Trans y de Familias de toda España se manifiestan en el centro de Madrid, para mostrar su malestar por el documento interno de PSOE, donde se mostraban contrarios al cumplimiento de su acuerdo programático con respecto a la Ley Trans. EFE/Luca Piergiovanni


Los derechos humanos representan una interacción compleja entre el discurso y las leyes que se debe nombrar y explicar. Como mujer transgénero que estudia la salud y los derechos humanos transgénero, he aprendido que las reivindicaciones de derechos específicas de las personas trans esclarecen esta interacción y nos motivan a considerar la importancia del contexto geográfico. Sostengo que estudiar la manera en que se formulan los derechos trans revela que los derechos humanos, en su mejor versión, pueden contribuir a unir movimientos sociales aparentemente dispares en contextos geográficos muy diferentes. Al mismo tiempo, el respeto de algunos derechos humanos de las personas transgénero puede ocultar las restricciones y violaciones de derechos persistentes que afectan tanto a las personas trans como a las que no lo son.  

Además, el uso de “transgénero” como un término aglutinador que pretende abarcar todas las identidades y las personas de género no conformista suprime la complejidad de los géneros indígenas que van más allá de la oposición binaria masculino-femenino y da por sentado que todas las personas tienen las mismas necesidades. Me referiré a algunos ejemplos de las maneras en que los derechos trans como derechos humanos se han manifestado en diferentes contextos geográficos para demostrar estos puntos e imaginar cómo los derechos humanos, ya sea según el sentido literal de la ley o más allá de este, podrán contribuir en adelante a contrarrestar las tendencias mundiales regresivas en materia de derechos sexuales y reproductivos. 

La frase “los derechos trans son derechos humanos” se ha convertido en un dicho común. Aunque es difícil rastrear la manera en que se ha difundido esta frase, los derechos humanos fueron el principio organizador básico detrás del movimiento Stop Trans Pathologization Now, que se destaca por haber impulsado con éxito la revisión de la Clasificación Internacional de Enfermedades. Como eslogan, la frase “los derechos trans son derechos humanos” ha servido de grito de guerra para denunciar la decisión japonesa de seguir exigiendo la esterilización como requisito para cambiar legalmente de género, censurar la apelación fallida de Freddy McConnell ante el tribunal superior del Reino Unido para que lo nombraran como “padre” en el acta de nacimiento de su hijo y, más recientemente, apoyar la campaña “#Drop33” de Amnistía Internacional.

En última instancia, no hay soluciones únicas para los problemas acuciantes a los que se enfrentan las comunidades trans en contextos sociojurídicos y geográficos muy diferentes.  

Sin embargo, cuando examinamos más profundamente la noción de los derechos trans como derechos humanos, queda claro que no significa lo mismo en todas partes.  

En los Estados Unidos., donde vivo y trabajo, las reivindicaciones de los derechos trans surgieron, o quizás resurgieron, en respuesta a la ahora infame Ley de la Cámara 2, conocida como “la ley de los baños”, que se aprobó en mi estado natal, Carolina del Norte. Dado que los EE. UU. no han ratificado el tratado internacional más pertinente, el estribillo de los derechos trans como derechos humanos expresa la humanidad universal de las personas transgénero, en lugar de recurrir a un conjunto específico de reivindicaciones jurídicas que los EE. UU. no se obligan a respetar.  

¿Qué pueden hacer los derechos humanos por las personas trans en una nación que desprecia los derechos humanos en general? Si bien puede ser que el derecho internacional de los derechos humanos no establezca una base jurídica para los derechos trans, movilizarse en torno a la frase “los derechos trans son derechos humanos” hace que los EE. UU. entablen una conversación con otras luchas alrededor del planeta. Así, incluso cuando los derechos están restringidos o no se ejercen, su influencia cultural a veces puede aprovecharse más allá de la aplicación de la ley.

¿Qué pueden hacer los derechos humanos por las personas trans en una nación que desprecia los derechos humanos en general?

A diferencia de los EE. UU., Argentina ha sido pionera en el ámbito de los derechos transgénero. Su Ley de Identidad de Género de 2012 fue la primera ley federal que codificó servicios de salud vitales relacionados con la transición de género para las personas trans, así como opciones para cambiar legalmente de nombre y de género. Además, fue la primera ley que puso en vigor los principios de Yogyakarta, con lo que codificó los derechos transgénero como derechos humanos. En este sentido, Argentina está un paso adelante del resto. Sin embargo, el aborto inducido sigue siendo un delito penal.  

