Futuros locales para los derechos humanos

Crédito: Alejandro Ospina

Los activistas de derechos humanos están impulsando una defensa innovadora y eficaz en localidades de toda América del Norte. Los ensayos de esta serie dejan claro que los derechos humanos se están remodelando sobre el terreno, en la práctica, de formas que aprovechan el sistema internacional de derechos humanos al tiempo que impulsan su reorientación y reconstrucción.

La serie plantea, por tanto, una pregunta fundamental: ¿pueden las ciudades emerger como espacios políticos alternativos para afirmar y reimaginar los derechos dentro de un orden mundial configurado por el creciente dominio del nacionalismo autoritario? En una era de movilidad creciente, aunque también más tensa, las ciudades son cruces de caminos de personas, culturas e ideas de todo el mundo, por lo que a menudo surgen como centros de innovación progresista. Como tal, no debería sorprender el auge del activismo por los derechos humanos centrado en las personas en ciudades de todo el mundo. Impulsados por innovaciones prácticas y teóricas del Sur Global, estos movimientos están creciendo a medida que las redes trans-locales conectan comunidades tanto del Sur como del Norte.

Organización local para resolver problemas globales

Esta praxis centrada en las personas convierte lo local en un lugar natural y adecuado para la organización y el activismo en favor de los derechos humanos. En este contexto, «local» no tiene connotaciones de insularidad o provincialismo: en muchos casos, los problemas a los que se enfrentan las ciudades son cuestiones transfronterizas que los Estados-nación no pueden o no quieren abordar, como la vivienda, el racismo, la verdad y la memoria histórica, el cambio climático y la violencia de género. Para nosotros, «local» significa algo así como «involucrar a las personas en su vida cotidiana y sus luchas, y abordar los problemas que más les afectan». En este sentido, un enfoque «local» es necesariamente global e interseccional.

Quizás por eso la organización y el activismo en torno a las ciudades de derechos humanos desafían una categorización clara en términos de espacio y escala. Estas iniciativas locales hacen uso de las normas internacionales de derechos humanos, pero no se limitan a los marcos internacionales ni a los modos tradicionales de defensa de los derechos humanos. Los activistas translocales utilizan las leyes y normas internacionales de derechos humanos como palancas para el cambio local, pero también desarrollan respuestas creativas y sensibles al contexto para las necesidades de comunidades concretas, conocimientos que comparten y adaptan a través de redes como la Alianza de Ciudades de Derechos Humanos. Este trabajo incluye la defensa, la promoción de la rendición de cuentas, la formulación de políticas y la creación de instituciones. Quizás lo más importante es que amplía el imaginario político existente al reconcebir las comunidades como inclusivas, solidarias y, en última instancia, emancipadoras.

Esta transformación discursiva o simbólica es tanto el objetivo principal como el principal reto al que se enfrentan los organizadores de las ciudades de los derechos humanos. Décadas de austeridad neoliberal han dejado al Estado vacío, convertido en un defensor renuente y cada vez más incapaz de los derechos humanos. Además, como escriben nuestros colegas, «El mundo está siendo testigo de un ataque a gran escala contra los derechos humanos» por parte de líderes autoritarios que están desmantelando activamente las protecciones existentes y castigando a quienes buscan defender sus propios derechos o abogar por los derechos de «los demás». Estos ataques a menudo se dirigen explícitamente contra los esfuerzos locales para proteger y ampliar los derechos humanos. La deshumanización se ha convertido una vez más en una táctica política de los partidos políticos mayoritarios, quizás de forma más notable en las autodenominadas democracias «avanzadas» de Europa y América del Norte.

El futuro es local

Estos ataques están envenenando nuestra política contemporánea y, sin embargo, paradójicamente, también pueden estar abriendo nuestra imaginación política a nuevos caminos de transformación potencial. El cambio llegará, pero su dirección y sus efectos aún están por determinar. Los defensores de las ciudades de derechos humanos luchan por dar forma a un futuro para los derechos humanos. Mediante el diseño y la promoción de políticas que dan prioridad a los miembros más vulnerables y precarios de nuestras comunidades, los organizadores y activistas buscan aplicar un enfoque interseccional para luchar contra la injusticia que construya comunidad a través de la solidaridad, al tiempo que se abra a la igualdad en la diferencia y a la diferencia en la igualdad. Mediante la creación de instituciones y prácticas que protejan y promuevan los derechos humanos, los defensores de las ciudades de derechos humanos buscan cambiar las condiciones materiales de vida de las personas de manera que les permitan imaginar futuros alternativos.

El giro local en materia de derechos humanos no es una mera respuesta pragmática al retroceso de los Estados-nación en sus obligaciones globales. Se trata de una reimaginación deliberada y ambiciosa de cómo se reclaman, protegen y viven los derechos. Su objetivo es empoderar a las comunidades para que se apropien de las normas globales de derechos humanos, no como actores aislados, sino a través de redes densas y trans-locales que trascienden las fronteras. Además, cuestiona los enfoques descendentes que separan los derechos de la realidad cotidiana de las personas, insistiendo en cambio en narrativas de justicia ascendentes y con base cultural.

Por último, este giro local amplía nuestra imaginación política colectiva más allá de los modelos centrados en el Estado, apuntando hacia formas participativas y pluralistas de concebir los contratos sociales que están arraigados en la solidaridad. Lejos de ser una simple solución provisional, este activismo local está redefiniendo el terreno de la lucha por los derechos humanos al basar el cambio simbólico en transformaciones políticas tangibles. Esta reorientación es crucial en un momento político en el que el continente se está recuperando de las agresivas y xenófobas políticas y retórica de la Administración Trump hacia Canadá y México. Estos trastornos impulsados por Estados Unidos sin duda complicarán los esfuerzos de cooperación y colaboración transfronteriza. Al mismo tiempo, subrayan la necesidad de respuestas translocales e impulsadas por la comunidad ante la creciente ola de exclusión, deshumanización y tensión política en toda América del Norte y más allá. Quizás ahora más que nunca, el futuro de los derechos humanos es local.

Este artículo forma parte de una serie en colaboración con la Alianza de Ciudades por los Derechos Humanos. Vea otros artículos de esta serie aquí.