Si bien Argentina ha demostrado un compromiso con los derechos transgénero en particular y los derechos humanos de manera más general, es crucial señalar que la Ley de Identidad de Género puede haber contribuido a reducir los derechos trans a la atención médica relacionada con la transición y el reconocimiento legal del género en detrimento de la materialización de otros derechos sexuales y reproductivos. A menudo, la salud y los derechos reproductivos de las personas trans quedan completamente fuera de las conversaciones sobre los derechos de salud reproductiva y la salud y los derechos transgénero. Se han hecho algunos esfuerzos para yuxtaponer el texto de la ley en materia de identidad de género y el código penal que prohíbe el aborto; sin embargo, al final, el aborto se sigue concibiendo como una cuestión que atañe principal, si no es que exclusivamente, a las mujeres cisgénero.  

El año pasado, 2019, la India aprobó la Ley (de Protección de Derechos) de las Personas Transgénero. La tercera categoría de género, que incluiría a hijras que no son de género masculino ni femenino, se introdujo por primera vez en el censo de 2011. Curiosamente, las personas transgénero fueron reconocidas legalmente como un tercer género por la sentencia en el caso Autoridad Nacional de Servicios Jurídicos contra la Unión de la India, de 2014. Ocho años después de esa primera enumeración, la nueva ley permite que los ciudadanos indios soliciten un certificado de identidad de un magistrado local para obtener el reconocimiento legal simplemente como “transgénero”. Si una persona trans quiere que se le reconozca legalmente como de género femenino o masculino, debe proporcionar pruebas de que se sometió a una cirugía. Esto equivale a otro requisito más de esterilización, algo que condenó el relator especial sobre la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes.  

Además, esta ley combina el tercer género y el transgénero en formas que ocultan las diferencias entre sus necesidades mutuamente irreductibles. Por estas y muchas otras razones, activistas trans y del tercer género en la India han denunciado esta ley.  

Pero aun así, ofrece una lección importante. Es posible que el proceso de enumeración para el censo de 2011, que fue muy revelador, haya dado lugar a una formulación de los derechos transgénero en esta ley de 2019 que está tremendamente desfasada con el derecho internacional de derechos humanos en el que debió fundamentarse. Además, los proyectos de ley que buscan promover los derechos de las personas trans y de género no conformista como clase protegida siempre deben basarse en la experiencia vivida de quienes tendrán que asumir las consecuencias de la ley, sean buenas o malas. Es importante señalar que esta cadena de acontecimientos apunta a las limitaciones de las reivindicaciones de derechos, por muy bienintencionadas que sean. 

En última instancia, no hay soluciones únicas para los problemas acuciantes a los que se enfrentan las comunidades trans en contextos sociojurídicos y geográficos muy diferentes. Sin embargo, inspirarse en los éxitos colectivos de los demás a través de las reivindicaciones de derechos humanos puede ser una forma poderosa de contrarrestar los esfuerzos para reprimir y restringir los derechos de las personas trans, ya sea que eso implique recurrir al estribillo “los derechos trans son derechos humanos” en lugar de a las leyes en los EE. UU., o invocar las normas de derechos humanos para apoyar la aprobación de la Ley de Identidad de Género en Argentina.  

A medida que tratamos de animarnos mutuamente, se vuelve necesario atender y respetar nuestras diferencias, como hicieron las personas activistas trans y del tercer género en la India. El contenido de las normas de derechos humanos y el peso discursivo de las expresiones de los derechos humanos cambian según el contexto geográfico, pero también lo hacen las estrategias necesarias para promoverlos. Las personas trans, que a menudo somos las más afectadas por estas tendencias represivas, utilizamos las herramientas más estratégicamente viables para hacer nuestras vidas más llevaderas. Y en la lucha por lo nuestro, avanzamos en la consecución de los derechos humanos para todos.

  


Este artículo es parte de una serie publicada en colaboración con la Iniciativa Young sobre la Economía Política Global del Occidental College, la división de Ciencias Sociales de la Universidad Estatal de Arizona y el Instituto sobre Desigualdades en Salud Global de la USC. Se deriva de un taller realizado en septiembre de 2019 en Occidental sobre “Conversaciones globales transversales sobre los derechos humanos: interdisciplinariedad, interseccionalidad e indivisibilidad”.